El israelí Benjamin Netanyahu se iguala con el británico Winston Churchill este martes al convertirse en el segundo jefe de gobierno extranjero en dirigirse tres veces a una sesión plenaria de ambas cámaras del Congreso de Estados Unidos, pero eso es lo menos que se destaca de su nueva visita a Washington.
La marca histórica debería evidenciar la relación especial entre ambas naciones pero en este caso queda enterrada bajo la intensa polémica que genera la invitación a Netanyahu.
Una invitación que fue hecha fuera del rigor del protocolo, inconvenientemente en medio de la ronda de negociaciones con Irán sobre su programa nuclear y a pocas semanas de las elecciones generales en Israel.
La invitación a Netanyahu no fue hecha por la Casa Blanca, donde se conduce la política exterior, sino por la oposición republicana en el Congreso que quiere usar al invitado como megáfono para criticar lo que consideran un peligroso distanciamiento con su principal aliado en Medio Oriente.
Los términos de las negociaciones del programa nuclear de Irán, que por estos días se discute en una nueva ronda en Suiza, son considerados por los israelíes como una amenaza para su seguridad y una manifestación de debilidad de la comunidad internacional, encabezada por Washington.
De trasfondo hay una historia de supuestas antipatías personales entre el presidente de EE.UU., Barack Obama, y Benjamin Netanyahu de la que se habla frecuente y extensamente en los círculos políticos estadounidenses, que para algunos añade razones -y hasta explica- ese distanciamiento entre los dos países que se verifica desde que ambos líderes asumieron el poder en 2009.
En el proceso se desbarata la unidad de criterio que sobre los asuntos de Israel siempre han mostrado republicanos y demócratas, Congreso y Casa Blanca, más allá de las diferencias partidistas.
Lea también: Netanyahu adelanta que hablará de Irán ante el Congreso de EE.UU.
Problemas internos
No muchos hablan ante una sesión conjunta del Congreso en Washington. Es un asunto de gran simbología que sólo se da una o dos veces al año con dignatarios extranjeros, además del discurso del Estado de la Unión que ofrece el presidente cada año.
Los aliados que reciben esa distinción de hablar a los estadounidenses desde el podio engalanado con la bandera de las barras y estrellas evitan cualquier tema espinoso o incómodo y suelen destacar el grado de amistad que une a sus pueblos y gobiernos.
En cambio, Netanyahu, quien ideológicamente se identifica con los conservadores republicanos, ofrecerá desde el corazón de la política estadounidense su visión de cómo lo que está haciendo Obama para garantizar los usos pacíficos del plan nuclear de Irán pone en peligro la existencia misma del estado de Israel.
«Mi discurso no pretende ser irrespetuoso con el presidente Obama o la oficina que representa», dijo Netanyahu este lunes ante la sesión anual del Comité de Asuntos Públicos Israelí Estadounidense, considerada la principal organización que representa intereses israelíes en Washington.
John Boehner, el líder republicano que preside la Cámara de Representantes y quien es el inusual anfitrión, justificó la invitación asegurando que «el pueblo estadounidense tiene derecho» a conocer los temores que para un aliado crucial generan las políticas de Obama.
«Desacuerdos fundamentales»
Obama no recibirá a Netanyahu mientras esté de visita en Washington, en parte porque no fue él quien lo invitó y en parte porque las costumbres políticas no lo permiten o en todo caso lo desaconsejan.
La Casa Blanca explica que no puede recibir líderes extranjeros que estén en medio de procesos electorales -como Netanyahu, quien se mide en las urnas el próximo 17 de marzo- pero algunos lo ven como un desaire que evidencia el mal momento que atraviesan las relaciones bilaterales.
Aunque en una entrevista con la agencia de noticias Reuters presentada este lunes Obama reconoció que hay «desacuerdos fundamentales» con Israel, el presidente dijo estar más preocupado por lo que pueda hacer su Congreso para afectar el clima de las negociaciones con Irán que lo que pueda decir Netanyahu.
«Esto no es un asunto personal. Creo que es importante para todo país en su relación con EE.UU. reconocer que EE.UU. tiene un proceso de creación de políticas», dijo Obama.
El Congreso sopesa la posibilidad de imponer nuevas sanciones a Irán, algo que el ejecutivo ha pedido que no haga porque considera que emponzoñaría el clima de los diálogos y que el presidente ha prometido vetar en caso de que se apruebe una ley en ese sentido.
Pero además, será la instancia donde deberá ser ratificado cualquier acuerdo al que se llegue con los iraníes.
De ahí la importancia de la movida de Netanyahu, quien considera que apelar directamente a los legisladores estadounidenses es la última oportunidad de evitar lo que asegura que será un «mal negocio» que teme que no impedirá que Irán desarrolle un arma nuclear.
Efectos internos
Este aspecto de política exterior está teniendo repercusiones internas en los dos países.
En Israel, donde en dos semanas se realizarán elecciones generales, la visita del primer ministro es vista como una jugada ventajista con la que el aspirante a la reelección pretende presentarse como el candidato mejor posicionado para el manejo de los asuntos exteriores del gobierno de Tel Aviv.
En EE.UU. la presencia del israelí tiene más enfrentados que nunca a republicanos y demócratas, al punto que varios de los legisladores del partido de gobierno decidieron no estar presentes durante la intervención de Netanyahu.
El propio presidente Obama no verá el discurso, o al menos no todo, según dijo este lunes su secretario de prensa, Josh Earnest.
Esa división es inusual cuando se trata del manejo de relaciones con Israel, un país que goza de un respaldo casi unánime entre la clase política estadounidense y con cuya política exterior está permanentemente alineada, como demuestra su consuetudinaria defensa en foros internacionales como Naciones Unidas.
Israel, fime aliado
Aunque hay diferencias y roces, sería inexacto decir que hay un quiebre en esa relación especial.
Israel sigue siendo -seguirá siendo- el principal aliado militar de Washington en una región cada vez más convulsa como es Medio Oriente.
Seguirá contando con el apoyo financiero, militar y el respaldo político de EE.UU. en la ONU, evidenciado en el uso del poder de veto al que recurre EE.UU cuando se toman decisiones contrarias al interés israelí.
Pese a los tropiezos de los seis años de gobierno de Obama y Netanyahu, el vínculo binacional está fuertemente cimentado en políticas de Estado que van más allá de un asunto de simpatías personales o circunstancias electorales.
Tanto que pueden esperar por un cambio de guardia, y de partido, en la Casa Blanca.