En Senegal, los taxis son de color amarillo y negro; en Níger, son blancos con el techo rojo; y en Burkina Faso, son verde hierba. Así se distingue a los vehículos con los que tienes más posibilidades de llegar a tiempo a una cita en estos países africanos. En Burkina Faso, sin embargo, hay un taxi que se diferencia del resto, no solo por llevar la zona inferior pintada de rosa, sino además por ser conducido por una mujer. Habibata Gansgné (Uagadugú, 31-05-1986) es la única mujer taxista de Uagadugú (la capital de Burkina Faso) desde que, en 2010, decidiera coger carretera y manta para hacer de la conducción su negocio.
“¿Aguantarás?”, le dijo el presidente del sindicato de taxis de Uagadugú a Habibata cuando se presentó allí para decirle que quería ser taxista. “No vas a poder”, le decía un compañero. “En nuestra sociedad, ser taxista se considera un trabajo de hombres pero no está escrito en ningún sitio que deba ser así”, explica, convencida, Habibata. Es por ello que, cuando se sacó el carné de conducir con la intención de conocer el código vial, dejó a un lado esta creencia social para sacarle partido económico y, como ella dice, valorizarlo. Para Habibata, que desde hacía años se había dedicado a la costura y tenía ganas de cambiar de oficio, ponerse al volante para ganarse la vida era un modo de avanzar.
En Burkina Faso, la mujer tiene limitado su trabajo, en la mayoría de las ocasiones, al pequeño comercio, para obtener algunos ingresos, y al hogar que sustentan con dichos ingresos: hacer la comida, ir a por agua, ir al mercado, lavar a mano la ropa, cuidar a los niños o trabajar en el campo. Un dato revelador es que la proporción de mujeres entre los empleados remunerados en el sector no agrícola es de, tan solo, un 26,5%, según datos de Naciones Unidas. El resto, lo ocupan varones.
– ¿No te preocupaba lo que pudieran pensar al empezar a trabajar en un sector ocupado solo por hombres?
– Cuando se tiene la ambición de avanzar, el coraje llega. Lo tenía claro y me lo dije a mi misma: cuando se quiere avanzar, se puede.
Habibata no tenía la posibilidad de comprarse un coche así que, al principio, lo alquilaba por unos 6.000 francos CFA al día (9,12 euros). “Así, poco a poco, en un año y medio o dos, logré comprar mi propio vehículo”. En sus inicios, dejaba publicidad en los hoteles, donde consiguió una buena clientela y donde, además, era recomendada por lo que ella considera la clave y calidad de este servicio: la puntualidad. “Los hoteles empezaron a llamarme. La gente me daba facilidades por todos lados. Estaban contentos de ver una mujer al volante. Me decían que era valiente por haber decidido ser taxista e, incluso, recibía más propinas que pagos. Voilà, me dije, tienes que seguir trabajando en esto”.
Cuando Habibata se quedó embarazada, hace tres años, siguió conduciendo el taxi. Cuenta, divertida, con un vaso de Coca Cola en la mano en una terraza de la Avenida Charles de Gaulle de la capital burkinesa, que había veces que los clientes le decían “lo que sobra, guárdalo para el bebé que está por venir”. “Paré de trabajar dos semanas tras el parto y, luego, me reinserté. Quiero demostrar que, incluso si tienes un niño, puedes trabajar”.
– ¿Y qué opinaban los hombres y las mujeres de lo que estabas haciendo?
– Una vez, un hombre me dijo: “si todas nuestras muchachas fueran como tú, estaríamos muy felices”. Eso me tocó. Cuando ven que te buscas la vida, los hombres te respetan. Las mujeres me preguntan si no es agotador. No he conocido a ninguna que quiera hacer lo mismo que yo, pero hay mujeres que me han dicho que me envidian porque tengo el coraje de luchar por lo que quiero.
En otra ocasión, un hombre le dijo a Habibata que no era un oficio adecuado para mujeres porque si la mujer está casada, va a ligar con hombres. “Yo le respondí que la mujer puede ligar con hombres incluso en el mercado. No es el tipo de trabajo el que te hará tontear con otros, sino tu propia voluntad”, asegura esta madre, que no solo es soltera, también musulmana.
Habibata tiene todos los adjetivos de mujer luchadora y se salta las normas impuestas por su sociedad con la convicción de que no está haciendo nada malo, sino lo correcto. Ella lo explica de este modo: “El mundo evoluciona y nosotros tenemos que evolucionar porque somos parte del mundo”. Y, en este sentido, ella sigue pensando en avanzar y confiesa que su sueño es crear una pequeña sociedad de unos 5 ó 6 taxis.
Ahora, el negocio no funciona tan bien como antes. Los hoteles llaman menos. El calor ahuyenta a los turistas y la transición, tras la expulsión del poder del presidente Blaise Compaoré en Burkina Faso el pasado 31 de octubre de 2014 después de 27 años en el poder, ha afectado a la economía del país por el miedo de los visitantes a que se produzca algún problema. Pero esto no es más que un pequeño bache para una de las mujeres más atrevidas de este país africano.
Cuando empezó, los taxistas pensaban que iba a dejarlo en dos días porque era un trabajo demasiado duro para una mujer. Han pasado ya cinco años y Habibata sigue conduciendo, orgullosa, su taxi verde y rosa por el asfalto y las calles de tierra anaranjada de Uagadugú. No es solo valor y coraje, también es amor por lo que hace: “Yo invito a las mujeres a trabajar con mucho amor. Hay que trabajar verdaderamente con el corazón, es lo más importante. Cuando sentimos amor por lo que hacemos, progresamos fácilmente”.