Satélites para salvar a los quebrantahuesos

Los muladares son claves para la supervivencia de las poblaciones, afirman los investigadores

Satélites para salvar a  los quebrantahuesos

Responsable de la Fundación para la Conservación del Quebrantahuesos, con un ejemplar adulto al que se le incorporó un emisor de seguimiento vía satélite.

La emoción te embarga cuando, sobre la Sierra de Castril, observas en pleno vuelo a un enorme y jovenzuelo quebrantahuesos (‘Gypaetus barbatus’). Una escena que hace poco más de una década hubiera resultado imposible.

Esta especie de ave carroñera, en grave peligro de extinción en Europa y España, desapareció del Parque Natural de la Sierra de Cazorla, Segura y Las Villas en 1987 y la prohibición europea de los muladares -como consecuencia del ‘mal de las vacas locas’ o encefalopatía espongiforme bovina no le dio facilidades a la especie para su expansión desde los Pirineos.

Gracias al programa de reintroducción de la especie de la Junta de Andalucía, los quebrantahuesos volvieron a su último territorio histórico de Andalucía en 2006, cuando comenzó la liberación de ejemplares. Ya son, según datos de la Consejería de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio de Andalucía, más de 31 los ejemplares liberados, que sobrevuelan tanto las sierras de Cazorla, como la cercana de Castril.

Es sin embargo en los Pirineos, donde se encuentra la única población salvaje de quebrantahuesos de toda Europa continental. Aunque los esfuerzos por conservarla, recuperarla y reintroducirla están dando sus frutos, ya que, «desde finales de los años ochenta hasta la actualidad, la población se ha recuperado de forma notable. A modo de ejemplo, en Aragón se ha pasado de 39 unidades reproductoras en el año 1994 a 86 en 2014», explica a Sinc Pascual López, coautor de un estudio que publica la revista ‘Ardeola’, en el que se utiliza una novedosa técnica de seguimiento de estas aves: el control por satélite.

Las poblaciones de quebrantahuesos sufrieron un fuerte declive en el último tercio del siglo pasado. Para evitar que esto vuelva a repetirse y conocer en profundidad los comportamientos de estas aves cuya envergadura alar puede alcanzar los 3 metros, hace décadas que se desarrollan diferentes trabajos de investigación encaminados a averiguar cuál es el tamaño de las áreas de campeo de la especie mediante el empleo de diferentes técnicas.

«Tradicionalmente han consistido en el marcaje de individuos mediante señales alares, que permiten la lectura a distancia y el reconocimiento individual de los ejemplares. Además, hasta la fecha, la mayor parte de estudios en nuestro país se habían llevado a cabo gracias al empleo de técnicas de seguimiento mediante señales de radio, que son recogidas en el campo por una antena receptora y que permiten establecer la posición del individuo por triangulación o radio-tracking», explica López.

Estos estudios determinaron que los quebrantahuesos -su nombre se debe a que lanzan desde la altura huesos para que se rompan al estrellarse contra el suelo para poder comérselos- se mueven en amplias extensiones del territorio aunque, hasta la fecha, no se conocía con exactitud cuál es el tamaño real que podían llegar a alcanzar estos movimientos ni las áreas geográficas por las que los ejemplares se movían.

Para responder a estas cuestiones se inició en 1999, desde la Fundación para la Conservación del Quebrantahuesos, un proyecto de seguimiento de ejemplares con técnicas vía satélite que finalizó en 2006. «Se capturaron y marcaron nueve ejemplares de distintas edades para poder establecer la relación que había entre los puntos de alimentación suplementaria -los muladares y comederos específicos establecidos a lo largo del Pirineo- y los movimientos de estas aves», aclara el investigador.

Gracias a este trabajo se ha podido estudiar con un nivel de precisión sin precedentes el tamaño de las áreas de campeo de la especie en nuestro país. Los resultados muestran cómo los quebrantahuesos seguidos por telemetría satelital (no reproductores) no abandonan la cordillera pirenaica durante todo el período de seguimiento. La zona que abarca el área de campeo de estas aves es de 11.700 km2 de promedio, con notables diferencias entre individuos (desde apenas 1.800 km2, hasta casi 23.000 km2 los que más recorren).

«Dichas áreas fueron inferiores a lo descrito previamente en otros estudios publicados sobre la especie en Sudáfrica y ligeramente superiores a lo descrito en los Pirineos y los Alpes -donde también ha sido reintriducido- con técnicas convencionales, que no permitían determinar con tanta precisión el tamaño de las áreas en las que se mueven», asegura López.

Uno de los resultados más interesantes del trabajo es que todos los ejemplares marcados incluyeron puntos de alimentación suplementaria -comederos específicos y muladares- en sus áreas de acción.

Según el experto, este hecho «tiene especial relevancia desde el punto de vista de la conservación, ya que demuestra, una vez más, que el solapamiento entre las áreas de campeo y las fuentes de alimento predecible -como los comederos- son fundamentales para aumentar la supervivencia y por tanto disminuir el riesgo de mortalidad de la especie en nuestro país. Esto es especialmente importante para los juveniles sin experiencia y los individuos que pertenecen a la fracción no reproductora de la especie».

El estudio muestra que la telemetría satelital es la mejor técnica disponible para poder comprender la ecología espacial y el comportamiento de las aves carroñeras, principalmente los buitres. «Es un tipo de trabajo clave para la conservación de este grupo de especies, que estuvieron amenazadas en nuestro país por la falta de alimento, debido a las políticas de cierre de comederos propuestas por la Unión Europea en el año 2000», concluye López.

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