Aida. Liposucción adolescente y quinceañeras con implantes:

Liposucción adolescente y quinceañeras con implantes: la narcoestética y su influencia en Latinoamérica (FOTOS)

LA POBREZA CULTURAL DE LOS VALORES DEL NARCO SE HACE SENTIR EN LA FORMA EN LA QUE MUCHAS MUJERES SE AUTOOBJETIFICAN, ESCULPIENDO SU CUERPO PARA AJUSTARSE A LOS PARADIGMAS ESTÉTICOS DEL NARCOTRAFICANTE

POR: ALEJANDRO MARTINEZ GALLARDO – 25/04/2015 A LAS 15:04:06

 

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El diario británico The Guardian destaca una serie de imágenes tomadas por Manuela Henao en las cuales se capta el creciente fenómeno de la “narcoestética”. El origen de esta nefanda corriente estética (y el término “corriente” puede usarse también como adjetivo en su acepción “vulgar”) es la ciudad de Medellín, la meca del narco colombiano, pero no hay duda de que esta tendencia puede encontrarse en cualquier lugar donde haya una fuerte presencia del narco, como ocurre en el norte de México, e incluso deriva y se entrelaza con el paradigma reciente de la belleza femenina autoobjetificada, cuyo reflejo más concreto es el enorme crecimiento de la industria de la cirugía plástica. Como sabemos, Latinoamérica –particularmente Colombia, Venezuela, Brasil y Argentina– es líder en operaciones de cirugía plástica, especialmente aumento de senos. Si bien esto obedece a diferentes factores y características nacionales, la influencia del narco y el estilo de vida del “capo” con sus séquitos de mujeres y ayudantes ha permeado la región y puede considerarse una de las causas de esta explosión de la modificación del cuerpo con fines cosméticos e incluso socioeconómicos. Si bien se acepta tácitamente en la sociedad moderna que una mujer más bella o con senos más grandes puede escalar laboral y socialmente con mayor facilidad, dentro de la esfera del narco, esculpir el cuerpo para satisfacer la mirada del capo (la mirada masculina internalizada por la mujer) es explícitamente y a todas luces una forma de subir peldaños y obtener beneficios económicos, puesto que es una forma expedita de penetrar la zona de gracia de los narcos –que todo lo que tocan convierten en oro (o al menos exhiben cierta promiscuidad al repartir billetes por todos lados, de forma que estar cerca de ellos es como estar a un lado de una piñata que se rompe).

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Josue Caranton, profesor de la Universidad de Medellín, rastrea esta estética a los burdeles que se erigieron como las “oficinas” de los narcos en donde hacían negocios, particularmente con clientes extranjeros (incluso con las agencias antinarcóticos estadounidenses, algo que sigue ocurriendo). A este lugar de “inspiración”, se añade la costumbre de los narcotraficantes de extender su modus vivendi a todos los ámbitos, es decir el tráfico no sólo de drogas sino también sexual o un mercantilisimo de sus relaciones. El cuerpo se vuelve otro tipo de droga. También, según Caranton, la alta exposición a la pornografía común en las cárceles ha influido en la conformación de esta estética. Los narcos, dicho de otra forma, adoptaron el ideal de belleza de cuerpos voluptuosos y siempre disponibles que es normativo del porno y las revistas para hombres. Como ocurre en gran parte de América Latina, estas imágenes importaron también una belleza extranjera, lo que hace que muchas mujeres se tiñan el cabello de rubio y modifiquen su rostros según fenotipos más europeos (así produciendo otra fragmentación de identidad más). El empoderamiento de estos individuos les permitió satisfacer sus deseos y provocar que una mayor cantidad de mujeres obtuviera este tipo de belleza, en busca de obtener también los beneficios que la misma conlleva. Al final lo que tenemos es una narcopornificación de la belleza –el término es horrible, pero por ello quizás acertado.

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Los efectos de la narcoestética en Colombia han hecho que los implantes de senos (y hasta de traseros) sean vistos como algo normal, abiertamente deseable. Tanto así que muchas adolescentes piden a sus padres implantes por sus 15 años o si estos son más conservadores para sus 18. Igualmente, según señala The Guardian, existe una tendencia de procedimientos de liposucción en adolescentes. La presión por tener el cuerpo de belleza estandarizado se hace sentir cada vez más entre jóvenes.

“La sociedad contemporánea ha dicho a la mujer que todo su poder está en su cuerpo. Ellas mismas asumen su rol como objetos. Quieren tener el cuerpo que es deseado, de otra forma no tendrán personas que las provean con prospectos económicos”, dice Caranton. Aquí tocamos un aspecto que va más allá de la narcoestética, aunque se acentúa más en estos entornos. Se trata de la reacción que se presenta en millones de mujeres en todo el mundo como resultado de vivir en una sociedad inundada de imágenes de mujeres que parecen hacer propaganda de un tipo de belleza específico y generalmente excluyente. Esto produce una disociación entre la realidad del cuerpo y la imagen corporal deseada, y una posible frustración en la distancia. Claro que esto puede ser evitado con un poco de orientación, especialmente en dirección a crear un entorno de autovaloración y autoestima; incluso un poco de semiótica y conciencia crítica (se me ocurren iniciativas como esta en Dinamarca para que los adolescentes vean porno en la escuela, pero con el fin de de discernir la fantasía de los cuerpos que el porno promueve de la realidad y dirigir la atención a la posibilidad de relaciones sexuales con cuerpos imperfectos, a veces incómodas y hasta torpes pero en sí mismas valiosas). Sin embargo, la mayoría de las adolescentes en países como Colombia o México no tienen esta dirección o la confianza necesaria en padres e instituciones para valorar su propio cuerpo y entender que los cuerpos mostrados son simulacros, exaltaciones desaforadas y se alejan de la realidad cotidiana. De manera más sucinta, sería apropiado hacer saber a mujeres y hombres adolescentes que el tipo de relación y de intercambio que se consigue bajo los conceptos de la belleza moderna idealizada casi por definición niega la posibilidad de una relación verdaderamente amorosa. En otras palabras, hacer realidad la fantasía de tener el cuerpo deseado, con el que capturarán el deseo, niega esa otra fantasía del amor romántico –que también promueve enormemente nuestra cultura, pero que tiene al menos un fondo histórico y que obedece a otro tipo de necesidades. Esto, puesto que el amor romántico presupone que una persona es querida por lo que es –por su esencia, e incluso por su alma– no por su apariencia o su proyección física. Asimismo, el desarrollo espiritual y moral del individuo necesariamente requiere de la autoaceptación.

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Otra tendencia preocupante que podemos ligar con la narcoestética, es lo que se conoce como thinspiration. En este caso, es un fenómeno común a sociedades occidentales, en las que el paradigma actual de la belleza tiene que ver con cuerpos sumamente delgados. Aquí las chicas más que querer ser las novias de los narcos, quieren ser modelos. En Internet vemos cómo este fenómeno se esparce por innumerables foros y blogs en los que adolescentes suben imágenes de modelos que admiran y cuyos cuerpos quieren tener. El problema con esto es que a veces en el cometido por obtener ese cuerpo perfecto que produce tantos beneficios se pierde el piso y la realidad misma. Muchas de estas chicas no son muy “objetivas” que digamos en su autopercepción (aunque ciertamente ven su cuerpo como un “objeto”) y suelen seguir enflacando hasta estar desnutridas y desarrollan desórdenes alimenticios. Llama la atención la practicidad de su conducta, más que ver fotos de hombres atractivos, ven fotos de mujeres atractivas (llenándose de la irradiación inspiracional de la imagen), para así luego conseguir ser deseadas por los hombres que les gustan (a los cuales creen que sólo les gustarán cuando se vean como modelos esbeltas con abdómenes y traseros tonificados).

Así las cosas en el panorama de la transformación corporal con fines económicos o afectivos. Los síntomas son preocupantes puesto que revelan un estado generalizado en el que la belleza misma se ha objetificado e incrustado en una dinámica de consumo y comercio y de esta forma ha sido despojada de su naturaleza esencial: la elevación espiritual y moral del individuo. Ante esto me parece interesante recordar la teoría platónica de la belleza según la expresa Diotima, en el Banquete. Diotima, la sacerdotisa del amor, le dice a Sócrates que el sentido de la belleza no es la contemplación e idolatría de los cuerpos sino que a través de la belleza individual las personas tienen la posibilidad de alcanzar a percibir la belleza del alma o la Belleza universal que irradia en todas las cosas, las cuales son sólo imágenes o sombras de las formas arquetípicas. La belleza del cuerpo nos puede seducir, como una impronta biológica que busca la perpetuidad, pero esta seducción en su justo término nos debe llevar a trascender la ilusión de la belleza del cuerpo y del mundo físico, el cual es impermanente. La belleza, en el sentido platónico, es la contemplación de lo eterno. ¿Qué es entonces lo eterno en el cuerpo? ¿Podemos pedirle a nuestra sociedad que busque una belleza más profunda o es esto absurdo e implausible?

Twitter del autor: @alepholo

Fotos vía The Guardian

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