Lo que pasó este domingo en Europa no estaba en los planes originales de ninguno de los cerebros de la integración europea.
Cuando hace cerca de tres lustros se embarcaron en el proyecto del euro, la teoría era de una sociedad permanente, sin condiciones, entre las naciones del continente que se habían inscrito a la más ambiciosa unión monetaria europea en varios siglos.
La moneda común retrataba como pocas cosas, la idea de una «unión cada vez más fuerte» entre las naciones europeas, consagrada como principio en las declaraciones políticas del continente.
En cambio, este domingo, al rechazar contundentemente las condiciones que sus acreedores noreuropeos les imponían para refinanciar su deuda, los griegos parecen haber tomado un paso más en un camino que puede terminar muy pronto en su retirada de la Eurozona.
Y en el proceso, una de las naciones más pequeñas de la periferia del continente ha sembrado dudas en torno a lo que será el futuro del euro, e incluso, de la Unión Europea.
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Seis meses vertiginosos
Nadie sabe en qué terminará esta confrontación entre Grecia y sus acreedores.
Se dice que los bancos griegos están a días de quedarse sin dinero y colapsar, advierte el editor económico de la BBC, Robert Peston.
No son pocos los que advierten de la inminencia de una calamidad económica todavía mayor para Grecia en los próximos meses si tiene que salir desordenadamente de la moneda europea como resultado de las acciones de su gobierno.
Otros dicen que sacudirse del peso de la deuda es el primer paso a la redención económica del país.
Pero lo que pocos dudan es que el equilibrio político europeo ha cambiado en estos seis meses por cuenta de Grecia.
La victoria electoral de la coalición Syriza del primer ministro Alexis Tsipras en enero pasado puso al mando a uno de los movimientos más heterodoxos que haya llegado al poder en un país europeo después de la Segunda Guerra Mundial.
Yannis Varoufakis, quien hace un año era un profesor más bien desconocido en una universidad de Texas, es ahora, como ministro de Finanzas griego, una de las figuras más visibles de un movimiento que se ha enfrentado a la ortodoxia imperante en las instituciones económicas europeas.
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La estrategia del dominó
Ya no es impensable que un país miembro de la Eurozona considere salirse de ella. Y si escoge retirarse de la moneda común, muchos advierten que podría tener que apartarse de la Unión Europea.
Lo que a su vez, podría ser el factor desencadenador de movimientos parecidos en Portugal o incluso España, mucho más cerca al corazón económico de Europa.
«En mis años como editor político entre 2005 y 2009, hubo mucho debate sobre el futuro de la UE, pero nunca tomé seriamente la idea de que un día podría dejar de existir. Hoy ya no suena tan descabellado», aseguraba hace unos días Mark Mardell, de la BBC.
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Lo cierto es que Grecia parece estar contemplando un futuro económico en donde podría tomar distancia de la creación suprema de la integración continental, el euro.
Mientras que al mismo tiempo, los países acreedores europeos, con Alemania a la cabeza, parecen estar inclinándose a concluir que la solidaridad que pudieran sentir hacia los griegos no es suficiente para ofrecerles más alivio económico.
La idea de una Europa unida parece estar debilitándose.
Las reverberaciones del colapso en Grecia, un país con 11 millones de habitantes que constituyen apenas el 2% de la población total de la Unión Europea, tienen un impacto sobre las instituciones de ese continente.
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No más austeridad
Con 100% de los votos contados, el 61% de los electores en Grecia votaron por el «No» en el referendo.
El gobierno le había pedido a sus ciudadanos que expresaran su rechazo a las exigencias de la «Troika» del Fondo Monetario Internacional, el Banco Central Europeo y la Comisión Europea, que pedían más ajuste fiscal para la extensión de un programa de ayuda financiera.
Grecia insiste en que la austeridad los ha empobrecido y asegura que la única salida para retomar el crecimiento es un alivio de la deuda pendiente de US$360.000 millones.
Grecia oficialmente dice que quiere seguir en la Eurozona, pero con unas condiciones de alivio de deuda que le permitan respirar y retomar el crecimiento.
Un resultado electoral como el de este domingo le da poder para asegurar en la mesa de negociaciones que el país está firmemente detrás de su posición de confrontación con los acreedores.
Lo que el mundo espera con ansiedad en las próximas horas es cómo reaccionarán los que están del otro lado de la mesa.
En los días anteriores al referendo, los acreedores, y especialmente Alemania, dieron a entender que un voto por el No podría acelerar la salida de Grecia de la Eurozona.
¿Hacia el default?
Lo cierto es que Grecia debe hacer varios pagos a sus acreedores en lo que queda de julio, y parece difícil que consiga hacerlo sin una inyección sustancial de ayuda financiera de las entidades europeas.
Si Alemania mantiene su posición dura y bloquea nuevos auxilios monetarios, Grecia parece estar encaminada a declarar un gigantesco default de su deuda en las próximas semanas.
Muchos advierten que la consecuencia inevitable será un traumático regreso a la antigua moneda nacional griega, el dracma.
Pero, ¿y si los demás europeos flaquean primero en este pulso de voluntades entre deudores y acreedores?
Eso parecían inferir algunos con las declaraciones del canciller italiano Paulo Gentiloni, quien tuiteó diciendo que «ahora es el momento para empezar a buscar de nuevo un acuerdo».
Sobre todo, falta ver qué posición tomará Alemania, el principal acreedor.
El vicecanciller alemán Sigmar Gabriel ha dicho que «es difícil imaginar» nuevas negociaciones con Grecia.
Pero también es cierto, que hace seis meses habría tomado mucha imaginación anticipar que las cosas en Europa llegarían al punto que han alcanzado este domingo.
http://www.bbc.com/mundo/noticias/2015/07/150705_economia_consecuencias_referendo_grecia_lf