Sin embargo, hace pocos días (14-15 de Abril) se ha celebrado la reunión anual de la Sociedad de Paleoantropología de USA en San Francisco y allí se ha contado un “secreto” bien conocido por los especialistas. Para empezar, en 2010, las investigaciones que se llevan a cabo en la región de Dikika, también en Etiopía, revelaron la existencia de posibles marcas de corte en fósiles de animales de 3,4 millones de años. Si las marcas fueron dejadas por el uso de utensilios de piedra durante la manipulación de los cadáveres de estos animales podría discutirse si esos útiles habían sido consecuencia de modificaciones de la materia prima (verdaderas herramientas) o simplemente se habían utilizado guijarros encontrados en las cercanías de los cadáveres. El debate sigue abierto, aunque la arqueóloga Sonia Harmand (Universidad de Stony Brook de Nueva York) ha inclinado la balanza en la reunión de San Francisco. Esta investigadora ha revelado en este congreso el hallazgo de varios centenares de herramientas en el yacimiento de Lomekwi 3, próximo al lago Turkana, en Kenia.
El yacimiento de Lomekwi 3 se ha datado en 3,3 millones de años, por lo que la aparición de la tecnología tendría que llevarse hasta 600.000 ó 700.000 años atrás en el tiempo. No es poca cosa. Además, si se este hallazgo es juzgado en alguna revista de prestigio no tendremos más remedio que admitir de una vez por todas que la tecnología no ha sido exclusiva del género Homo, sino de Australopithecus y tal vez de algún otro género de nuestra genealogía. La ecuación: cerebro grande=tecnología, manejada hasta el momento, no tiene porque ser correcta. Los chimpancés usan herramientas con notable destreza. El “salto mental” que supone golpear una piedra para obtener un filo cortante puede parecer gigantesco, o quizá no lo es tanto. Los chimpancés cazan y devoran presas de manera ocasional, como seguramente lo hicieron nuestros antepasados más lejanos en el tiempo cuando aún vivíamos en los bosques africanos. Sin embargo, la necesidad de vivir en espacios abiertos y de consumir con más frecuencia la carne de animales pudo ser un aliciente para que las especies de Australopithecus dieran ese salto cognitivo.
No creo que sea necesario recurrir a un incremento significativo del tamaño del cerebro para dar ese paso tan importante. La complejidad del cerebro y el desarrollo de determinadas capacidades cognitivas no tienen porque asociarse necesariamente a un cerebro más grande. Mi impresión es que nos encontramos ante un cambio de paradigma y que el concepto de ser humano tendrá que sufrir una profunda revisión.