La versión bíblica del Diluvio dice que saltaron “las fuentes del Gran Abismo” antes de que se abrieran “las compuertas del cielo”.
“En primer lugar, las aguas del «Gran Abismo» (descripción para los mares más meridionales, los mares helados del Antártico) se liberaron de su gélida reclusión; solo entonces comenzaron las lluvias a caer del cielo”.
Esta confirmación se repite al revés, cuando el Diluvio amaina: En primer lugar, las «Fuentes del Abismo se cerraron»; después, la lluvia «fue arrestada de los cielos».
Tras la primera y gigantesca marea, las aguas aún «iban y venían» en inmensas olas. Después, las aguas comenzaron a «retroceder», y «fueron menos» después de 150 días, cuando el arca se posó entre los picos del Ararat. La avalancha de agua, viniendo desde los mares del sur, volvió a los mares del sur.
¿Cómo pudieron predecir los Nefilim cuando se iba a desencadenar el Diluvio en la Antártida?
Sabemos que los textos mesopotámicos relacionan el Diluvio y los cambios climáticos que lo precedieron con siete pasos, algo que, indudablemente tiene que ver con el tránsito periódico del Duodécimo Planeta por las inmediaciones de la Tierra. Sabemos que, incluso la Luna, el pequeño satélite de la Tierra, ejerce la suficiente atracción gravitatoria como para provocar las mareas. Tanto los textos mesopotámicos como los bíblicos describían de qué forma se sacudía la Tierra cada vez que el Señor Celestial pasaba por sus inmediaciones.
¿Pudo suceder que los Nefilim, al observar los cambios climáticos y la inestabilidad de la capa de hielo antártica, se dieran cuenta de que, con el siguiente paso del Duodécimo Planeta, se desencadenaría la inevitable catástrofe?
Los antiguos textos demuestran que así fue como sucedió.
El más extraordinario de esos textos es uno que tiene unas treinta líneas inscritas, con una escritura cuneiforme en miniatura, en ambos lados de una tablilla de arcilla de poco más de dos centímetros de larga. Fue desenterrada en Assur, pero la profusión de palabras sumerias en el texto acadio no deja lugar a dudas sobre su origen sumerio. El Dr. Erich Ebeling determinó que era un himno que se recitaba en la Casa de los Muertos, de ahí que incluyera este texto en su obra maestra (Tod und Leben) sobre la muerte y la resurrección en la antigua Mesopotamia.
Sin embargo, un minucioso examen nos demuestra que la composición invocaba los nombres del Señor Celestial, el Duodécimo Planeta. En él, se elabora el significado de los distintos epítetos, relacionándolos con el paso del planeta por el lugar de la batalla con Tiamat,un tránsito que provoca el Diluvio.
El texto comienza anunciando que, a pesar de todo su poder y tamaño, el planeta (el héroe), no obstante, orbita al Sol. El Diluvio era el “arma” de este planeta.
Su arma es el Diluvio;
Dios cuya Arma trae la muerte a los malvados.
Supremo, Supremo, Ungido…
Quien, como el Sol, cruza las tierras;
el Sol, su dios, él teme.
Pronunciando el «primer nombre» del planeta que, desgraciadamente es ilegible, el texto describe su paso cerca de Júpiter, hacia el lugar de la batalla con Tiamat:
Primer Nombre,…….
el que repujó la banda circular;
el que partió en dos a la Ocupadora, echándola.
Señor, que en el tiempo de Akiti
dentro del lugar de la batalla de Tiamat reposa…
Cuya simiente son los hijos de Babilonia;
que no puede ser perturbado por el planeta Júpiter; que por su fulgor creará.
Al acercarse, al Duodécimo Planeta se le llama SHILIG.LU.DIG (líder poderoso de los jubilosos planetas). Se encuentra ahora muy cerca de Marte: «Con el brillo del dios Anu, dios Lahmu se viste». Entonces, soltó el Diluvio sobre la Tierra:
Éste es el nombre del Señor
que desde el segundo mes hasta el mes de Addar, las aguas ha espoleado.
La elaboración de los dos nombres del texto ofrece una importante información en cuanto al calendario. El Duodécimo Planeta pasó por Júpiter y se acercó a la Tierra en el tiempo de Akiti, cuando comenzaba el Año Nuevo mesopotámico. Durante el segundo mes estuvo muy cerca de Marte. Después, «desde el segundo mes hasta el mes de Addar» (el duodécimo mes), soltó el Diluvio sobre la Tierra.
Esto está perfectamente de acuerdo con el relato bíblico, que dice que “las fuentes del gran abismo saltaron” en el decimoséptimo día del segundo mes. El arca descansó en el Ararat en el séptimo mes; otra tierra seca era visible en el décimo mes; y el Diluvio terminó en el duodécimo mes, fue en «el primer día del primer mes» del siguiente año cuando Noé abrió la ventanilla del arca.
Al pasar a la segunda fase del Diluvio, cuando las aguas comenzaron a descender, el texto llama al planeta SHUL.PA.KUN.E.
Heroe, Señor Vigilante,
que reúnes las aguas;
que manando aguas
purificas al justo y al malvado;
que en la montaña de los picos gemelos
detuviste el………
…… pez, río, río; la inundación se detuvo.
En la tierra montañosa, sobre un árbol, el ave descansó.
Día que…… dijo.
A pesar de que algunas líneas son ilegibles por estar deteriorada la tablilla, los paralelismos con los relatos del Diluvio bíblico y los mesopotámicos son evidentes: la inundación había cesado, el arca se había detenido en la montaña de los picos gemelos; los ríos comenzaron a fluir de nuevo desde las cimas de las montañas y a llevar agua hacia el océano; se veían peces; se soltó un ave del arca. La ordalía había pasado.
El Duodécimo Planeta había pasado su cruce. Se había acercado a la Tierra y se alejaba, acompañado por sus satélites:
Cuando el sabio grite: «Inundación»
es el dios Nibiru «Planeta del Cruce»;
es el Héroe, el planeta de cuatro cabezas.
El dios, cuya arma es la Tormenta de la Inundación,
volverá; a su lugar de descanso bajará él mismo.
(El planeta, alejándose, afirma el texto, volvió a cruzar el sendero de Saturno en el mes de Ululu, el sexto mes del año.)
El Antiguo Testamento se refiere con frecuencia al momento en que el Señor hizo que la Tierra se cubriera con las aguas del abismo. El Salmo 29 describe la «visita» así como el «retorno» de las grandes aguas por el Señor:
Al Señor, vosotros hijos de los dioses,
dad la gloria, reconoced el poder…
El sonido del Señor está sobre las aguas;
el Dios de gloria, el Señor,
tronó sobre las grandes aguas…
El sonido del Señor es poderoso,
el sonido del Señor es majestuoso;
el sonido del Señor partió los cedros…
Hace bailar como un novillo al (Monte del) Líbano, y hace brincar al (Monte) Sirión como un toro joven.
El sonido del Señor enciende llamaradas;
el sonido del Señor sacudió el desierto…
El Señor al Diluvio (dijo): «¡Vuelve!».
El Señor, como rey, está en el trono para siempre.
En el grandioso Salmo 77 -«Mi voz hacia Dios yo clamo»-, el salmista recuerda la aparición y la desaparición del Señor en tiempos primitivos:
He calculado los Días de Antaño,
los años de Olam…
Recordaré las gestas del Señor,
recuerdo tus maravillas en la antigüedad…
Tu curso, Oh Señor, está determinado;
ningún dios es tan grande como el Señor…
Las aguas te vieron, Oh Señor, y se estremecieron; tus raudas chispas salieron.
El sonido de tu trueno retumbaba;
los relámpagos iluminaron el mundo;
la Tierra se agitaba y temblaba.
(Entonces) en las aguas iba tu camino,
tus senderos en las aguas profundas;
y tus huellas desaparecieron, desconocidas.
El Salmo 104, que ensalza las gestas del Señor Celestial, recordaba el momento en que los océanos arrasaron los continentes y se les hizo retroceder:
Fijaste la Tierra en constancia,
inconmovible para siempre jamás.
Con los océanos, como vestido, la cubriste; sobre los montes persistía el agua.
Al reprenderlas tú, las aguas huyeron;
con el sonido de tu trueno, se alejaron raudas.
Saltaron las montañas, bajaron a los valles
hasta el lugar que tú les habías asignado.
Les pusiste un límite, para que no lo pasaran; para que no vuelvan a cubrir la Tierra.
Las palabras del profeta Amós son aun más explícitas:
Ay de los que ansian el Día del Señor;
¿qué creéis que es?
Pues el Día del Señor es oscuridad y no luz…
La mañana se convirtió en la sombra de la muerte, el día se hizo oscuro como la noche; las aguas del mar se salieron y se derramaron sobre la faz de la Tierra.
Éstos, por tanto, fueron los acontecimientos que tuvieron lugar «en los días de antaño». El «Día del Señor» fue el día del Diluvio.
Después de aterrizar en la Tierra, los Nefilim asociaron los primeros reinados en las primeras ciudades con los signos del Zodiaco, dando a los signos los epítetos de los distintos dioses con los que estaban relacionados. Ahora, veremos que el texto descubierto por el Dr. Ebeling, no solo proporcionaba información a los hombres, sino también a los Nefilim. El Diluvio, nos dice, ocurrió en la «Era de la constelación del León»:
Supremo, Supremo, Ungido;
Señor cuya corona radiante con terror se carga.
Planeta supremo: un asiento él ha erigido
de cara a la limitada órbita del rojo planeta (Marte).
A diario, dentro del León él está ardiendo;
su luz, su brillo declara reinos sobre las tierras.
También podemos comprender ahora un enigmático versículo de los rituales de Año Nuevo, que dice que fue «la Constelación del León la que midió las aguas del abismo». Estas afirmaciones sitúan el tiempo del Diluvio dentro de un marco definido, pues, aunque los astrónomos de hoy en día no pueden determinar con precisión dónde establecían los sumerios el inicio de una casa zodiacal, la siguiente tabla de la eras se considera exacta.
– 60 a.C. a 2.100 d.C………..Era de Piscis
– 2.220 a.C. a 60 a.C………..Era de Aries
– 4.380 a.C. a 2.220 a.C……Era de Tauro
– 6.540 a.C. a 4.380 a.C……Era de Géminis
– 8.700 a.C. a 6.540 a.C……Era de Cáncer
– 10.860 a.C. a 8.700 a.C….Era de Leo
Si el Diluvio acaeció en la Era de Leo, es decir, en algún momento entre el 10.860 a.C. y el 8.700 a.C, la fecha del Diluvio coincide con nuestra tabla temporal. Según la ciencia moderna, la última glaciación terminó abruptamente en el hemisferio sur hace doce o trece mil años, y en el hemisferio norte entre uno y dos mil años después.
El fenómeno zodiacal de la precesión nos ofrece una corroboración aún más amplia de nuestras conclusiones. Habíamos concluido antes que los Nefilim llegaron a la Tierra 432.000 años (120 shar’s) antes del Diluvio, en la Era de Piscis. En los términos del ciclo precesional, 432.000 años comprenden 16 ciclos completos, o Grandes Años, y más de medio de otro Gran Año, dentro de la «era» de la constelación de Leo.
Podemos reconstruir ahora la tabla temporal completa para los acontecimientos de los que se ocupan nuestros descubrimientos.
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445.000 Los Nefilim, liderados por Enki, llegan a la Tierra desde el Duodécimo Planeta. Se funda Eridú -Estación Tierra I- en el sur de Mesopotamia.
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430.000 Las grandes placas de hielo comienzan a retroceder. El clima se hace benigno en Oriente Próximo.
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415.000 Enki se traslada tierra adentro y funda Larsa.
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400.000 El gran período interglacial se expande por todo el globo. Enlil llega a la Tierra, funda Nippur como Centro de Control de la Misión. Enki establece rutas marítimas hacia el sur de África y organiza operaciones mineras de extracción de oro.
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360.000 Los nefilim fundan Bad-Tibira como centro metalúrgico de fundición y refinado. Se construye Sippar, el espaciopuerto, así como otras ciudades de los dioses.
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300.000 El motín de los Anunnaki. Enki y Ninhursag crean al Hombre, el «Trabajador Primitivo».
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250.000 El «Homo sapiens primitivo» se multiplica y se propaga por otros continentes.
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200.000 La vida en la Tierra se retrae durante un nuevo período glacial.
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100.000 El clima se caldea de nuevo. Los hijos de los dioses toman a las hijas del Hombre por esposas.
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77.000 Ubartutu/Lámek, un humano de parentesco divino, asume la corona en Shuruppak bajo el patrocinio de Ninhursag.
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75.000 Comienza la «maldición de la Tierra» una nueva glaciación. Tipos regresivos de Hombre vagan por la Tierra.
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49.000 Comienza el reinado de Ziusudra (Noé), «fiel servidor» de Enki.
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38.000 El duro período climático de los «siete pasos» empieza a diezmar a la Humanidad. El Hombre de Neanderthal desaparece en Europa; sólo sobrevive el Hombre de CroMagnon (establecido en Oriente Próximo).
Enlil, desencantado con la Humanidad, busca su exterminio.
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13.000 Los Nefilim, al tanto de la inminente inundación que se desencadenará con la aproximación del Duodécimo Planeta, se conjuran para dejar perecer a la Humanidad. El Diluvio arrasa la Tierra, dando fin súbitamente a la glaciación.
Extracto de: “El Duodécimo Planeta” de Zecharia Sitchin
http://www.bibliotecapleyades.net/sitchin/planeta12/12planet_06.htm