La física duda de la existencia de la realidad objetiva y construye un nuevo modelo del mundo basado en la holografía en el que los electrones de los átomos del cerebro humano aparecen conectados a las partículas subatómicas de cada salmón que nada, de cada corazón que late, o de cada estrella que brilla en el firmamento. El modelo holográfico implica también al funcionamiento cerebral y a los comportamientos psicológicos, alumbrando una forma radicalmente nueva de ver la realidad basada en que la percepción es sólo lo que pintamos como tal.
En 1982 tuvo lugar un importante evento. En la Universidad de París un grupo de investigadores liderado por el físico Alain Aspect realizó un experimento que después se convertiría en uno de los más importantes del siglo XX.
Aspect y su equipo descubrieron que en ciertas circunstancias las partículas subatómicas como los electrones, son capaces de comunicarse al instante con otras partículas, independientemente de la distancia que haya entre ellas. No importa si esta distancia es de 10 centímetros o de 10 billones de millas.
De alguna manera, cada partícula subatómica es siempre capaz de saber qué es lo que hacen el resto de las partículas, por muy lejos que éstas se encuentren. El problema de esta hazaña de las partículas es que viola el principio sostenido durante mucho tiempo por Einstein, según el cual ninguna comunicación puede ir a una velocidad superior a la de la luz.
GEO 600
El detector de ondas gravitacionales GEO 600, de Hanóver, en Alemania, registró un extraño ruido de fondo que ha traído de cabeza a los investigadores que en él trabajan. El actual director del Fermilab de Estados Unidos, el físico Carl Hogan, ha propuesto una sorprendente explicación para dicho ruido: proviene de los confines del universo, del rincón en que éste pasa de ser un suave continuo espacio-temporal, a ser un borde granulado. De ser cierta esta teoría, dicho ruido sería la primera prueba empírica de que vivimos en un universo holográfico, asegura Hogan. Nuevas pruebas han de ser aún realizadas con el GEO 600 para confirmar que el misterioso ruido no procede de fuentes más obvias.
GEO 600, es un laboratorio ubicado en Hanóver, Alemania, fruto del trabajo conjunto de ingleses y alemanes, quienes financiaron los U$ 200 millones que costó su construcción, iniciada en 1995.
Su misión: detectar como ningún otro, gracias a su extrema sensibilidad- ondas gravitatorias (es decir: fluctuaciones cuánticas en la curvatura del espacio tiempo).
Predichas por la Teoría de la relatividad general de Einstein, las ondas gravitatorias transportarían la radiación gravitacional producida por cuerpos masivos superacelerados como enanas blancas, estrellas de neutrones o agujeros negros.
Gigantesco holograma cósmico
Un extraño ruido detectado por el GEO600 trajo de cabeza a los investigadores que trabajan en él, hasta que un físico llamado Craig Hogan, director del Fermi National Accelerator Laboratory (Fermilab), de Estados Unidos, afirmó que el GEO600 se había tropezado con el límite fundamental del espacio-tiempo, es decir, el punto en el que el espacio-tiempo deja de comportarse como el suave continuo descrito por Einstein para disolverse en “granos” (más o menos de la misma forma que una imagen fotográfica puede verse granulada cuanto más de cerca la observamos).
Según Hogan, “parece como si el GEO600 hubiese sido golpeado por las microscópicas convulsiones cuánticas del espacio-tiempo”. El físico afirma que si esto es cierto, entonces se habría encontrado la evidencia necesaria para afirmar que vivimos en un gigantesco holograma cósmico.
La teoría de que vivimos en un holograma se deriva de la comprensión de la naturaleza de los agujeros negros y, aunque pueda parecer una teoría absurda, tiene una base teórica bastante firme.
Los hologramas de las tarjetas de crédito y billetes están impresos en películas de plástico bidimensionales. Cuando la luz rebota en ellos, recrea la apariencia de una imagen tridimensional. En la década de 1990, el físico Leonard Susskind y el premio Nobel Gerard ‘t Hooft sugirieron que el mismo principio podría aplicarse a todo el universo.
Unidades de información
Según esta teoría, nuestra experiencia cotidiana podría ser una proyección holográfica de procesos físicos que tienen lugar en una lejana superficie bidimensional. Desde hace algún tiempo, los físicos han mantenido que los efectos cuánticos podrían provocar que el continuo espacio-tiempo convulsionara descontroladamente a escalas muy pequeñas. A estas escalas, la red espacio-temporal podría granularse, y estar compuesta de diminutas unidades (similares a los píxeles) de un tamaño de aproximadamente cien trillones de veces el tamaño del protón.
Si el ruido captado por el GEO600 ha registrado estas hipotéticas convulsiones, según Hogan, la descripción del espacio-tiempo cambiaría radicalmente. Eso supondría considerar el espacio-tiempo como un holograma granulado, y describirlo como una esfera cuya superficie exterior estaría cubierta por unidades del tamaño de la longitud de Planck (distancia o escala de longitud por debajo de la cual se espera que el espacio deje de tener una geometría clásica).
Cada una de estas “piezas” del mosaico universal sería, asimismo, una unidad de información. Y, según el principio holográfico, la cantidad total de información que cubre el exterior de dicha esfera habría de coincidir con el número de unidades de información contenidas en el volumen del universo.
Detección posible o error de fondo
Teniendo en cuenta que el volumen del universo esférico sería mucho mayor que el volumen de la superficie exterior, este galimatías se complica aún más. Pero Hogan también señala una solución para este punto: si ha de haber el mismo número de unidades de información o bits dentro del universo que en sus bordes, los bits interiores han de ser mayores que la longitud de Planck. “Dicho de otra forma, el universo holográfico sería borroso”, explica el físico.
La longitud de Planck ha resultado demasiado pequeña para ser detectada hasta la fecha, pero Hogan afirma que el GEO600 ha podido registrarla porque la “proyección” holográfica de la granulosidad podría ser mucho mayor, de alrededor de entre 10 y 16 metros.
Lo que ha detectado el GEO600, en definitiva, podría ser la borrosidad holográfica del espacio-tiempo, desde el interior de este universo holográfico. Cierto es que aún está por demostrar que el extraño ruido captado, de frecuencias entre los 300 y 1.500 hertzios, no proceda de cualquier otra fuente, reconoce Hogan.
Esta posibilidad también ha de considerarse, dada la sensibilidad del detector para captar desde el ruido del paso de las nubes hasta el de los movimientos sísmicos terrestres. De hecho, los investigadores del detector se afanan continuamente en “borrar” ruidos de fondo detectados por el GEO600, para poder definir lo importante.
Nuevas pruebas
De cualquier manera, si el GEO600 hubiera descubierto el ruido holográfico procedente de las convulsiones cuánticas del espacio-tiempo, entonces ese ruido obstaculizaría los de detectar las ondas gravitacionales. Sin embargo, por otro lado, el hallazgo podría suponer un descubrimiento incluso más fundamental, sin precedentes en la historia de la física.
Según publicó recientemente la web del GEO600, para probar la teoría del ruido holográfico, la sensibilidad máxima del detector ha sido modificada hacia frecuencias incluso más altas.
Los científicos consideran que el GEO600 es el único experimento del mundo capaz de probar esta controvertida teoría, al menos en la actualidad.
Keith Floyd, una psicóloga del Virginia Intermont College, apunta que, si la concreción de la realidad es una ilusión holográfica, en poco tiempo será cierto que el cerebro produce conciencia. Entonces, cada cosa que nos rodea, incluido nuestro cuerpo, podrá considerarse como algo psicológico.
Este giro en la forma en que entendíamos hasta el momento las estructuras biológicas ha ocasionado que los científicos busquen también una evolución del modelo médico relacionándolo con el paradigma holográfico.
Si la aparente estructura física del cuerpo es una proyección holográfica de nuestra conciencia, parece claro que cada uno de nosotros es mucho más responsable de su salud que lo que los médicos podrían desear.
Lo que vemos como milagrosas disminuciones de las enfermedades, deben comenzar a verse como cambios en las conciencias, como producto del cambio en el holograma del cuerpo humano.
Carl Jung