Aida. < Cientos de bellas y pulidas esferas de piedra aparecen al machetear la selva en Costa Rica.

Costa Rica

El misterio se oscurece

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El misterio de las esferas de México tiene su continuación mucho más al sur, casi a tres mil kilómetros, en pleno corazón de la selva de Costa Rica. Supe de este enigma en 1985, merced a las investigaciones de mi buen amigo Ricardo Vílchez. Después, en 1989, me adentré en las selvas, pero el resultado fue el mismo: ninguna explicación a los cientos de bolas de piedra que surgen aquí y allá, a lo largo y ancho de miles de kilómetros cuadrados. Ninguna respuesta.

Y en diciembre de 2001 regresé a Costa Rica, adentrándome en nuevos parajes. Y dirigí mis pasos al delta del Diquís, al suroeste, la región con mayor concentración  de bolas. Mi objetivo era remontar el río Sierpe y examinar un máximo de esferas de piedra. Para ello debía cruzar una enmarañada y peligrosa jungla infectada de serpientes, caimanes y, sobre todo, de mortíferas nubes de mosquitos. Serpientes como la «terciopelo», la coral o la «oropel», capaces de matar a un caballo en treinta minutos…

Por fortuna, la jornada transcurrió sin incidentes de gravedad. Y, una vez más, alcancé el secreto de Palmar Sur: las prodigiosas esferas de piedra. Esferas, como las de Ameca, igualmente perfectas y de una increíble belleza. Esferas al aire libre, enterradas o semienterradas, cuyo origen resulta tan oscuro como el de las bolas de Ahualulco. Esferas de un pulido exquisito, casi imposible. Esferas de casi tres metros de diámetro, con pesos superiores a las quince toneladas.

¿Quién las trabajó? ¿Por qué o para qué? Debo adelantar que nadie lo sabe. Nadie tiene una explicación suficientemente satisfactoria. Todo son suposiciones y conjeturas…

 

Río Sierpe, infectado de serpientes, caimanes y mosquitos.

Cientos de esferas  Nadie conoce el número exacto de bolas. Se habla de cientos. Quizá más de quinientas. Medio millar de esferas de todos los tamaños: desde el diámetro de una naranja hasta 2,57 metros. Han sido localizadas en numerosos parajes del sur del país. Las hay en Palmar Sur, en las orillas de los ríos Esquina y Térraba, en las islas Camaronal y del Caño, en lo alto de las sierras de Bruqueña y en las regiones de Piedras Blancas, Cabagra, Buenos Aires, Vereh y Pejibaye de Pérez Zeledón, entre otras zonas. Pero éstos son algu­nos de los emplazamientos conocidos. Al hallarse enterradas, es posible que su número sea muy superior.

Principales localidades en las que existen esferas de piedra.

Como en el caso de Ahualulco, los nativos conocían su existencia desde mucho antes de la llegada de los conquistadores españoles. Pero sus explicaciones fueron tan parcas y confusas como las de los pueblos que habitaron la sierra de Ameca. Todos se limitaban a señalar al sol y a los cielos, asegurando que las esferas eran obra de los dioses. De nuevo los dioses; dioses -afirmaban- que podían volar (!). ¿Me hallaba ante un caso de pura fantasía? Las esferas, obviamente, no eran fruto de la imaginación de los indígenas. Alguien las había trabajado y pulido. Aquí no hay posibilidad de duda, como en el caso de México. Las esferas de Costa Rica son obra humana.

Las esferas de Costa Rica han sido removidas de sus emplazamientos originales y colocadas en jardines públicos, museos y edificios oficiales.

Esferas de Costa Rica: algunos datos clave

  • Hasta el día de hoy han sido reportados medio centenar de luga­res arqueológicos con esferas de piedra. De éstos, treinta se encuentran en las regiones del Pacífico Sur (principalmente, en el Cantón de Osa, región arqueológica del Gran Chiriquí).
  • En la actual reserva indígena Cabécar, al este, fueron ubicadas más de doscientas esferas, repartidas por la selva. El paraje de máxima concentración recibe el nombre de T’Lari.
  • El tamaño de las bolas de Costa Rica oscila entre los diez centímetros y los 2,57 metros (zona del «Silencio»). El diámetro medio se encuentra entre sesenta y ciento veinte centímetros.
  • Según los arqueólogos, las esferas más antiguas proceden del pueblo llamado Bolas, en Buenos Aires; San Vito, en Coto Brus; Golfito y la desembocadura del río Coto-Colorado. La cerámica encontrada junto a las bolas hace sospechar que fueron labradas entre los años 400 y 700 después de Cristo.

Para los nativos, las esferas son «obra de los dioses».

  • Hasta el momento, sólo dos esferas han sido halladas en el interior de otras tantas tumbas. El hecho fue relatado por Lothrop (1963). Las esferas, de 25 y 60 centímetros de diámetro, fueron descubiertas entre numerosos objetos de oro.
  • El arqueólogo John Hoops descubrió en la zona de Golfito (desembocadura del río Coto) esferas junto a cilindros y barriles de piedra. También en Panamá se han dado hallazgos semejantes.
  • La mayor parte de las esferas de Costa Rica están formadas por un material llamado granodiorita (piedra volcánica de gran dureza que tiene la particularidad de fracturarse como las capas de una cebolla).
  • Peso aproximado de las bolas: entre una y veinte toneladas. Muchas han sido halladas sobre montículos ovalados, circulares y rectangulares, y empedrados en mayor o menor medida.
  • Lamentablemente, la casi totalidad de estos cientos de esferas de piedra ha sido removida de sus lugares originales. En la actualidad adornan parques públicos (La Merced, en San José), zonas verdes (Universidad) y edificios oficiales (Palacio de Justicia, en la capital). En las selvas, montañas y orillas de los ríos donde fueron localizadas formaban misteriosas alineaciones y figuras geométricas (básicamente triángulos y rectángulos).
  • Curiosamente, cuanto más grande es la esfera, más perfecto es el pulido. Hoy, semejante grado de perfección sólo sería posible con la ayuda de los ordenadores.

La historia   El enigma de las esferas en Costa Rica arranca en 1930, por aparente casualidad. En esas fechas, la compañia norteamericana United Fruit puso sus ojos en las fértiles tierras costarricenses e invirtió millones de dólares en enormes plantaciones. George Chittenden, delegado de dicha compañía, fue el responsable de la compra de terrenos. Y en sus múltiples viajes por la zona del Diquís fue «descubriendo» algo que no pasó desapercibido para la sensibilidad de Chittenden: una serie de montículos y, sobre ellos, gigantescas esferas de piedra. Algo se sabía al respecto entre los círculos arqueológicos americanos pero, a decir verdad, nadie se había preocupado seriamente. (A principios del siglo xx, Jesús N. Alpizar se ocupó del traslado de los primeros artefactos llegados de dicha área. En 1920, un importante catálogo sobre materiales arqueol­gicos de la región fue depositado en el Museo de Indios Americanos.)

Se trataba de gigantescas esferas de piedra que, según Chittenden, fueron removidas sin piedad por los norteamericanos. Durante años, miles de hectáreas entre los ríos Sierpe y Diquís se vieron invadidas por grandes máquinas que procedieron al nivelado de los terrenos, a la construcción de carreteras y diques y a la perforación de zanjas y sistemas de irrigación.

Durante años, los norteamericanos de la United Fruit removieron miles de hectáreas, destruyendo los emplazamientos y alineaciones que formaban las esferas.

En suma: un desastre, desde el punto de vista arqueológico. Nada fue respetado, a excepción de las bolas, demasiado grandes y pesadas, que terminaron enterradas o desplazadas. Y las alineaciones originales desaparecieron prácticamente. Los montículos -muchos de ellos, empedrados- fueron utilizados como «cimientos» para la edificación de casas y haciendas.

A su regreso a San José, Chittenden tuvo el acierto de informar a la doctora Doris Stone. Diez años después, a lo largo de 1940 y 1941, Stone se trasladó al delta, y comprobó lo que Chittenden le había adelantado. ¡Diez años después!

Y Stone procedió a un estudio científico y sistemático de las increíbles bolas. El primero del que he tenido noticia…

Examinó dichas esferas, levantó mapas, llevó a cabo mediciones y consiguió ubicar el emplazamiento original de cinco grupos. Este hallazgo, en mi opinión, fue crucial. Stone consiguió demostrar que las esferas formaban alineaciones muy concretas (generalmente triángulos y rectángulos). Aquellos cinco grupos sumaban cuarenta y cuatro bolas. Y «rescató» también otros ejemplares en las orillas del río Esquina y en las proximidades de Punta Uvita.

Esferas trasladadas desde las selvas a la capital, San José, para adornar casas y jardines privados.

Palmar Sur. Esfera en el parque público.

En 1943 salió a la luz su primer trabajo que, lógicamente, llamó la atención de destacados investigadores, entre otros, Mason y Samuel Lothrop, de la Universidad de Harvard. Ambos se adentraron en las selvas y los ríos de Costa Rica, con el loable afán de desentrañar el singular misterio. Pero, a pesar de sus esfuerzos, los referidos desmanes de la United Fruit hicieron muy difícil el avance en la investigación. Aun así, Lothrop consiguió poner de manifiesto un detalle que podría estar relacionado con la génesis de las esferas: en dicho delta sacaron a la luz una especie de «plataforma» integrada por hileras de cantos rodados, similares a los utilizados en la construcción de los muros hallados por Chittenden y Stone en las bases de los montículos empedrados. Entre estas hileras aparecieron dos esferas de piedra. Pero la irritación de los arqueólogos no quedó ahí. Para colmo de males, las esferas fueron tomadas como motivo de decoración y trasladadas a cientos de kilómetros. Hoy adornan casas particulares, jardines, centros docentes, bancos y edificios oficiales. Y su primitiva ubicación en selvas y cerros se ha perdido para siempre…

Esfera llamada del «silencio», la más grande de las halladas hasta el momento.

A este desastre vino a sumarse la codicia. Y al igual que sucedió en el municipio mexicano de Ahualulco, el descubrimiento de las bolas en Costa Rica terminó provocando el nacimiento de un rumor tan absurdo como lamentable. En el interior -dice la creencia popular- se esconden grandes cantidades de oro y piedras preciosas. Y muchas de estas maravillas fueron quebradas y dinamitadas…

> En la isla del Caño, como en el resto de las selvas de Palmar Sur, no hay canteras. Para ello hay que viajar a las sierras próximas.

Pero arqueólogos e investigadores siguieron trabajando. En este caso -a diferencia de lo ocurrido en México-, los costarricenses fueron más sensatos y prudentes que sus colegas, los norteamericanos. A nadie se le ocurrió esgrimir el absurdo argumento de los volcanes como explicación de los cientos de esferas. Las bolas de Costa Rica, como dije, son obra humana.

En cuanto a las preguntas clave -quién, cómo y para qué las hicieron-, la mayoría de los expertos no tienen una explicación, al menos, satisfactoria. Sencillamente: estamos ante un enigma (de momento).

 

El transporte     Y el misterio se complica cuando uno desembarca en la paradisíaca isla del Caño, al oeste de Costa Rica, una reserva biológica situada a 16,5 kilómetros del continente, en el océano Pacífico. En este lugar fueron descubiertas diez esferas. Hoy sólo quedan dos. Y uno se pregunta: ¿cómo las trasladaron? En esta isla no hay canteras. Las bolas, necesariamente, tuvieron que ser transportadas desde tierra firme…

Pues bien, según expertos como Loth­rop, para labrar una bola de un metro de diámetro sería preciso un bloque de nueve toneladas (!). (Si se trata de esferas de granodiorita, cuyo peso específico es 3,0, la construcción de una bola de dos metros de diámetro exigiría un bloque, en bruto, de 24 toneladas. La esfera resultante pesaría del orden de 16 a 18 toneladas.)

¿Nueve toneladas? ¿Cómo se las arreglaron los misteriosos escultores para transportar semejantes moles a través del océano? ¿En qué clase de embarcaciones? ¿Qué tipo de navío podía soportar una carga así?

Lothrop habla también en sus investigaciones de otras esferas, construidas con coquina (moluscos bivalvos marinos de la familia de los tellínidos), que tuvieron que ser modeladas en las playas y cargadas hasta el lugar donde fueron encontradas (granja 4, sitio B). En total, más de treinta y seis kilómetros (probablemente por el cauce del río Diquís) y otros dieciocho por afluentes o corrientes secundarios. Toda una hazaña…

La paradisíaca isla del Caño.

¿Cómo trasladaron las esferas de piedra hasta la isla del Caño, a dieciséis kilómetros de tierra firme?

Para la fabricación de una esfera de dos metros de diámetro se requiere un bloque, en bruto, de veinticuatro toneladas.

Increíble pulido. ¿Cómo lo lograron?

Y otro tanto sucede con la mayoría de los lugares de la tierra firme donde han aparecido las esferas. ¿Cómo las trasladaron hacia lo alto de cimas o a mitad de pronunciadas laderas? ¿Cómo salvaron ríos, valles y barrancas? ¿Cómo evitaron los cerrados y casi impenetrables bosques tropicales? (Los índices de precipitaciones en estas regiones del Pacífico Sur rebasan los cinco mil milímetros al año.) En la jun­gla tampoco hay canteras. Para encontrar los necesarios depósitos de granito es preciso viajar a las sierras, es decir, a muchos kilómetros. ¿Cómo salvaron tantos y tan difíciles obstáculos? Cada esfera (de diez, quince o veinte toneladas) tenía que ser extraída de la cantera y empujada o arrastrada hasta el punto donde, definitivamente, era pulida. Desde la cordillera Costeña, por ejemplo, hasta la isla del Caño hay más de cincuenta kilómetros (en línea recta). A Punta Uvita y Cabagra, esa distancia es de cuarenta kilómetros…

No tengo más remedio que insistir en el arduo problema: ¿cómo lo hicieron? Cualquiera que haya recorrido estas frondosas y accidentadas regiones de Palmar Sur, Buenos Aires o el delta del Diquís sabe perfectamente a qué me estoy refiriendo.

Para los misteriosos constructores, por mucha mano de obra que tuvieran, el traslado de estas gigantescas esferas no fue tarea sencilla…

Pero el enigma no termina ahí.

 

Isla del Caño

  • Han sido localizadas dos esferas perfectamente rematadas y pulidas y una tercera en fase de construcción. Según los arqueólogos, podría haber otras muchas, actualmente sepultadas.
  • La isla fue visitada por el hombre blanco en 1519 (Juan de Castañeda). Recibió el nombre del Caño por una cascada o caño que saltaba desde los acantilados.
  • Los restos de cerámica y material lítico indican que la isla estuvo habitada por indígenas mucho antes de la llegada de los españoles.
  • El ingreso en la isla (actualmente habitada por los funcionarios del Servicio de Parques Nacionales) puede realizarse en botes que fondean en Sierpe, Drake o Bahía, en el Parque Nacional Marino Ballena.
  • Aunque en el continente se dan las doce especies de serpientes más venenosas del planeta, en la isla del Caño no hay reptiles peligrosos. Sólo la serpiente de mar es altamente letal.

< Paulina Leiva Morales, esposa de Espíritu Maroto, el último cacique de Boruca.

En honor a la verdad, nadie sabe

Paulina, la última princesa

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La perfecta esfericidad de estas bolas me dejó atónito. Las repasé una y otra vez yhasta el día de hoy, sigo asombrado. En playa Uvita, por ejemplo, a un centenar de kilómetros de las canteras, pude hallar otros cinco ejemplares de una exquisita perfección. Lamentablemente, también fueron removidos de sus emplazamientos originales. Pero el pueblo, al menos, ha sabido conservarlos. Y al llevar a cabo las correspondientes mediciones (esta vez en la compañia de Ricardo Vílchez) quedamos desconcertados, una vez más. Las cinco esferas presentan la misma circunferencia: 3,6 metros, con una variación en los radios de apenas un milímetro (!).

Esta increíble precisión hace pensar a los expertos que los desconocidos constructores tuvieron que utilizar algún tipo de instrumental. Pero ¿cuál? ¿Arcos de piedra o de madera, como indican algunos? Hasta el momento no se ha encontrado ninguno. ¿Hacían uso del fuego y de los enfriamientos bruscos -como pretenden otros arqueólogos- para provocar así el desprendimiento de capas en forma convexa? A decir verdad, nadie tiene la solución. Hoy, con el auxilio de los ordenadores, difícilmente lograríamos una perfección semejante…

 

Playa Uvita. Ejemplares de extraordinaria perfección. Nadie sabe cómo lo lograron.

 

Playa Uvita, a muchos kilómetros de las canteras. Aquí, todo es selva.

 

Brillantes como espejos  En cuanto al pulido, de nuevo el asombro y la incredulidad. ¿Cómo lo consiguieron? Curiosamente, como ya he mencionado, cuanto más grande es la bola, más cuidada es la terminación. Un acabado que las hace brillar, en ocasiones, como espejos…

 

Para Ifigenia Quintanilla, arqueóloga y una de las máximas autoridades en el estudio de las esferas de Costa Rica, el pulido no tuvo que ser el problema principal. En la selva -dice- podían obtener abrasivos especiales que permitieran tan extraordinaria terminación. A esto habría que sumar la ayuda de la arena, el cuero, etc.

 

 

< Reserva india de Boruca. Paulina explica cómo ablandaban las piedras con un líquido que extraían de las plantas.

> Paulina, la princesa boruca, en los años sesenta.

 

Algo similar me fue dicho por los indígenas de la región. Recuerdo, sobre todo, las explicaciones de Paulina Leiva Morales, esposa de Espíritu Maroto, el último cacique de Boruca. La gentil anciana, a sus noventa y cuatro años, conservaba fresca la memoria de muchas de estas cosas. Y me explicó cómo los indios se hacían en la selva con un jugo amarillo con el que ablandaban las bolas, dándoles forma. Los científicos ignoran estas versiones de los indígenas. No son serias, dicen…

 

Origen incierto También la hipotética fecha de la construcción de las esferas aparece envuelta en las sombras.

Al tratarse de granito y caliza, los procedimientos habituales de datación por carbono 14 no son viables. Y los arqueólogos han recurrido al llamado sistema de asociación. En otras palabras: estimar la edad de la bola, basándose en la antigüedad de la cerámica y demás restos orgánicos hallados al pie de dicha esfera. Éste, naturalmente, es un procedimiento arriesgado. La cerámica, los huesos, etc., podrían estar ahí (enterrados bajo la bola) desde mucho antes, o mucho después, de la fabricación de la esfera en cuestión. No podemos olvidar que la mayoría de las esferas han sido removidas de sus asentamientos originales. No sabemos, por tanto, si los lugares ocupados en la actualidad por las bolas coinciden (o no) con determinados asentamientos humanos, aunque así lo parezca por los restos hallados al pie de las mismas. Para los arqueólogos, además, dichas mediciones sólo son válidas si están asociadas, como digo, a restos orgánicos. Y me pregunto: ¿qué sucede con las que han sido encontradas en mitad de un torrente? ¿Cómo medir su antigüedad? Obviamente, podrían estar ahí desde mucho antes de lo que apuntan los arqueólogos (o desde mucho después).

A pesar de este evidente riesgo, la arqueología, basándose en el citado sistema de datación relativa, ha establecido la antigüedad de las esferas de piedra de Costa Rica en mil seiscientos años. Las primeras -dicen- fueron esculpidas hacia el 400 después de Cristo. Otros, sin embargo, las consideran más jóvenes, y fijan el momento de la fabricación en el siglo XVI. Esta última hipótesis tropieza con un serio inconveniente: si las bolas fueron talladas en el citado siglo XVI, ¿por qué no son mencionadas por los cronistas de la época?

Para algunos investigadores -más audaces que la arqueología tradicional-, estas esferas son mucho más antiguas. Y hablan de dos mil y tres mil años, como mínimo. Y fundamentan su razonamiento en el interesante proceso de hundimiento de dichas bolas.

Posible época de construcción. Los arqueólogos no se ponen de acuerdo.

¿Por qué los cronistas españoles no las mencionan?

Muchas de ellas (de dos metros y dos metros y medio de diámetro) se encuentran prácticamente sepultadas o semi enterradas. Pues bien, basta un sencillo cálculo para estimar el tiempo que han necesitado para ser tragadas por el terreno. Es cierto también que Costa Rica es una región castigada por huracanes y fuertes lluvias. Y tienen razón al afirmar que estos fenómenos naturales pueden modificar el nivel de los suelos y sepultar las bolas de la noche a la mañana. Sin embargo, desde mi punto de vista, existen dos realidades que no son mencionadas por los arqueólogos. En primer lugar, no todas las esferas han sido enterradas por la acción de los ciclones o de las riadas. Eso es fácil de verificar… Por otra parte, si las esferas han sido engullidas por los sedimentos que arrastran las lluvias torrenciales o los huracanes (el «César» y el «Juana» dejaron entre veinte y treinta centímetros), ¿por qué los objetos de oro, piedra, etc., que, según los arqueólogos, se hallan asociados a las esferas, no han sido arrastrados a las mismas profundidades que dichas bolas? ¿Por qué se encuentran siempre en niveles superiores?

Lo que parece cierto es que las «bolas» de Costa Rica son anteriores a la llegada de Colón. Imagen inferior: otra esfera quebrada en el pueblo de Bolas, en Buenos Aires.

Sea como fuere, lo que parece cierto es que estas magníficas y colosales esferas fueron labradas mucho antes de la llegada de Colón. Y me resisto a pasar por alto otro pequeño-gran «detalle» que descubrí en 1985, mientras visitaba el Museo Nacional de Arqueología, en San José. En uno de los pasillos, casi en el exterior, se muestra al público una de estas increíbles esferas de piedra; una esfera partida en dos mitades. Pues bien, en una de ellas, ocupando buena parte del «polo norte», se aprecia un extraño petroglifo.

Lo examiné con detenimiento y, a decir verdad, vuelvo a repasarlo cada vez que tengo la fortuna de visitar la hermosa tierra costarricense. Ni entonces, ni ahora, he conseguido averiguar su significado. Pero una cosa sí es cierta: el petroglifo en cuestión fue grabado en la bola cuando ésta ya existía.

Selva cerrada en Palmar Sur. ¿Cómo transportaron las esferas por estas regiones?

Para algunos investigadores, las esferas estarían señalando rumbos marinos.

Museo Nacional de San José. Otra piedra quebrada por culpa de los buscadores de oro. En su parte superior, un misterioso petroglifo.

Sería cuestión, por tanto, de averiguar la edad de dicho petroglifo para obtener, al mismo tiempo, la de la esfera. Éste, quizá, podría ser uno de los caminos para tratar de despejar el incierto origen de las esferas. Naturalmente, como habrá supuesto el lector, el momento de la fabricación de esas más de quinientas bolas no tiene por qué ser el mismo. Lo más probable es que fueran trabajadas en diferentes épocas y por motivos muy distintos. La presencia de dicho petroglifo nos estaría situando ante una de las más antiguas, quizá con miles de años.

Y, una vez más, regreso a la pregunta clave: ¿cuál fue su finalidad?

   Símbolos de poder  Conviene adelantarlo nadie lo sabe. Todo son teorías y sospechas. La verdad, sinceramente, no la conocemos.

¿De dónde sacaron los indígenas el concepto «esférico»?

La mayor parte de los arqueólogos consideran que las bolas son un símbolo de poder e influencia de los sucesivos caciques yreyezuelos. Algo así como la demostración física de la grandeza de un jefe (la «atmósfera» del poder, la llaman). De ser cierto, cuanto más grande y más perfecta, más notable sería el dominio del rey de turno. La teoría, sin embargo, no termina de convencer. Para empezar, ¿de dónde parte la idea de crear esferas? Como es sabido, no existen en la naturaleza (al menos, perfectas). En consecuencia, ¿cómo las idearon?, ¿de dónde las copiaron? Según Lothrop, los indígenas le hablaron de una leyenda que asociaba la creación de las bolas con la representación del sol. El asunto, sin embargo, es dudoso. Entre otras razones, porque los indios siempre representaron al sol con discos planos, generalmente de oro. He aquí otro de los aspectos fascinantes de este enigma: ¿cómo unos indígenas, supuestamente atrasados, pudieron concebir y plasmar un concepto puramente abstracto? Algunos señalan que, incluso, sabían de la esfericidad de la luna y la tierra. Personalmente me cuesta trabajo creerlo, pero la cuestión está ahí. Las esferas existen y, evidentemente, son precolombinas. ¿Cómo materializaron semejante idea? ¿O fueron los dioses quienes les enseñaron cómo hacerlas? Dioses que, según Paulina Leiva, la anciana de la tribu de los boruca, podían levantar las bolas en el aire y trasladarlas de un cerro a otro. Éste fue el caso de Tatikacuastrán, un dios o diablo (?) que movía las pesadas bolas como si fueran plumas, alzándolas del suelo hasta lo alto de los árboles.

¿Leyenda o realidad? Para los boruca fue un hecho real, ocurrido a principios del siglo XX en una finca llamada Guayabal. Lo vio medio pueblo. Y con ellos, la citada Paulina.

Para algunos nativos, eran los dioses quienes podían levantar las pesadas «bolas».

Para otros investigadores, las esferas son elementos de culto, asociadas con enterramientos. Y aunque se sabe de dos, muy pequeñas, que fueron halladas en tumbas junto a objetos de cerámica y joyas de oro, la hipótesis tampoco resulta sólida. De las más de quinientas esferas localizadas hasta el momento, ninguna ha aparecido sobre una necrópolis. Cabe pensar, por tanto, que las dos bolas descubiertas en sendas tumbas fueron únicamente una posesión del difunto.

Para el profesor Lothrop, el hecho de presentarse en grupos podría estar insinuando una serie de conocimientos astronómicos por parte de los constructores. La doctora Stone, como se recordará, descubrió varios grupos de bolas con un total de cuarenta y cuatro ejemplares.

También en las proximidades de Piedras Blancas se hallaron otras quince esferas, perfectamente alineadas. ¿Se trataba de mapas celestiales? ¿Indicaban la posición de las estrellas? ¿Quisieron representar constelaciones? ¿El origen de los dioses, como aseguran los indígenas? Hasta hoy, que yo sepa, nadie ha profundizado en esta sugerente posibilidad…

Alineaciones de algunas de las esferas de piedra, tal y como fueron descubiertas.

Río Sierpe.

 

Para muchos indígenas, las «bolas» son fuentes de energía.

Algunos nativos me hablaron también de algo mucho más fantástico. Según la tradición heredada de sus ancestros, estas esferas serían poderosos centros de energía. Una especie de «focos» que irradian fuerza y bienestar y que afectan a la vitalidad y a la salud de personas, animales y plantas. De hecho -dicen-, los vegetales que crecen en el entorno lo hacen siempre con mayor exuberancia y agresividad que los ubicados a mayor distancia. Y hablan con razón, sí, pero esa misteriosa energía no tiene nada de sobrenatural. Los materiales que forman las esferas -en especial el gabro y la granodiorita- contienen un elevado índice de magnetita. Y es justamente esta mena esencial del hierro la que atrae los metales y despliega la supuestamente fantástica energía benéfica. A partir de ahí, la imaginación popular hizo el resto…

Las esferas contienen un alto porcentaje de magnetita. Por eso las brújulas se alteran al aproximarlas a las «bolas».

lvar Zapp, autor de la teoría de los «rumbos marinos».

«Biblioteca» náutica Y en este laberinto de hipótesis nació igualmente otra explicación, contemplada con escepticismo por muchos de los investigadores. Basándose en mapas elaborados por Stone y Lothrop, el reconocido sociólogo estoniano Ivar Zapp lanzaría una teoría desconcertante «Las alineaciones de esferas son, en realidad, una «biblioteca» náutica.» Es decir, la señalización de rumbos marinos. Tomando uno de estos mapas, Ivar verificó que dos de las esferas apuntan hacia los rumbos 19 y 199 grados, respectivamente. Este último pasa sobre la isla del Coco (Costa Rica), el archipiélago de las Galápagos (Ecuador) y, finalmente, desemboca en la isla de Pascua (Chile). Ivar sometió el citado rumbo a la computadora de vuelo de un avión, y comprobó con asombro la impecable exactitud del destino nacido de ambas esferas. En un trayecto de siete mil kilómetros, el desvío de un supuesto navegante que hubiera seguido esa alineación habría sido de apenas setenta kilómetros. Por su parte, la alineación con la tercera esfera señala directamente a Grecia y Asia Menor. ¿Casualidad?

< Isla de Pascua. ¿Casualidad?.

> Según Ivar Zapp, varias de las esferas marcaban un rumbo que terminaba en Pascua.

Los científicos desconfiaron del hallazgo de Zapp. La mayor parte de las esferas, como fue dicho, han sido removidas de sus emplazamientos originales. Esto, en suma, hace poco menos que imposible la constatación de los referidos y supuestos rumbos marinos.

En cuanto a la sorprendente alineación que une Costa Rica con Pascua, el asunto tampoco mereció mayor consideración por parte de la ciencia. La verdad es que la proximidad de dos o tres esferas puede sugerir infinidad de rumbos…

Imágenes: Iván Benítez ©

www.jjbenitez.com ©

Un comentario en “Aida. < Cientos de bellas y pulidas esferas de piedra aparecen al machetear la selva en Costa Rica.

  1. » Los científicos ignoran estas versiones de los indígenas. No son serias, dicen» …»Las esferas contienen un alto porcentaje de magnetita. Por eso las brújulas se alteran al aproximarlas a las «bolas»Y es justamente esta mena esencial del hierro la que atrae los metales y despliega la supuestamente fantástica energía benéfica. A partir de ahí, la imaginación popular hizo el resto… «Tu nivel más alto de ignorancia es cuando rechazas algo de lo cual no sabes nada.» Dr. Wayne Dyer. «No sé de qué se trata pero me opongo» Mi esposo.

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