Las redes sociales pueden ayudar a acercar a la gente y a compartir información.
Sin embargo, el raudal de actualizaciones, invitaciones y oportunidades para ganar la aprobación explícita y respuestas de amigos y familia puede crear un problema.
Para algunos, lo que se conoce como FOMO -del inglés «fear of missing out«, que en español sería «miedo a perderse algo»- los lleva al borde de una «adicción».
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La BBC retó a un grupo de estudiantes del colegio Haggerston en Londres a que le diera la espalda a Facebook, Twitter y demás redes sociales durante una semana.
Así describe Uche, uno de los chicos, su experiencia:
«Después de un día, no es que lo estuviera extrañando, pero ciertamente quería chequear qué me había llegado. Me alivió haber sobrevivido el primer día.
Traté de mantenerme ocupado, divirtiéndome con mis amigos después de clases, jugando baloncesto, pero apenas llegué a casa y me reconecté con el wi-fi, empecé a recibir mensajes, alertas, actualizaciones de Facebook y fotos. Con todo eso sucediendo en mi teléfono, estuve muy tentado a sumergirme en las redes sociales.
El viernes estuvo bien pues fui a entrenamiento de baloncesto y cuando regresé, no sentí la urgencia de usar las redes pues estaba muy cansado. En vez de eso, tomé un libro que había querido leer desde hacía un par de meses.
Lo fastidioso fue que estaba superceloso de mi hermana menor pues la escuchaba riéndose a carcajadas de videos y mensajes que le habían enviado sus amigos: fue toda una tentación pues me hizo pensar en todo lo que me podría estar riendo, todas las fotos que podría ver y las actualizaciones que podría revisar.
El sábado fue el día más duro y varias veces quise darme por vencido pues el aburrimiento era insoportable. Es el día en el que normalmente mi alarma de notificaciones no deja de sonar.
No podía salir a jugar baloncesto o a encontrarme con mis amigos pues estaba demasiado cansado y porque necesitaba de las redes sociales para hacerlo. Mi primo vino a visitarme pero eso no ayudó pues no paró de hablar de lo que la gente estaba haciendo en línea.
Fue muy difícil resistir el impulso de chequear Facebook y otras redes porque cuanto más tiempo pasaba, me sentía más aislado y desconectado del mundo entero.
El domingo no fue tan difícil, aunque sí aburrido. Fui a la iglesia pero apenas regresé, las notificaciones empezaron a llover nuevamente.
No me acuerdo en qué pensé para poder resistir todo el fin de semana, pues cada hora que pasaba aumentaba el volumen de la voz que me decía que abriera Facebook o que mirara un mensaje.
El lunes fue un día interesante pues literalmente lo que hice todo el tiempo que estuve en la escuela fue ponerme al día, escuchando relatos sobre lo que me había perdido desde el viernes. También me enteré que tres de mis amigos que habían aceptado este reto se habían dado por vencidos. Eso me hizo sentir diferente respecto a mi reto personal: el impulso pareció diluirse un poco pues mis amigos ya no estaban participando.
El martes no estuvo mal, pues era el penúltimo día: no fue tan fácil como esperaba pero ya se iba a terminar.
Tuve un partido de baloncesto después del colegio y como perdimos por un punto, estaba demasiado furioso, agotado y hambriento como para hablar con la gente, lo que incluía pensar siquiera en mi teléfono.
Si hubiéramos ganado el partido, habría estado tan contento que habría querido contárselo a todo el mundo y habría perdido en este desafío. Obviamente no es rico perder un juego pero lo que no sabía era que eso me dio la oportunidad de decir que completé y pasé con éxito el reto que me puso la BBC.
Aprendí que no soy tan dependiente de mi teléfono o las redes sociales como pensé al principio. Me ayudó a desarrollar mi autocontrol, algo que ahora puedo aprovechar cuando lo necesite.
También aprendí que alejarse por un rato de todo el caos me hizo bien. Aunque me sentí desconectado por un rato, al final me hizo sentir más seguro de mí mismo pues ahora sé que no tengo que impresionar a nadie o estar celoso de nada de lo que está online.
Honestamente, si me hubieran preguntado si pensaba que era un adicto antes de esta prueba habría dicho que sí: suena horrible pero era como una droga y te puede perjudicar como una droga.
Esto fue una alerta y me ha hecho consciente de cómo debo usar las redes sociales. Pude apreciar sus beneficios y desventajas, y le pasaré estos conocimientos y experiencia a mi hermana menor».
Una de las cosas que más he apreciado en mi vida es haber llegado a tiempo a la Cibernética. Pero la verdad es que el exceso de ella me agobia como si sufriera agorafobia y me encontrase atrapada en una multitud en la Plaza de San Pedro o de Tiannamen, o culquier otro conglomerado.