La semana pasada Homo habilis volvió a ser noticia en la revista Nature. Fred Spoor y un elenco de primeros espadas, la mayoría de ellos pertenecientes al Departamento de Evolución Humana del Instituto Max Planck de Alemania, han publicado un magnífico trabajo de reconstrucción del ejemplar OH 7 del yacimiento de Olduvai (Tanzania). Este ejemplar se considera el representante (holotipo) de la especie Homo habilis.
Los autores de este trabajo han empleado técnicas digitales para reconstruir la mandíbula OH 7, que perteneció a un individuo inmaduro. La mandíbula fue presionada por los sedimentos y quedó muy distorsionada. Pero los programas informáticos actuales permiten realizar reconstrucciones muy fiables, sin menospreciar por supuesto la habilidad y los conocimientos de quienes realizan el trabajo. El resultado es espectacular y nos muestra una mandíbula de aspecto muy primitivo, que recuerda a la de los australopitecinos. Es evidente que Homo habilis tuvo una cara muy proyectada hacia delante y una arcada dental con forma de U. Aquellos investigadores que han defendido el cambio de género para incluir los especímenes de Olduvai en Australopithecus habilis se sentirán muy reconfortados con esta investigación.
Sin embargo, y aquí llega lo más sorprendente del trabajo, la reconstrucción digital de los restos de los huesos parietales de OH 7 sugieren que este individuo tuvo un cerebro de unos 800 centímetros cúbicos. Las estimaciones iniciales daban por sentado un volumen de unos 650 centímetros cúbicos para el cerebro de OH 7. Si bien es cierto que el posible rango de error de los últimos análisis es elevado debido a la ausencia de los huesos temporales, el frontal y el occipital, los datos obtenidos han causado una gran perplejidad. Además, no es menos cierto que las primeras estimaciones fueron realizadas sin el apoyo de las técnicas actuales. De este modo y si todas las
reconstrucciones son correctas, y no hay motivos para dudar de ello, tendríamos una especie humana con una cabeza relativamente grande y una cara de aspecto muy primitivo.
La reconstrucción de la mandíbula OH 7 se ha comparado con los maxilares de especímenes atribuidos a Homo rudolfensis (KNM-ER 1470) y Homo habilis (A.L. 661-1), obtenidos en los yacimientos de Turkana (1,8 millones de años) y Hadar (2,3 millones de años). Las arcadas dentales de estos ejemplares son mucho más cortas y no encajan en absoluto con la arcada tan larga y primitiva de OH 7. Todo ello introduce cierto alivio a los que defienden que Homo rudolfensis es una especie válida y distinta de Homo habilis, pero añade una gran incertidumbre al origen del género Homo (ver post anterior) ¿Cuál de las dos especies dio lugar a Homo ergaster/Homo erectus? ¿Quizá ninguna de las dos? ¿Falta información para construir una filogenia consistente de las primeras etapas del género Homo?, ¿o quizá ya la tenemos y no somos capaces de reconocerla?
Aparte de los magníficos y complejos análisis de este trabajo y la habilidad en la reconstrucción de la mandíbula OH 7, la mejor virtud de la investigación es la apertura de muchos interrogantes, que encienden nuestra imaginación y nos obligarán a reconsiderar muchas de las hipótesis que ya se estaban oxidando en un cajón. La especie Homo habilis tendrá que pasar por muchos más análisis. Quizá permanezca en cuidados intensivos durante algún tiempo.