El dragón es, sin lugar a dudas, el rey de los animales fantásticos. Las leyendas sobre estas criaturas con aspecto de reptil, capaces de volar y arrojar fuego, están extendidas por prácticamente todo el mundo. Su presencia, expresión de fuerzas ocultas, está asociada a la mitología, al arte y a las más variadas creencias. Pero tras estos relatos de carácter mítico quizá podría subyacer una realidad aún ignorada. ¿Es posible que la sugerente figura del dragón sea el recuerdo de unos extraños animales todavía no clasificados por los zoólogos?
El cazador profesional James Kosi estaba convencido de que vio al extraño ser de cuya existencia le habían hablado los nativos del oeste de Namibia: un animal de alas membranosas y el tamaño de una avioneta que planeaba entre unas cuevas…
Los nativos de varias aldeas de la zona oriental de Nueva Guinea se toparon con una especie de lagarto gigante que mató a varios de ellos con sus poderosas garras….
Hasta bien entrado el siglo XX, en los Alpes se avistó a un extraño animal de aspecto similar a un gusano pero de aproximadamente dos metros de longitud… ¿Son los dragones unas criaturas simplemente legendarias o tras el mito existe una realidad que hasta ahora ha pasado inadvertida?
La creencia en estas criaturas fantásticas está extendida prácticamente por todo el mundo. Pero más allá de las tradiciones míticas que hay en torno a su figura y de las leyendas que los tienen como protagonistas, queda la duda de si su existencia es únicamente simbólica o está basada en una realidad zoológica. ¿Existen o han existido los dragones?
Pocos siglos atrás, numerosos naturalistas consideraban indudable que los dragones eran animales reales. Uno de ellos, Edward Topsell, afirmaba en 1608 que estas criaturas estaban muy próximas a los reptiles y, más concretamente, a las serpientes. «Hay diferentes tipos de dragones, que se pueden distinguir por los países donde viven, por su cantidad y magnitud y por la diferente apariencia de sus partes externas», explica Topsell en uno de sus tratados.
Durante los años siguientes, los científicos persiguieron la pista de estos fabulosos seres por los lejanos países que exploraban, creyendo ver su rastro en animales como los cocodrilos, los lagartos monitores o las grandes serpientes, como la boa y la anaconda. Con el paso del tiempo se fue abandonando la posibilidad de que hubiese un trasfondo de realidad tras las historias de dragones. Eran, se decía y se dice todavía, una mera invención de la mente humana, que como mucho podría tener una base real en el descubrimiento fortuito de huesos de los grandes reptiles desaparecidos, como los dinosaurios, o en las historias procedentes de países lejanos y en animales como cocodrilos.
Un ser de aspecto reptiliano, dotado de poderosas alas membranosas, capaz de volar planeando entre las montañas y del tamaño de una avioneta. No, no se trata de una leyenda medieval sobre fabulosos seres voladores que escupen fuego, sino de los misteriosos testimonios que llegaron desde Namibia a principios de los años ochenta. Unos indicios recogidos, entre otros, por naturalistas del prestigio de la doctora Marjorie Courtenay-Latimer, quien alcanzó gran notoriedad al haber sido la primera persona que, en los años treinta, estudió y clasificó al celacanto, un pez que se creía extinguido desde la era de los dinosaurios.
Entre los relatos recogidos por esta naturalista destaca el del hijo del propietario de una granja de ovejas que, supuestamente, fue atacado por ese extraño animal volador. El suceso ocurrió cuando el muchacho fue enviado por su padre para que investigara lo que ocurría en unos pastizales cercanos. Al parecer, los pastores nativos que trabajaban en la granja se mostraban muy remisos a llevar al ganado a aquella zona, ya que estaban convencidos de que en ella moraba una serpiente gigantesca.
Transcurridas varias horas de la partida del joven, y ante la intranquilidad de su padre, éste organizó un grupo de voluntarios para ir en su búsqueda. Cuando llegaron al lugar, lo encontraron inconsciente. Durante tres días permaneció en estado de shock, sin poder articular una palabra inteligible, pero finalmente pudo relatar lo sucedido.
Descripciones detalladas
Afirmó que se encontraba sentado tranquilamente a la sombra de un árbol, grabando figuras de animales en un trozo de madera, cuando notó un fuerte viento. Al alzar la vista vio algo parecido a una enorme serpiente que se abalanzaba sobre él desde la cima de una montaña. Al aproximarse la criatura, el rugido del viento se hizo ensordecedor, confundiéndose con el balar de las ovejas que huían despavoridas en todas direcciones. Cuando aterrizó el animal, provocó una enorme nube de polvo, esparciendo un olor como de latón quemado, según explicó el joven. Aquello fue demasiado para él, que se desmayó presa del pánico.
Este insólito suceso fue investigado por la policía, que realizó varias batidas en la zona. En una de ellas, algunos agentes divisaron a la extraña criatura cuando se ocultaba en una grieta de la montaña. Ascendieron hasta la misma y arrojaron en su interior un cartucho de dinamita. Tras la explosión, escucharon un profundo gemido al que siguió el silencio.
El bioquímico Roy P. Mackal, apasionado investigador de los misterios zoológicos que se encuadran dentro de la criptozoología, recibió de primera mano las informaciones recogidas por la doctora Courtenay-Latimer. Entusiasmado por aquellos testimonios, en diciembre de 1988 decidió organizar una expedición para intentar descubrir que había detrás de relatos de los nativos que hablaban de la presencia de aquel extraño animal volador que tendría el tamaño de una avioneta Cessna, lo que supone una envergadura de unos nueve metros.
Después de recabar numerosos testimonios, la sorpresa de los investigadores fue mayúscula, ya que comprobaron que las descripciones aportadas por los nativos coincidían con las características de un animal bien conocido…., aunque considerado extinguido hace 65 millones de años: ¡el pterodáctilo!
La profusión de detalles ofrecidos por aquellos pastores, gente de un escaso nivel cultural, hacía muy difícil pensar que todo fuese una simple patraña. Por otra parte, varias de las descripciones se remontaban a apenas unas semanas antes de la llegada de los investigadores y, en algunos casos, provenían de nativos que relataron un encuentro cercano con aquella «serpiente gigante con alas». Otro dato coincidente era que la misteriosa criatura solía aparecer durante el crepúsculo, momento en que habíasido vista planeando entre dos grietas situadas en unas colinas separadas por poco más de kilómetro y medio de distancia.
Al término de la expedición, que salvo la recogida de los mencionados testimonios no logró obtener ninguna prueba fehaciente de la existencia de la bestia, uno de los integrantes de la misma, el cazador profesional James Kosi, decidió permanecer una temporada más en la zona. Según relato a su regreso, una tarde pudo avistar a un extraño animal que se encontraba a unos 300 metros de distancia de su posición. Explicó que se trataba de una criatura de gran tamaño y color negro, aunque con manchas blancas, que planeó con sus alas de apariencia membranosa y carente de plumas entre los riscos mencionados por los nativos.
¿Se trataba de un superviviente de los pterosaurios? Aunque insólita, dicha posibilidad no debería descartarse, y más si se tiene en cuenta que desde otras zonas del continente africano también llegan noticias sobre la presencia de extraños animales voladores, sin plumas y aspecto de reptil. Un reconocido naturalista británico, Ivan T. Sanderson, tuvo un encuentro con uno de estos elusivos seres, pero el tamaño del mismo era mucho más moderado. Según relató en su libro Animal Treasure, en 1932 se encontró en las montañas Asumbo, en el actual Camerún, con una bestia voladora de aproximadamente cuatro metros de envergadura, de color negro y un pico dotado de dientes muy afilados.
El animal, al que los nativos bautizaron como «olitiau», carecía de plumas y sus alas eran semejantes a las de un murciélago. Sin embargo, la apariencia de dicha criatura estaba mucho más próxima a la de los reptiles.
En otra zona de África, concretamente en el norte de Zambia, los nativos hablan de la presencia de otro extraño animal volador, el kongamato, una especie de lagarto con alas, mayor que el murciélago más grande que se conoce, desprovisto de plumas y que, al parecer, atacaba a quienes se atrevían a cruzar en sus barcas ciertos lugares de la región pantanosa de Jiundú.
También pueden encontrarse relatos sobre misteriosas criaturas voladoras de aspecto reptiliano en otras regiones africanas, como en los alrededores de los montes Kenia, Meru y Kilimanjaro, o en la República Surafricana, cerca de Lesotho, donde está situada una cueva llamada Drakensberg -montaña de los dragones, en africaans-. Su nombre proviene de las historias sobre un extraño dragón que, según las leyendas locales, habitaba en dicha caverna y del que se tienen noticias desde 1877.
De la misma forma que la posible existencia en la actualidad de unos reptiles voladores similares a los que vivieron en la época de los dinosaurios pueda explicar el origen de las historias sobre feroces dragones voladores, en ciertos lugares, especialmente en el continente americano, hay otro supuesto responsable de estas leyendas. Se trata de una especie desconocidad de ave gigantesca, con una envergadura alar de entre seis y ocho metros, el doble que las mayores aves voladoras de la actualidad. Los indios americanos las denominaron «piasa», o pájaros del trueno, aunque, a juzgar por los hechos, es posible que nos encontremos ante algo más que un simple mito.
Las relativamente numerosas observaciones de aves de tamaño desmesurado llevaron al investigador norteamericano Mark Hall a proponer en su libro Thunderbirds, the living legend of giant birds, que los avistamientos de estos pájaros gigantescos se debían a la supervivencia en la actualidad de ejemplares de teratórnidos, aves similares a los buitres americanos, aunque depredadoras, que se cree extinguidas hace unos 10.000 años.
Una de las características de los dragones era la multitud de formas que podían adoptar. Aunque la clásica de la fiera voladora con alas membranosas puede ser la más extendida, había otros dragones más parecidos a grandes y sanguinarios lagartos. ¿Podrían ser estas últimas criaturas las responsables de las leyendas sobre dragones? En la Europa medieval, a la aparición de estas míticas criaturas seguiría la de un caballero andante que acabase con su vida. Sin embargo, en 1960 el recurso fue llamar al ejército y a la policía. El escenario de las apariciones de este feroz aspirante a dragón fue la remota Nueva Guinea, en concreto su región oriental, que en la época estaba administrada por Australia y hoy es el estado independiente de Papúa-Nueva Guinea.
Heridas terribles
Los nativos estaban aterrorizados debido a las incursiones de un lagarto, de aproximadamente diez metros de longitud, al que ellos llamaban angi-angi. Habitualmente, su régimen alimenticio incluía wallabies -un marsupial característico de la región- y perros, pero comenzaron a interesarse por los seres humanos para enriquecer su dieta. Las víctimas que sobrevivieron a los ataques de esas bestias pudieron describir la ferocidad de esos monstruos. Los cadáveres que se recuperaron sólo mostraban las terribles heridas infligidas por los feroces lagartos, con desgarros de treinta centímetros de largo, al parecer provocados por sus terribles garras.
Poblados enteros se trasladaron para proteger a sus habitantes, y en otros se levantaron empalizadas, que vigilaba la policía, como medida de seguridad. Se realizaron batidas y se ofrecieron recompensas, pero nadie pudo cobrarlas. Pasado un tiempo, los ataques dejaron de producirse y una relativa tranquilidad volvió a la región.
Los indicios de la posible existencia en Nueva Guinea de una especie desconocida de lagarto gigante no comenzaron ni terminaron con estos sucesos. Desde tiempos inmemoriales, los nativos han hablado de estas criaturas, y las expediciones que se han realizado desde occidente para intentar capturar algún ejemplar, o al menos fotografiarlo, han sido numerosas. Un naturalista llamado Ivan Redmond estuvo muy cerca de conseguirlo, pues una mañana, mientras permanecía agazapado en un escondite junto a un lago donde suponía que podría morar ese animal, según cuenta, «escuché un ruido de pasos sobre la hojarasca; no el característico de un reptil arrastrándose, sino auténticos pasos. Levanté la cabeza y, ante mi sorpresa, observé un enorme lagarto. Contemplé la cabeza y los hombros del animal yestoy convencido de que su tamaño era muy superior al mayor de los reptiles que he podido cazar». Este explorador asegura que, durante unos egundos, quedó aturdido ante aquella visión y que, cuando reaccionó, se agachó para coger su cámara fotográfica, pero, al levantarse, el misterioso animal ya había desaparecido.
Ese singular «lagarto», que también ha sido visto en algunas zonas de Australia, podría ser un superviviente del Varunus priscus, un reptil similar al conocido dragón de Komodo, pero bastante mayor, de aproximadamente una decena de metros, que formaba parte de la fauna del pleistoceno, hace varios miles de años.
En África también hay otros aspirantes al trono del dragón viviente. En las zonas pantanosas del centro, especialmente en la región de Likouala, en la República del Congo, los nativos hablan desde hace siglos de la existencia de un extraño ser de cuello largo, poderosa cola y cabeza pequeña con ojos de serpiente, que tiene el tamaño de un elefante y, aunque se alimenta de vegetales, es temido por su irascibilidad. Recibe muchos nombres, pero el más conocido es el de «Mokele-mbembe» y, según muchos de los investigadores que se han interesado por el asunto, podría tratarse de un superviviente de los dinosaurios.
El doctor Marcellin Agnagna, un zoólogo congolés especialista en la fauna de su país, pudo ver en 1983 a esa extraña criatura. Posteriormente, afirmó que, por sus movimientos y apariencia, se trataba claramente de un reptil, aunque «no formaba parte de la fauna de la zona, ya que su morfología recordaba a la de un saurópodo del mesozoico».
¿Dinosaurios en la actualidad? Por extraño que parezca, en esa zona de África y también en otras partes como Suramérica, Asia y Australia, existen indicios más que notables de la posible existencia hoy en día de algunas especies de esos fabulosos reptiles que dominaron la Tierra durante más de cien millones de años.
El animal visto en el Congo sería una versión más reducida del diplodocus, pero en esa misma región hay testimonios que hablan de la presencia de otros grandes reptiles de especies diferentes, uno con un gran cuerno, similar al triceratos, y otro con placas en su lomo, como el estegosaurio.
Serpientes gigantescas
Una de las formas clásicas de los dragones es la de una serpiente gigante y los relatos sobre este tipo de criaturas se remontan, como mínimo, al mundo clásico. Según relatan historiadores como Tito Livio o Séneca, durante la primera guerra púnica, en el siglo III a. C., las legiones romanas acampadas junto al río Medjerda, entonces llamado Bagrada, en el actual Túnez, se encontraron con un desafío todavía mayor que el del ejército cartaginés: una serpiente gigantesca, cuya piel, una vez consiguieron matarla, fue enviada a Roma donde permaneció expuesta muchos años. Su tamaño alcanzaba nada menos que 36 metros de largo.
En África hay indicios de la presencia de serpientes de un tamaño muy superior al de la pitón de Seba, la mayor conocida, de la que no se ha encontrado ningún ejemplar que sobrepase los diez metros de longitud. en cambio, en 1959, unos militares belgas que sobrevolaban los cielos de Katanga, en la entonces colonia del Congo, pudieron ver y fotografiar un ejemplar que medía al menos catorce. Un tamaño diminuto si se compara con los veinte, treinta o incluso más de cuarenta metros que numerosos testimonios atribuyen a ejemplares gigantes de serpientes en la región amazónica. Conocidos como «sucurijus» gigantes, esos ofidios incluso han sido abatidos por los disparos de destacamentos militares, que han dado fe del extraordinario tamaño de los mismos.
Ya sean posibles supervivientes de los dinosaurios, lagartos gigantes o serpientes gigantescas, los animales que podrían haber dado origen a las leyendas sobre dragones podrían ser parte de una realidad muy alejada de los mitos, y ofrecerían una explicación zoológica a las mismas. Si realmente existen, reclamarían con todo derecho el título de los últimos dragones sobre la Tierra.
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