«Alguien se ha portado mal con vosotros o bien os ha dicho una palabra hiriente y os sentís vejados, apenados. Es normal, pero si aceptáis abandonaros a este estado, veréis lo que va a pasar: vais a acordaros de todas las veces que esta persona os ha herido, contrariado. Y ni siquiera es seguro que os paréis ahí: pensaréis en todas las personas que se han mostrado desagradables con vosotros.
Finalmente, tendréis la sensación de estar aplastados, hasta el punto de que ya no podréis respirar. ¿Acaso es inteligente todo eso?
Para evitar llegar hasta ahí, os voy a dar un método: recurrid a vuestro intelecto y preguntadle si vale la pena que os detengáis en esta vejación o en esta contrariedad. Si vuestro intelecto es honesto, seguro que os responderá: «No, eso no es tan grave, ¿por qué ponerse en semejante estado?» Y de esta manera, poco a poco, lograréis disolver esta materia pesada y oscura que amenazaba ahogaros.»
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