Todos tenemos tendencia a buscar rápidamente soluciones y explicaciones físicas para problemas o dificultades físicas. Es lo más racional e intuitivo, y es así como percibimos que debe hacerse, ya que nos parece la forma natural de contrarrestar o navegar por las vicisitudes de la vida. Sin embargo, no siempre tiene porqué ser la correcta, y, en la mayoría de los casos, no lo es. La vida del ser humano se rige por diferentes capas o niveles sutiles, planos y dimensiones de existencia, donde la parte física, solo es la más densa de todas ellas, y es solo el plano de manifestación de los efectos de otras cosas.
Raramente el plano físico es el plano de las causas, del origen de algo, es decir, que raramente algo que se manifiesta en nuestra realidad como un evento físico, ha tenido un detonante o raíz física. De ahí que, todo aquel que intente entender como su vida se rige por las leyes naturales que mueven la manifestación de aquello que vemos en nuestro día a día, debe ahondar en otros niveles más allá del físico a la hora de analizar, y buscar las raíces, de cualquier cosa que le suceda, sea a nivel de salud, material, social, profesional, etc., etc.
La cadena descendente de la manifestación de la realidad
El plano material, tal y como lo percibimos, es tan solo el resultado final de una larga cadena de procesos energéticos y evolutivos que tienen su inicio y lugar en los llamados planos “no físicos”: procesos que nacen desde los planos superiores “espirituales”, luego cayendo al plano mental, luego al emocional o astral, luego al etérico, y finalmente al plano sólido y físico. En consecuencia, cada problema que encontramos en el plano físico tiene una causa que puede ser una amalgama de factores de esos diferentes niveles, y de ahí la importancia de analizarlos, para ver o intuir la solución. Es inútil tratar un problema en el plano físico cuando tiene una causa profundamente espiritual (generada en planos por encima del mental), o profundamente emocional. Estaríamos tratando de poner parches sin quitar el clavo que causó el pinchazo.
Por otro lado, hemos de tener en cuenta que cada plano tiene sus propias leyes particulares, que no pueden ser obviadas ni eliminadas, en todo caso, solo dirigidas y usadas tras su comprensión. Puesto que cada plano actúa en forma “pasiva” respecto al plano superior y de forma “activa” respecto al inferior (un plano o energía de un cierto nivel es modificable por energías superiores, y, a su vez, puede manipular energías de niveles inferiores). Dirigiendo y usando correctamente estas energías encontramos la forma de erradicar de raíz cualquier situación a nivel físico. Esto no significa que vayamos a hacer milagros y borrar de un plumazo según que cosas, pero su solución, que en muchos casos depende de fuerzas mentales y emocionales en marcha, puede aparecer “de la nada”, y cancelar el efecto final en el plano de nuestra realidad cotidiana, que es lo que estamos buscando desde el principio. Todo tiene sus limites y sus tiempos, sus procesos y sus canales, la combinación y la comprensión de todo ello es lo que nos permite solucionar en el plano del “efecto”, el nuestro, el resultado de las “causas”, que no nos están gustando o nos están causando aquello que tildamos como “problema”.
Todo problema es potencialmente cuádruple
Una persona que ha sufrido un accidente, o coge una pulmonía, por ejemplo, podría suponer que todo el problema radica exclusivamente en el plano físico, en la mala suerte, porque otro conductor se saltó el semáforo o porque el aire acondicionado estaba demasiado fuerte y cogió frío, cuando es todo lo contrario. Ambos eventos tienen sus causas en planos más sutiles de nuestra realidad, y su manifestación está condicionada al descenso de los procesos iniciados a nivel mental o emocional, hasta el plano físico, que dan como resultado un evento u otro. Además, otras leyes están en juego, como la ley de causa y efecto (llamada “karma”), de la que ya hemos hablado otras veces, y que no es otra cosa que los procesos energéticos que nosotros mismos hemos puesto en marcha en algún otro momento, y que ahora vuelven de forma natural e inequívoca a su origen, con su efecto visible en la realidad física.
Así, todo evento, situación y problema que nos podamos encontrar es cuádruple: tiene aspectos espirituales, aspecto mentales, aspectos emocionales y aspectos etérico-físicos que lo componen, y así deben ser analizados. Para ello, hay que partir de la base, en este caso del efecto, y usando un razonamiento deductivo debemos ir hacia la causa parándonos en todos los planos. ¿Como se hace esto?: introspección, intuición, meditación, deducción, etc. En el caso de enfermedades y problemas de salud, los terapeutas sabéis que es de lo más común hacerlo así, pues casi siempre encuentras la causa a nivel mental o emocional, cuando no en niveles más altos, manifestado a nivel etérico y luego físico.
Por ejemplo, un dolor muscular en un hombro. En terapia, siguiendo este razonamiento, se buscaría primero su contrapartida energética a nivel de la matriz etérea del hombro, luego su “condensación” a nivel emocional para detectar que se trata de, por ejemplo, estrés, luego iríamos a dar con la causa del estrés en el cuerpo mental, y al limpiarlo de aquí finalmente poder sanar el dolor muscular. Es un ejemplo sencillo que muchos entenderéis, ya que es la base de la sanación de miles de situaciones partiendo de un efecto físico, y subiendo hacia planos superiores para indagar en su raíz.
Cuando estamos hablando de otros temas que no son tan obvios como la salud y las enfermedades, hay que hacer un proceso deductivo parecido, aunque quizás sea resulte, a priori, algo más complicado. Me acaba de pasar esto, lo otro, lo de más allá. Bien, esa es la manifestación física. ¿De donde viene? Yo cierro los ojos y pido intuitivamente la información. Un ataque o trabas de alguien que está tratando de frenar tu trabajo puede venir muy bien de un miedo tuyo a tomar ciertas nuevas responsabilidades a nivel espiritual. Una discusión repentina con alguien muy querido que nace de la nada puede venir de una emoción ignorada por ambos desde hace años. Un proceso donde sufres las consecuencias de una acción negativa de otra persona puede venir de una propia acción nuestra ejecutando el mismo daño sobre un tercero hace dos décadas, una bomba de agua que de repente deja de funcionar en casa es perfectamente pausible que sea el resultado de una parada y estancamiento en el flujo de las emociones entre los miembros de un hogar.
Hasta que no llegamos al conocimiento de la causa, es difícil actuar sobre ella. De ahí que la intuición, meditación, deducción, etc., son las herramientas para llegar a ello. Cuando sientes el “ahá!, ya entiendo de donde viene esto”, la solución es inmediata. ¿Porque no deseo o no quiero aceptar esa nueva responsabilidad “espiritual” que se ha manifestado en un obstáculo laboral a nivel físico? ¿Porque no sano ya esa emoción con esa persona que sigue latente a nivel emocional? ¿Porque no tomo acción física para eliminar el estrés mental de mi vida?
El manual de acción y de instrucciones está en el interior de cada uno de nosotros, y no suele fallar. Sobretodo, es vital entender que nada, o, para no ser dogmáticos, prácticamente nada, tiene su raíz en el plano físico. Este es solo el plano de los efectos, el plano más denso y el más interior de todos los que componen nuestra realidad, individual y común, así que para cambiar algo en nuestra vida física, hay que cambiarlo en nuestra vida espiritual, en nuestra vida mental y en nuestra vida emocional. Y luego, lo demás, aparece “de la nada” y como por arte de magia. Y es correcto, porque magia es, cuando se comprenden los principios energéticos que la rigen, y los ponemos en práctica.
David Topí