Las excavaciones en Boxgrove comenzaron en 1982. Este yacimiento británico está situado en el condado de West Sussex, al sur de la Gran Bretaña y no lejos de Londres. La superficie total del yacimiento tiene cerca de diez hectáreas, una extensión equivalente a unos diez campos de fútbol. En el Reino Unido no abundan los yacimientos del Pleistoceno, simplemente porque durante el 80 por ciento del último millón de años la mayor parte de su superficie estuvo cubierta por un manto de hielo. Así que Boxgrove representaba un buen lugar para obtener información sobre el primer poblamiento de las Islas Británicas. Las evidencias arqueológicas eran magníficas. A medida que progresaba la excavación se fue obteniendo una colección extraordinaria de herramientas de piedra de tecnología achelense. Se realizaron dataciones y se llegó a la conclusión de que el yacimiento tenía aproximadamente medio millón de años. En otras palabras, Boxgrove contenía pruebas incontestables sobre la presencia más antigua de seres humanos en Europa. El descubrimiento de la mandíbula de Mauer en 1907 (Homo heidelbergensis) siempre había dejado muchas lagunas sobre el lugar de su hallazgo en las arenas de las terrazas del río Neckar. Los fósiles de animales del yacimiento sugerían unos 600.000 años de antigüedad. Pero la presencia de determinados fósiles no es una prueba definitiva para dictaminar de manera inequívoca sobre la posición temporal de un yacimiento. Se necesitan los datos cuantitativos que ofrecen los diferentes métodos de la gecronología. Ya adelanto que esa antigüedad ha podido ser corroborada en 2010 mediante el uso del método ESR y de las series de los isótopos del uranio.
En los años 1980s y la primera parte de la década de los años 1990s se debatía sobre la posibilidad de una colonización de Europa por parte de alguna especie humana en fechas anteriores al medio millón de años. Las evidencias eran escasas y muchos yacimientos, supuestamente muy antiguos, se podían cuestionar por diferentes razones. Entre ellos estaba el propio nivel TD4 del yacimiento de la cueva de la Gran Dolina, en la sierra de Atapuerca. En 1990 y 1991 habíamos encontrado cuatro herramientas de cuarcita de manufactura muy primitiva. Los restos fósiles de animales encontrados en este nivel apuntaban a fechas próximas al millón de años. Sin embargo, estábamos en la misma situación que el propio yacimiento de Mauer. Los datos aportados por la fauna eran insuficientes. Además, un nutrido grupo de arqueólogos europeo dudaba de la autenticidad de las herramientas encontradas en TD4 y en otros yacimientos del viejo continente de una antigüedad similar. Entre ellos estaba el responsable de Boxgrove, Mark Roberts.
Así las cosas, en 1994 apareció una tibia humana en el yacimiento de Boxgrove. Fue todo un acontecimiento en el Reino Unido. El 26 de mayo de ese mismo año la portada de la revista Nature nos mostraba el hallazgo de Boxgrove. Se publicó con la convicción de que se había encontrado el resto humano más antiguo de Europa. Estoy seguro que la mandíbula de Mauer se “revolvía” en su cajón de la Universidad de Heidelberg. O quizá lo hacían quienes la custodiaban.
A finales de mayo de 1994 el equipo de Atapuerca ya estaba planificando la continuidad de la excavación del sondeo arqueológico de Gran Dolina, iniciado un año antes. El 8 de julio de 1994 aparecieron en el nivel TD6 cerca de un centenar de fósiles humanos, 150 herramientas de sílex y cuarcita de manufactura muy primitiva, así como varios centenares de restos de micro- y macromamíferos. Esta información fue trascendental para situar en el tiempo el nivel TD6, mediante el estudio del magnetismo remanente de toda la secuencia sedimentaria de Gran Dolina. Las evidencias no ofrecían dudas. Los fósiles humanos y las herramientas tenían más de 780.000 años. Los primeros resultados se publicaron en 1995 en la revista Science. Dos años más tarde, la misma revista publicó la diagnosis de la especie Homo antecessor. Los responsables de todos los yacimientos cuestionados por la arqueología europea respiraron tranquilos, pero el yacimiento de Boxgrove pasó a un segundo plano, especialmente cuando su antigüedad se situó entre 400.000 y 450.000 años, coincidiendo con una de las fases cálidas del Pleistoceno. Solo en esos períodos las Islas Británicas eran habitables.
La lección que todos aprendimos fue importante. Cada descubrimiento tiene que pasar por muchas pruebas antes de lanzar las campanas al vuelo. Es mejor ser prudentes que caer en el olvido. El caso de Boxgrove es injusto, porque las hachas de mano y otras herramientas de tecnología achelense son auténticamente “de libro” por su perfección. Boxgrove dice mucho sobre el poblamiento de las Islas Británicas en un cierto momento del Pleistoceno. Otros yacimientos más antiguos del Reino Unido, como Happisburg y Pakefield, le han robado todo el protagonismo que tuvo en su día.