El parque de diversiones en China donde todos son enanos

Residentes del Reino de las Personas Pequeñas
Muchos residentes aseguran que no sufren aquí la discriminación que padecían en otras partes de China.

El Reino de las Personas Pequeñas es una de las atracciones turísticas más inusuales de China.

El reino fue establecido en 2009 para ofrecer una fuente de empleo a las personas enanas, muchas de las cuales son blanco de prejuicios y supersticiones este país. Pero los críticos aseguran que el parque de diversiones aísla a quienes trabajan allí del resto de la sociedad.

Cuando llego al Reino, un grupo emerge de la neblina típica de esta zona montañosa para darme la bienvenida. Sus integrantes me parecen a primera vista francamente infelices y explotados.

Hay «guardias» con atuendos medievales y escudos de plástico. Un grupo de bailarines con maquillajes cargados sonríe y saluda amablemente a los cerca de 50 visitantes que llegaron para el espectáculo matutino.

A través de un intérprete los organizadores me explican que el reino cuenta con un servicio de bomberos, una fuerza de policía un parlamento y un líder electo democráticamente.

Aquellos que no pueden bailar o participar en espectáculos tienen trabajos en actividades como seguridad, limpieza, cocina o artesanías.

Organizado

Todo aquí parece estar mejor organizado que en el centro urbano más cercano, Kunming, una ciudad de grandes ambiciones y belleza natural, pero cuya infraestructura no parece estar a la par de su reciente crecimiento.

Los hoteles «de lujo» en Kunming tienen televisores de alta definición, pero carecen de calefacción. Las autopistas están sin terminar. Los baños públicos no se tapan siempre que se trate de líquidos, pero me advierten que «no funcionan bien con sólidos».

El parque recibe turistas principalmente de otras partes de China.

El reino para personas de crecimiento limitado tiene casas de plástico en forma de hongos, similares a las que podían verse en un juego de Nintendo en la década de los 90. Los residentes aguardan en una especie de loma o montículo, desde donde descienden para participar en los desfiles.

Pero no viven en estas casas en forma de hongo, sino en dormitorios con calefacción a cierta distancia.

En el desfile, los participantes van a ambos lados del emperador, un hombre mayor que lleva un manto negro y saluda con la mano a sus súbditos.

Sólo pueden vivir aquí quienes tengan menos de cierta altura. Y extrañamente, hasta los perros son diminutos, solo se ven chihuahuas y papillons.

Un presentador entusiasta con un micrófono detalla los eventos planeados para el día. Los cantantes muestran un entusiasmo desbordante, que más que compensa su falta de habilidades vocales.

La mayoría de los visitantes son turistas chinos, que toman fotos y alientan a los bailarines mientras danzan o participan en exhibiciones de gimnasia o pruebas de fuerza muscular. Un hombre con enormes bíceps levanta pesas de mayor tamaño que su propio cuerpo.

Muy pocos de los cerca de 200 residentes del parque abandonaron el lugar.

La audiencia se ríe con un hombre vestido de mujer que lanza un implante de silicona a la multitud. El público responde con una lluvia de rosas.

Muchos turistas se toman fotos con los bailarines (el más popular es el de menor estatura) antes de ser invitados a tomar el té en las casas en forma de hongo.

Los dueños del parque quieren que antes de irme conozca a la mayor cantididad posible de residentes y me aseguran una y otra vez que no hay secretos.

«Felices»

Las personas que viven aquí ciertamente parecen felices y relajadas. En muchas partes en China las personas enanas no conocen a otros con características similares, pero aquí son aceptados, pueden tomar clases de idiomas y reciben ropa y un salario.

Me reúno con una de las presentadoras Xiao Xiao, «Pequeña Pequeña», quien tiene novio y dice estar feliz aquí. Ella me cuenta que muy pocos de los cerca de 200 residentes han abandonado el parque sobre todo porque extrañaban a su familia y sus hogares.

Antes de venir al Reino, Xiao Xiao solía cantar en bares a cambio de alguna propina y debía soportar que los borrachos intentaran tocarla o le lanzaran botellas.

Ahora canta en un escenario de verdad, el público la aplaude y le lanza flores.

Otra mujer me dice que dejó un trabajo tóxico en una planta de fundición de metales. Algunos residentes subsistían pidiendo limosna o robando. Según parece, las personas enanas tienen acceso a muy pocos trabajos en China.

Algunos de los residentes subsistían antes cantando en bares o pidiendo limosna.

Y las burlas o la agresión que padecen en otros sitios no ocurren aquí.

Durante los tres días que permanecí en esta parte de China visité varias veces el Reino.

Y poco a poco me di cuenta que para quienes viven aquí, el amor y el sexo también son atracciones importantes.

Muchos de los residentes tenían serias dificultades antes para encontrar pareja, pero en el Reino ya ha habido varios matrimonios con los consiguientes nacimientos y celebraciones.

Además las puertas no están trancadas con cerraduras porque, según me dicen, aquí no hay crímenes. Cualquier disputa de pareja o de otro tipo es resuelta por un consejo electo.

El espectáculo y el lado público de la vida puede ser considerado por algunos chabacano, casi de mal gusto.

Pero en los hogares de los residentes, más allá de los escenarios, hay privacidad y respeto.

Antes de partir, converso otra vez con Xiao Xiao, quien me dice que adonde quiera que vaya, aquí o afuera del Reino, la gente parece estar fascinada con su altura.

No puedo evitar preguntarme si vale la pena ser objeto de atracción durante cuatro horas al día a cambio de un poco más de seguridad y alegría.

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