Un rey enterrado bajo un estacionamiento no parece propio del boato monárquico que caracteriza a Reino Unido.
Esto quedará resuelto este jueves, más de cinco siglos después, cuando Ricardo III reciba el digno sepelio al que parecía destinado un monarca de su posición y que el devenir de la historia le negó.
Los restos del monarca, que murió en el siglo XV durante la batalla de Bosworth Field, cerca de Leicester, Inglaterra, serán finalmente enterrados en la catedral de esta ciudad.
El tiempo no parece haber hecho mella en su carisma, a tenor del multitudinario cortejo que el domingo recibió en Leicester donde fueron hallados sus restos hace tres años.
Miles de personas acompañaron el recorrido del carruaje tirado por caballos que portaba el sencillo ataúd de roble del último monarca de la casa de los York.
El funeral será retransmitido por televisión, casi con honores de Estado. Incluso Isabel II delegará su presencia en la condesa de Wessex, Sophie Rhys-Jones, quien pronunciará unas palabras en su nombre.
No en vano, el de Ricardo III será el primer funeral británico por un rey desde 1952, cuando fue enterrado Jorge VI.
La muerte de Ricardo III
Según las pesquisas de los investigadores de la Universidad de Leicester, Ricardo III (1452-1485) murió aquel 22 de agosto de 1485, a los 32 años.
Con tan solo dos años de reinado, Ricardo III se enfrentaba a las fuerzas de Enrique Tudor para mantener el poder.
En el fragor de la lucha, el rey quedó atrapado en una ciénaga y desmontó de su caballo. En algún momento perdió su casco de guerrero.
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Pronto se vio rodeado por un grupo de enemigos que lo atacaron ferozmente con espadas, dagas y otros objetos punzantes. Hasta 11 heridas recibió, muchas de ellas en el cráneo, como mostraron las tomografías que realizaron los científicos de Leicester.
Su muerte significó la llegada al trono de Enrique VII, el primero de la dinastía Tudor.
Historia controvertida
A partir de ahí su nombre fue vilipendiado.
Los Tudor lo presentaron como un tirano sediento de sangre y sin escrúpulos. Se dice que encerró a sus sobrinos en una torre y que finalmente los mató para conservar el trono.
Relatado como un tullido, jorobado y poco agraciado, William Shakespeare lo inmortalizó en su obra Ricardo III como un soberano acorralado que en plena lucha grita “¡Un caballo! ¡Mi reino por un caballo!”.
Pero también hay otra cara de Ricardo III.
Los historiadores hablan también de un servidor eficaz y leal a su hermano Eduardo IV.
Cuando subió al trono, demostró también un cierto carácter reformista. Promovió una serie de reformas administrativas y, sobre todo, jurídicas, que beneficiaron al ciudadano común.
La historia le ha regalado también un desmentido estético. Los avances de la ciencia niegan ese supuesto aspecto monstruoso.
La recreación de su aspecto dice que su rostro era apuesto, y que la escoliosis no desfiguraba su esbeltez.
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La batalla de sus huesos
Vilipendiado durante siglos, ahora su noble calavera se toma la revancha. Pues sus restos se han convertido en un preciado tesoro que puede atraer auténticos ríos de turistas.
Si sus últimos momentos los pasó en una batalla, el hallazgo de su esqueleto en un estacionamiento en 2012 -sobre las ruinas de la abadía de Greyfriars– ha desatado otra entre dos ciudades: Leicester -donde murió- y York, la ciudad a la que pertenecía su familia.
Desde que los arqueólogos que lo encontraron y el ministerio de Justicia británico decidieron que los restos del monarca debían permanecer en Leicester, una quincena de descendientes de Ricardo III pugnaron por que fuese enterrado en York.
Pero los tribunales no les dieron la razón.
El debate se trasladó a la ciudadanía, donde partidarios de ambos bandos recogieron firmas online para reclamarle al Gobierno la sepultura en sus respectivas ciudades.
Sea como fuere, los restos de Ricardo III descansarán en la catedral de Leicester.
En paz o no, no se sabe, depende de la versión de su leyenda con la que se quede cada cual.
En cualquier caso, el rey abyecto y jorobado se ha convertido ahora en una estrella mediática e, incluso, bella. El péndulo de la historia avanza ahora a su favor.
Si el vilipendiado en la Historia, Ricardo III, se toma la revancha medio milenio después, nos queda la esperanza de que también nosotros seamos revanchados algún día de todos los ultrajes que se hayan cometido
contra nos.