«Alguien dice: «¿Responsabilidades yo? ¡De ninguna manera! No me casaré, no tendré hijos, rechazo cualquier atadura: ¡quiero ser libre!» ¡Qué ilusión! Interiormente estará aún más limitado que los demás que han aceptado responsabilidades, obligaciones, porque esta voluntad de ser libre no le ha sido inspirada por un ideal noble y desinteresado.
Sólo nos liberamos si asumimos primero nuestros compromisos, y no desentendiéndonos de todos nuestros deberes para con la familia y la sociedad. El que busca la libertad rechazando o, peor aún, abandonando sus responsabilidades para vivir una vida fácil en el egoísmo y los placeres, encuentra fatalmente, un día u otro, nuevos obstáculos, nuevas servidumbres para hacerle comprender que se equivoca. Mientras no haya resuelto el problema gracias al cual debe instruirse, no encontrará salida por ninguna parte. Allí a donde vaya, deberá afrontar una situación todavía más penible. Es como si las leyes que rigen el destino le dijesen: «¿No has querido aprender nada allí abajo? Pues bien, ¡aquí tienes otra cosa que aprender!» No hay que huir de las dificultades, sino tratar de comprender bien su sentido y hacer lo que sea necesario para superarlas. Nada es tan valioso como la libertad, pero sólo si la buscamos de acuerdo con las leyes divinas.»
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¿Y cuales seran esas leyes divinas?