Un término, que últimamente se escucha mucho y que tiene un significado muy interesante, sobre todo porque nos abre un mundo de posibilidades frente a las situaciones de crisis que últimamente nos circundan.
La resiliencia es por definición la capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones límite, períodos de dolor emocional, traumas y sobreponerse a ellas. Hay quien la define como la medición de la paciencia, es decir la distancia entre tu paz interior y el estado en el que saltas a gritos.
Hay también quien la corresponde con el término «entereza». Podemos describirla como la capacidad de sobreponerse a situaciones de crisis, y además de sobreponerse, incluso resultar fortalecido por ello. Michel Manciaux en su libro: La Resiliencia: ¿Mito o realidad? nos plantea: «A pesar de traumas graves, incluso muy graves o de desgracias más comunes, la resiliencia parece una realidad confirmada por muchísimas trayectorias existenciales e historias de vida exitosas. De hecho, por nuestros encuentros, contactos profesionales y lecturas, todos conocemos niños, adolescentes, familias y comunidades que «encajan» shocks, pruebas y rupturas, y las superan y siguen desenvolviéndose y viviendo -a menudo a un nivel superior- como si el trauma sufrido y asumido hubiera desarrollado en ellos, a veces revelado incluso, recursos latentes y aún insospechados». Sin embargo, no nos confundamos, ser resiliente no significa no sentir malestar, dolor emocional o dificultad ante las adversidades, como la muerte de un ser querido, una enfermedad grave, la pérdida del trabajo, problemas financiero serios, etc., estos son sucesos que tienen un gran impacto en las personas, produciendo una sensación de inseguridad, incertidumbre y dolor emocional.
Lo que diferencia a las personas resilientes es que logran, por lo general, sobreponerse a esos sucesos y adaptarse bien a lo largo del tiempo. A pesar de un considerable estrés y malestar emocional, dichas personas sacan la fuerza que les permite seguir con sus vidas frente la adversidad o la tragedia. Pero, la gran pregunta es: ¿Cómo lo hacen?. La resiliencia no es algo que una persona tenga o no tenga, sino que implica una serie de conductas y formas de pensar que cualquier persona puede aprender y desarrollar.Las personas resilientes poseen tres características principales:
· saben aceptar la realidad tal y como es;
· tienen una profunda creencia en que la vida tiene sentido; y
· tienen una inquebrantable capacidad para mejorar.
Además, presentan las siguientes habilidades:
Son capaces de identificar de manera precisa las causas de los problemas para impedir que vuelvan a repetirse en el futuro.
Son capaces de gestionar sus emociones, sobre todo ante la adversidad y pueden permanecer centrados en situaciones de crisis.
Saben controlar sus impulsos y su conducta en situaciones de alta presión.
Tienen un optimismo realista. Es decir, piensan que las cosas pueden ir bien, tienen una visión positiva del futuro, pero sin dejarse llevar por la irrealidad o las fantasías.
Se consideran competentes y confían en sus propias capacidades.
Son empáticos. Es decir, tienen una buena capacidad para leer las emociones de los demás y conectar con ellas.
Son capaces de buscar nuevas oportunidades, retos y relaciones para lograr éxito y satisfacción en sus vidas.
Es importante señalar que las percepciones y los pensamientos influyen en el modo en cómo afrontamos el estrés y la adversidad.
El estilo de pensamiento de las personas resilientes se caracteriza por ser realista, exacto y flexible. Tienen menos pensamientos imprecisos (como la exageración o sacar conclusiones precipitadamente, sin evidencias que las corroboren) e interpretan la realidad de un modo más realista que las personas menos resilientes.
Por supuesto ser una persona resiliente, tiene sus beneficios:
-Tienen una mejor autoestima,
-Se critican menos a sí mismas,
-Son más optimistas,
-Afrontan los retos,
-Son más sanas físicamente,
-Tienen más éxito en el trabajo o estudios,
-Están más satisfechas con sus relaciones,
-Están menos predispuestas a la depresión,
Pero, ¿Qué contribuye a que una persona sea más resiliente?
El apoyo emocional es uno de los factores principales. Tener en tu vida personas que te quieren y te apoyan y en quien puedes confiar te hace mucho más resiliente que si estás solo. Permitirte sentir emociones intensas sin temerlas ni huir de ellas, y al mismo tiempo ser capaz de reconocer cuándo necesitas evitar sentir alguna emoción y centrar tu mente en alguna distracción.
No huir de los problemas sino afrontarlos y buscar soluciones. Implica ver los problemas como retos que puedes superar y no como terribles amenazas. Tomarte tiempo para descansar y recuperar fuerzas, sabiendo lo que puedes exigirte y cuándo debes parar. Confiar tanto en ti mismo como en los demás.
DESARROLLA LA RESILIENCIA EN TI
Como comentábamos al inicio de esta entrada, aunque es cierto que unas personas son más resilientes que otras, la resiliencia no es algo que unos tengan y otros no, sino que se trata de una serie de habilidades que se pueden desarrollar. Para ello, te recomendamos algunas pautas interesantes que te ayudarán a elevar tu nivel de resiliencia:
Cultivar las relaciones
Cultiva un círculo de amistades cercanas y buenas relaciones familiares, porque éstas son la personas que te van a escuchar y apoyar en los momentos difíciles, haciéndote más resiliente.
Usa un pensamiento constructivo
Piensa de forma realista. Es decir, no veas los problemas o las crisis como catástrofes terribles e insoportables, sino como retos que has de superar. Procura tener una perspectiva amplia y pensar que esos problemas no van a durar para siempre, sino que acabarán pasando, porque al final así es, todo pasa y todo cambia. Piensa que tienes la capacidad suficiente como para afrontarlos y encontrar soluciones.
Desarrolla metas y objetivos
Establece metas realistas que te ayuden a empezar a cambiar las cosas que deseas cambiar. Haz algo con regularidad, aunque sólo suponga un pequeño paso en la dirección hacia la que deseas avanzar.
Acepta la realidad
Quien se niega a aceptar la realidad tal y como es nunca podrá cambiarla. Y esto es así por dos motivos: o bien la niegas y cierras los ojos para no verla, lo que implica no hacer nada; o bien te enfureces tanto maldiciendo al mundo, al destino o a los dioses de todas las religiones, que eres incapaz de pensar. Y si no puedes pensar no solucionarás nada. Por otra parte, a veces las cosas no se pueden cambiar en el presente y es necesario saber tener paciencia y esperar. Lo que no tiene arreglo hoy puede tenerlo mañana. Mientras tanto, acepta las cosas como son tratando de sentirte lo mejor posible con lo bueno que tienes en tu vida.
Confía en ti mismo
A veces un problema parece tan difícil de resolver que nos parece imposible que podamos hacerlo. Este modo de pensar puede conducir a un sentimiento de impotencia, de estar atrapado sin poder hacer nada. Pero realmente no sabes lo que puedes hacer hasta que lo intentas. Por muy difícil que parezca, piensa que encontrarás el modo tarde o temprano y hallarás la solución. Eso es lo que significa confiar en ti y en tu capacidad, simplemente da el primer paso.
Sé optimista, aunque sin dejar de ser realista
Ser optimista significa esperar que ocurran cosas buenas en tu vida, que la situación mejorará en el futuro, que eres capaz de controlar tu vida y hacer los cambios necesarios, y que la vida puede traerte momentos maravillosos que compensen los momentos amargos.
Aprende a crecer con tus problemas
Los problemas o las crisis son retos que te encuentras en la vida y que te empujan a sacar lo mejor de ti, a ser fuerte, a pensar y buscar soluciones, a actuar. A menudo te empujan a cambiar tu punto de vista y hacerlo más amplio y flexible, te hacen madurar y te hacen ver el mundo y a los demás de un modo más realista. De ti depende que los golpes que te da la vida te vuelvan mejor persona o te vuelvan un ser resentido y amargado por la “injusticia de la vida”.
Esos golpes pueden hacerte más empático, más tolerante con la debilidad humana (la misma que has visto en ti en momentos de crisis), pueden ayudarte a comprender comportamientos y actitudes que no comprendías, pueden enseñarte acerca de tu propia fuerza interior. Los momentos de crisis pueden servir también para ver con claridad qué es lo que quieres cambiar en tu vida, a ver con claridad qué es lo que ya no quieres, así como cuáles son las personas que valen la pena en tu vida, aquellos con los que de verdad puedes contar y empezar a apreciarlos más al ver su apoyo y su cariño en tiempos duros.
Si sabes utilizarla y sacar partido de ella, la adversidad puede ayudarte a ser mejor persona. Por supuesto, no esperamos ni deseamos situaciones limite, estresantes o difíciles, pero si llegan a nuestra vida, lo mejor es cultivar la actitud que nos permita verlas como maestros que vienen a enseñarnos, y así sacar algo positivo de ellas.
Lo que la adversidad hace de ti, depende en gran parte de ti mismo.
Y aquí finalizamos compartiendo un cuento que nos recuerda que seremos lo que queramos, sólo depende de lo que alimentemos en nosotros mismos, ahí va:
Un viejo indio estaba hablando con su nieto y le decía:
“Me siento como si tuviera dos lobos peleando en mi corazón.
Uno de los dos es un lobo enojado, violento y vengador.
El otro está lleno de amor y compasión.”
El nieto preguntó: “Abuelo, dime ¿cuál de los dos lobos ganará la pelea en tu corazón?”
El abuelo contestó: “Aquel que yo alimente.”
¿Y tú que decides alimentar en tí?
Tú puedes convertir los aspectos más terribles de la vida en oportunidades sanadoras, es una tarea que requiere de tanta creatividad como valentía, pero que brinda a su vez la posibilidad de edificar un futuro más feliz.
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adharayoga.com