Por Roberta L. Millstein, 8 de mayo de 2015
Los organismos modificados genéticamente (OMG, transgénicos) se han convertido en un asunto político candente. Treinta Estados ( de Estados Unidos) están considerado cambios legislativos para etiquetar los alimentos que contienen transgénicos. Dos Estados, el de Maine y Connecticut, ya han aprobado leyes sobre el etiquetado, que entrarían en vigor si los Estados vecinos también aprueban leyes sobre el etiquetado de los transgénicos. La obligatoriedad del etiquetado de los alimentos transgénicos entrará en vigor en Vermont en el año 2016, en el caso de no prosperar una demanda que se presentado en contra de esta ley.
Fuera de Estados Unidos, 64 países ya disponen de leyes sobre el etiquetado de los alimentos transgénicos. Sin embargo, el representante federal Mike Pompeo (R- Kan) y el representante G.K. Butterfield (DN.C.) han logrado introducir en el Congreso un proyecto de ley que bloquearía la posibilidad de que los Estados puedan aprobar sus propias leyes sobre el etiquetado. Los críticos han satirizado este proyecto, calificándolo como el proyecto de ley que pretende “denegar a los estadounidenses el Derecho a Saber”, o Ley de la Opacidad.
¿Cuál es la causa de todo este alboroto? ¿Los consumidores deben estar preocupados por los alimentos que contienen transgénicos? ¿Son fruto de una manipulación antinatural, es decir alimentos Frankenstein? Muchos científicos dicen que no, y también dicen que los defensores del etiquetado están en contra de los conocimientos científicos. El debate se ha polarizado.
Como filósofo de la Ciencia, creo que puedo ayudar a entender mejor este asunto dando algunos argumentos relativos a los transgénicos, argumentos de una filósofo cuyo campo de estudio trata de explicar cómo una adecuada comprensión de ciertos aspectos científicos puede ayudar a entender las cuestiones motivo de discusión. No es tarea fácil, ya que muchos de los aspectos relativos a los transgénicos son motivo de controversia. Por lo tanto, seré muy escrupulosa con mis fuentes, citando solamente artículos revisados por pares y hallazgos generalmente aceptados.
Permítanme poner desde el principio mis cartas sobre la mesa. Creo que hay buenas razones para que se etiqueten los alimentos que contienen productos transgénicos. Sin embargo, no estoy en contra de los transgénicos, los cuales no creo deban ser prohibidos, y algunas de sus aplicaciones son prometedoras. Las investigaciones deben continuar, pero es necesaria una supervisión muy estricta de las pruebas de ensayo de los transgénicos. En resumen, tomo una posición intermedia que seguramente me enfrente a los de un lado y los de otro. Pero son los argumentos los que nos dirigen hacia esa posición intermedia.
¿Qué son los transgénicos?
Los organismos modificados genéticamente, entre los que se encuentran plantas y animales que consumimos, se desarrollan mediante procedimientos de ADN recombinante (Ingeniería Genética). Estos métodos permiten que un gen de cualquier especie, incluso de especies muy lejanas, pueda ser insertado y posteriormente se exprese en una especie diferente, por ejemplo, en un cultivo para la alimentación. (Que un gen se exprese significa que produzca las proteínas deseadas, que lo hará si está en el ambiente genético adecuado y en el medio ambiente correcto). También hay transgénicos que no están diseñados para ser consumidos, tales como bacterias modificadas genéticamente para uso médico.
La mayoría de los transgénicos que se comercializan hoy en día están diseñados de una de estas dos maneras: en primer lugar están los cultivos transgénicos resistentes a los herbicidas. Por ejemplo, es el caso de los cultivos Roundup Ready de Monsanto, que son resistentes al herbicida Roundup de Monsanto, que lleva como principal ingrediente glifosato. Estos cultivos permiten que los agricultores fumiguen sus cultivos con este herbicida, acabando con las hierbas no deseadas, pero no destruye las cosechas. En segundo lugar, muchos cultivos transgénicos sintetizan su propio pesticida, por lo general Bt (Bacillus thuringiensis), que protegería a los cultivos de algunas plagas, como el barrenador del maíz. No hay necesidad de fumigar plaguicidas, cuando el insecto consume la planta muere.
Las Empresas de Biotecnología alegan que modificaciones como éstas aumentan los rendimientos de los cultivos, los agricultores ahorran tiempo y dinero y reducen el uso de pesticidas y herbicidas.
La mayoría de las plantas modificadas genéticamente se utilizan como ingredientes para otros alimentos: soja, canola (colza transgénica), remolacha azucarera, maíz, algodón. Estos se encuentran en alimentos cotidianos que consumimos, como el almidón de maíz en salsas y sopas, jarabe de maíz como edulcorante de uso general, aceite de semillas de algodón, aceite de canola y aceite de soja en la mayonesa, aderezos para ensaladas, cereales, panes y bocadillos. Con los transgénicos también se alimenta al ganado, lo que lleva a un consumo indirecto de productos transgénicos.
Según la FDA, en 2012 aproximadamente el 88% del maíz, el 93% de la soja y el 94% del algodón producidos en Estados Unidos estaban modificados genéticamente. Esto quiere decir que a menos que usted haga un esfuerzo sobrehumano no podrá evitar el consumo de transgénicos, y es casi seguro que los ha consumido.
Otras modificaciones de los alimentos transgénicos es el enriquecimiento con vitamina A, papayas resistentes a los virus y calabazas resistentes a los virus. Algunas de estas propuestas todavía están sujetas a investigación, pero ya se comercializan manzanas y patatas que no se oscurecen en contacto con el aire ( algo recientemente aprobado por la FDA), salmón que crece dos veces más rápidamente que los salmones no transgénicos y naranjas que resisten el enverdecimiento de los cítricos.
La cuestión del etiquetado y la crítica de que tal pretensión es anticientífica
Actualmente, el etiquetado de los alimentos que contienen ingredientes transgénicos es voluntaria ( en Estados Unidos. En Europa es obligatorio el etiquetado si contienen más de un 2% de ingredientes transgénicos). Los alimentos que están etiquetados como ecológicos no contienen ingredientes transgénicos. La FDA sólo ha aprobado el etiquetado voluntario, pero no el obligatorio.
Los críticos dicen que un etiquetado de los alimentos que contienen ingredientes transgénicos es insuficiente. Señalan que los transgénicos pueden contener toxinas y alérgenos. Quieren que se etiqueten para que las personas puedan decidir por sí mismas, si quieren consumir este tipo de alimentos o no.
Por el contrario, los defensores de los transgénicos dicen que ya se ha demostrado su seguridad, por lo que es innecesario su etiquetado y que los argumentos a favor van en contra de los conocimientos científicos.
Por ejemplo, la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia (AAAS) afirma que “el mejoramiento de los cultivos mediante las modernas técnicas moleculares de la Biotecnología es seguro” y que el etiquetado “sólo generaría alarma”. El Proyecto de Alfabetización Genética de Jon Entine advierte contra los puntos de vista anticientíficos de las ONG en contra de los transgénicos. Una encuesta del Centro de Investigación PEWmuestra que las opiniones de los científicos y no científicos difieren en muchos temas, incluyendo el de los transgénicos, el cambio climático, la evolución, entre otros. En una respuesta típica, un artículo de Slate señala que se trata de un problema bipartidista anticientífico. Una portada deNational Geographic rezaba: “Guerra contra la Ciencia”.
Es cierto que algunos críticos van demasiado lejos. Llamar a los transgénicos “Alimentos Frankenstein” es una táctica para meter miedo: que los alimentos modificados genéticamente son antinaturales, no viene a cuento. No todo lo que no es natural es inseguro ( piense en los medicamentos que salvan vidas) y no todo lo que es natural es seguro (piense en los venenos de origen natural).
¿Pero realmente es anticientífico plantear cualquier preocupación sobre los transgénicos?
En resumidas cuentas, no. Es un error agrupar a los negacionistas del cambio climático, a los negacionistas de la evolución y a los críticos de los transgénicos, debido en parte a que las razones para la duda son diferentes y en parte por el llamado Principio de Precaución, que nos inclina a aceptar el cambio climático y rechazar los transgénicos, sino también ( irónicamente) a que una comprensión adecuada de la evolución es la base de algunas de las preocupaciones sobre los transgénicos. Más específicamente, he identificado seis problemas en la afirmación de que los críticos de los transgénicos van en contra de los conocimientos científicos.
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