Durante los tres primeros siglos de su historia, la comunidad de creyentes establece los elementos básicos de la liturgia para la celebración de la fe y se estructura una organización, cuyos aspectos fundamentales llegan a nuestros días. Además, en estos tres siglos, los Padres de la Iglesia escriben textos teológicos que continúan siendo de referencia en la actualidad.
Comunidad y celebración de su fe
Los cristianos de los siglos I y II se reunían para rezar y celebrar la eucaristía en las casas de familias cristianas. En el siglo II, algunos cristianos ofrecieron sus viviendas para las reuniones de la comunitad. A partir del siglo III se empezaron a construir iglesias, edificios dedicados de forma exclusiva a las actividades religiosas. El más antiguo (izquierda) es el de Dura Europos (Mesopotamia) hacia el 250.
Los sacramentos que marcaban la trayectoria de los cristianos de los primeros siglos eran los de iniciación a la vida cristiana: Bautismo, Confirmación y Eucaristía. Se recibían juntos la noche de Pascua, después de una preparación catequética que duraba unos tres años:
– EI Bautismo se celebraba por inmersión en agua del catecúmeno, a menudo adulto.
– A continuación, el obispo le imponía las manos a la cabeza, el ungía con aceite y le daba el beso de paz; era la Confirmación.
– Finalmente, el nuevo miembro de la iglesia ya podía participar con el resto de la comunidad en la Eucaristia y recibía la Comunión.
La Eucaristía era el centro de la vida de la comunidad. Se celebraba los domingos, como recuerdo de Ia resurrección de Jesús. Hasta que recibían el Bautismo, los catecúmenos no podían asistir a la Eucaristía, y desconocían completamente el culto, que se mantenía en secreto.
Organización de la comunidad
Para la comunidad cristiana de los siglos I a III era primordial la participación activa de todos sus miembros, pero se determinaron diversas funciones para una mejor organización. Estas funciones fueron evolucionando hasta que se estableció una estructura, dentro de la comunidad, formada por obispos, sacerdotes y diáconos.
La comunidad de cada ciudad importante tenía un obispo al frente. Los obispos eran independientes unos de otros y ninguna tenía autoridad sobre los otros, aunque pronto se otorgó a Roma una autoridad moral, porque era la ciudad donde fueron martirizados Pedro y Pablo. Cuando aparecía alguna dificultad o problema importante en la iglesia, los obispos se reunían en concilio para tomar determinaciones.
Escritos y Padres de la Iglesia
En la Antigüedad se llamaba «padre» el maestro que transmitía una sabiduría. Así, los hombres, muchos de ellos obispos, que en la iglesia llevaron a cabo la función de enseñar la fe y orientar a los cristianos a ser fieles al evangelio, también fueron llamados Padres.
Conocemos el pensamiento y las aportaciones de los Padres de la iglesia por sus obras escritas que han llegado hasta nuestros días. Se contribuye a definir la fe en Cristo, a profundizar en el conocimiento de las Escrituras y perfeccionar el pensamiento telógicos.
Según el momento que les tocó vivir, los Padres de la Iglesia de los siglos I a III se pueden clasificar en:
– Padres Apostólicos, anteriores al año 150. Vivieron en una época muy cercana a la de los escritos del Nuevo Testamento y están muy vinculados al judaismo Que sean llamados «apostólicos» no significa que fueran discípulos de los apóstoles, aunque algunos estuvieron muy cerca de los autores del Nuevo Testamento. Fueron Padres Apostólicos Ignacio de Antioquía y el desconocido autor de laDidakhé, un texto en forma de catequismo para catecúmenos.
– Padres apologistas, a partir de mediados del siglo II y durante el siglo III. Sus obras son una defensa de los cristianos frente a los ataques que se producen contra ellos y un intento de explicar el cristianismo a las personas de cultura grecorromana. En esta época surgen grandes figuras de la teología, como Justino, Orígenes, Tertuliano, Irineo de Lyon, o el anónomo autor de la Epístola a Diogneto.
La Didakhé
Hay dos caminos, uno de vida y uno de muerte, y hay una gran diferencia entre los dos caminos. El camino de la vida es este. Primero, amarás a Dios, que te hizo; segundo, amarás a tu vecino como a ti mismo. Y todas las cosas que no quieres que te hagan a ti, no las hagas a otro. Ahora bien, la doctrina de estas palabras es esta. Bendice a los que te maldicen, reza por tus enemigos y ayuna por los que te persiguen; porque, ¿que recompensa hay si quieres a los que te quieren? ¿No hacen lo mismo los gentiles? Pero quered a los que os aborrecen y no tendreis ningún enemigo.
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