Es posible que muchos hayáis oído hablar de la alquimia, una milenaria ciencia que, Hermes Trimegistos, padre de muchas de las tradiciones y enseñanzas esotéricas que llegan a nuestros tiempos con el nombre de “herméticas”, parece haber “sacado a la luz” bajo la forma de alegorías y metáforas, dando claves a aquellos iniciados en los misterios de la vida, la naturaleza y el universo, para conseguir cambios en su interior, en su psique, en su alma, a través de la transformación de “metales” (cualidades) inherentes al ser humano.
Para aquellos que buscaban realmente la piedra filosofal y la transmutación literal de metales como el plomo en oro, los libros de Ramón Llul, de Flamel, de Fulcanelli o de otros alquimistas medievales eran un sinfín de laberintos inescrutables, imposibles de descifrar, pues, de hecho, aunque quizás existiera y tuvieran la formula para ello, la verdadera alquimia, enseñada y trasmitida por escuelas herméticas, esotéricas, iniciáticas, no es otra que la de la transformación del hombre para convertirse en algo superior, más elevado, más avanzado.
Desde Khem
La alquimia proviene de Egipto, y así su nombre lo indica. “Al-Khem” significa “desde Khem” (el prefijo al– es, en castellano, un “desde” o “relacionado con”) y a su vez “fuera de la oscuridad”, siendo “Khem” un termino que significa “negro” en egipcio antiguo, y que era a su vez el nombre usado para el mismo país, Egipto, llamado “oscuro” u “oculto”. De ahí que todo lo que salía o provenía de las tradiciones o conocimientos ocultos egipcios provenía de Khem, y entre ellos, el mas importante o uno de los mas importantes, la “alquimia”.
Las enseñanzas alquimistas se han hecho siempre mediante alegorías, como os decía, siendo una alegoría una información críptica, en forma de poema, de cuento, de metáfora, que tenia que ser interpretada y decodificada correctamente para poderla llevarla a la práctica y extraer sus lecciones y conocimientos, impidiendo así que fueran revelados y, quizás, mal usados, por aquellos no instruidos y preparados para ello a lo largo de los tiempos.
Transformando al ser humano
En la tradición alquímica, se da por sentado que todos los componentes que forman al ser humano, que son llamados “metales base” pueden ser transformadas de un estado a otro. La transformación y transmutación de metales, así, corresponde a la transformación de cualidades en el ser humano, mediante profundos e internos procesos. Cada metal de cada libro de alquimia corresponde a una modalidad o nivel de la conciencia humana y, el oro, como metal a obtener, corresponde a la conciencia sublime, máxima, pura. La clasificación de los metales según los alquimistas iba desde los más bastos e imperfectos (más alejados de la conciencia “esencial” y pura de la Creación) con los más refinados y cercanos a ese “oro” espiritual y evolutivo que se pretendía alcanzar. Así, el alquimista pretende eliminar de si mismo esos metales bajos (cualidades) de sus pensamientos (cuerpo mental, conciencia, esferas mentales), de sus emociones (cuerpo emocional), y de sus acciones (etérico, físico), transmutando todas esas imperfecciones para llevarlas hacia un alineamiento con las leyes naturales de funcionamiento de la Creación, como os explicaba hace un par de artículos.
Cuando esto se conseguía, se había obtenido “oro”, el estado deseado, se había conseguido transmutar el plomo en la sustancia perfecta. Como podéis ver, el método de funcionamiento es, en base, igual a muchas técnicas de sanación “modernas”, eliminar lo negativo del ser humano, transmutar lo negativo y pesado, para convertirlo en positivo y elevado, si hablamos de forma simple, pero bastante acertada, referidos a la programación que llevamos a cuestas en las esferas mentales, a miedos no procesados, a sistemas de creencias limitantes o dogmáticos, etc.
Simbolismo y correspondencias
Algunos de los símbolos y fuerzas usadas en alquimia son conocidas por todos: la tierra, que representa para el proceso alquímico los talentos y recursos naturales en una persona; el aire, que representa su intelecto, su conciencia, su mente; el agua, que representa sus emociones, intuición y creatividad; el fuego, símbolo para la acción, el poder de voluntad y coraje para el cambio de esa persona, y para que esa persona pueda producir cambios en el mundo; y el éter, Akasha o quinto elemento, como la esencia divina en todos nosotros que nos asiste en el cambio y transformación.
Un término usado en los libros de alquimia es el de la “Prima Materia”, la materia inicial, la sustancia base desde la cual se parte en el proceso de transformación. Una de esas substancias iniciales, entre otras, era la plata, cuya contrapartida esotérica es el aspecto femenino e intuitivo de la psique ( y la Luna en su aspecto astrológico), incluyendo los atributos de la intuición, la sabiduría interna, la compasión, la apertura de miras. El hecho de querer transmutar la plata en oro era el proceso de despertar en el alquimista estas cualidades, básicas y necesarias para conseguir la “conciencia pura” o “iluminada”. Una persona que no desea abrirse a su intuición, a su conocimiento interno, a aprender de si mismo, no podía llegar nunca a ese estado de “iluminación” y “conexión con la Fuente”.
¿Y como se produce esta transmutación? La alquimia habla de un potente agente, elemento catalizador, que ha sido llamado o explicado alegóricamente como el Elixir de la Vida, la Piedra Filosofal, o la Quintaesencia. Y esta piedra filosofal no es otra cosa que la chispa divina en cada uno, nuestro ser, mónada o esencia, presente en todos y en todo, y detonante, como ya habréis podido ver, si me vais siguiendo en los artículos, de todo cambio profundo en el crecimiento del ser humano, pues no hay cambio ni transformación si no hay una energía pura, cuántica, de la propia Fuente, que lo dirija.
Lo mejor de todo es que todos llevamos una piedra filosofal y un elixir de la vida alegórico en nosotros mismos, pero nunca han querido que lo sepamos y lo encontremos. Quizás va siendo hora de traer desde Khem los procesos para ello, y saquemos a la luz como convertir todos nuestros metales pesados en oro, algo que veremos como lo hacían los alquimistas por fases en el próximo artículo.
Fuente: David Topí