Los seres humanos, como los vegetales y los animales, poseemos memoria genética, pero no somos conscientes de ella. Si lo fuéramos nuestro proceso evolutivo sería muy rápido.
Se dice que la memoria es el resultado de un proceso mental. Por tanto depende de la personalidad de cada cual, de sus filtros culturales, ambientales, etc., lo cual puede acarrear problemas en el modo de percibir la realidad y la relación con los demás. Nuestra personalidad viene condicionada por el pasado cultural, social, y por los sucesos históricos.
Nuestra guerra civil española, tan lejana ya en el tiempo, ha marcado y condicionado a muchos. El exterminio de judíos en los campos de concentración nazis, es seguro que también ha significado un antes y un después para muchas personas. Son sólo dos ejemplos de los muchísimos hechos históricos que han ejercido y, aún hoy, ejercen una poderosa influencia. De todos estos hechos se conservan recuerdos bien visibles, y en muchos casos se dedican recursos para que no se deterioren por aquello de la memoria histórica, con objeto de que se tenga presente y no se olvide. Tal es el caso, por ejemplo, de algún campo de exterminio nazi visitado por muchos judíos.
Las visitas a esos campos de exterminio serían útiles si sirvieran para que cada visitante empleara su energía para crear una sociedad en la que esos hechos no volvieran a repetirse jamás. Si por el contrario, esas visitas sirven para mantener vivos unos sucesos terribles, que alimenten el rencor, el odio, la venganza, para justificar, a su vez, nuevos deseos de exterminio…en ese caso carece de sentido conservar y mantener en buen estado esos recuerdos.
Siempre que un tirano, un déspota, un dictador cruel, ejerce su poder es que hay miles de personas que sintonizan con sus ideas. Quizás luego hay otros que por miedo no se atrevan a enfrentarse a él, es probable incluso que algunos piensen que defienden, luchan, por una causa justa, por un mundo mejor, pero todos indudablemente colaboran en su causa.
En lugar de mantener vivos los recuerdos crueles del pasado, es nuestro deber analizar profundamente, concienzudamente, las circunstancias que condujeron a esa situación, y estudiar, comprender y asimilar, los errores cometidos de manera que aquellas circunstancias nunca más se reproduzcan. Este modo de proceder no solamente debemos aplicarlo a hechos históricos que afecten a la humanidad, sino también a la conducta de cada uno de nosotros en la vida diaria, haciendo realidad aquello: PAZ EN MI CORAZÓN = PAZ EN EL MUNDO.
Si, por ejemplo, aparece un tirano, un dictador vocacional, en el trabajo, en un grupo, en un país, hagamos lo posible para que nadie sintonice con sus ideas, que nadie pueda seguirle y, por tanto, no pueda sembrar las semillas del odio. Los seres humanos seguimos enfrentándonos por sucesos del pasado, ya sea por la presión de las ideas religiosas, políticas, económicas, que hacen que consideremos a los otros como enemigos. A veces las consideradas “ofensas” pasan de generación en generación. Si no nos liberamos del pasado no podremos escapar de la cadena de los hechos.
Sabemos que después de Einstein y de la Física Cuántica, la percepción de la realidad no es una, objetiva e inamovible, sino que en la medida que nuestra percepción de algo cambia, el objeto mismo cambia también. Así pues la herramienta más eficaz para transformar el mundo es nuestra capacidad para cambiar de mentalidad. Percibimos la realidad según nuestro pasado, lo trasladamos al presente y creamos el futuro similar al pasado, con lo cual no avanzamos.
En consecuencia, deshagámonos del pasado, de las viejas ataduras, aprendamos de los errores de nuestra experiencia, olvidémonos de lo que alguien dijo o hizo, pasemos página de nuestra historia personal, y ejerzamos nuestra libertad de decidir aquí y ahora lo que deseemos hacer.
Jesús Timoneda Monfil