Aida. La Reserva Federal – Banqueros para el Nuevo Orden Mundial


por Jack Kenny
08 Enero 2014
del Sitio Web TheNewAmerican

traducción de Editorial-Streicher
18 Julio 2015

del Sitio Web Editorial-Streicher

Versión original en ingles

Del sitio thenewamerican.com hemos elegido el siguiente artículo de principios de 2014, para presentarlo en castellano, excepto su primeros párrafos, por ser demasiado técnicos y contingentes, que ofrece en general una visión de acontecimientos históricos donde se ha visto involucrada la entidad financiera privada que emite el dinero estadounidense, y cuyo papel para el futuro ha sido cuidadosamente planificado.

La Reserva Federal

–   Banqueros para el Nuevo Orden Mundial   –


(…) Supervisión y transparencia son precisamente lo que la Reserva Federal no quiere, que es la razón por la que se ha opuesto a la legislación que el ex-Representante Ron Paul (Republicano, Texas) promovió para hacer que la Reserva Federal fuera auditada por la Oficina de Responsabilidad del Gobierno (GAO, General Accounting Office).

Dicho proyecto de ley finalmente fue aprobado por la Casa de Representantes en 2012, pero el Senado no la promulgó.

Algunos aspectos de las operaciones de la Reserva Federal han sido regularmente revisados por la GAO, pero las tres áreas donde la ley actualmente no permite revisar son,

  1. las líneas de comercio que la Reserva Federal arregla con otros Bancos Centrales y organizaciones de financiación internacionales

  2. las deliberaciones y decisiones de la política monetaria (es decir, cuánto elevar y bajar las tasas de interés)

  3. la compra y venta de valores hechas bajo la dirección del Comité Federal de Mercados Abiertos (FOMC)

El ex-presidente de ella, Bernanke, ha sostenido que las auditorías de aquellas actividades amenazarían la independencia del Consejo de la Reserva Federal.

«Por cuanto las revisiones de la GAO pueden ser iniciadas a petición de los congresistas», dijo el presidente de la Reserva Federal al Comité de Servicios Financieros de la Cámara Baja en 2009, «las revisiones o la amenaza de revisiones en aquellas áreas podrían ser vistas como esfuerzos para influir en las decisiones monetarias».

O bien ello podría ser visto como evidencia de cuán impenetrable es la Reserva Federal a cualquier influencia del Congreso con respecto a cuántos dólares federales ella gasta o dónde los gasta.

En 2008, por ejemplo, el Congreso autorizó el gasto de 700.000 millones de dólares para rescatar a las fallidas instituciones financieras estadounidenses bajo el Programa de Ayuda a Bienes en Problemas [TARP – Troubled Assets Relief Program].

Sin embargo, una auditoría hecha por la GAO de las compras TARP hechas por la Reserva Federal mostró que se gastaron 16.200 billones de dólares – una cantidad mayor que el Producto Nacional Bruto anual estadounidense – para rescatar a los bancos en,

  • Estados Unidos

  • el Reino Unido

  • Alemania

  • Suiza

EL «MANDATO DUAL»

Creada por una ley del Congreso en Diciembre de 1913, la Reserva Federal estaba lista y funcionando a mediados del año siguiente, justo antes del inicio de la Primera Guerra Mundial en Europa.

El suministro de dinero, y por consiguiente los precios al consumidor, se duplicaron durante la guerra para facilitar el financiamiento de los esfuerzos de guerra de los Aliados y, finalmente, los nuestros propios.

Si bien Estados Unidos era oficialmente neutral, los bancos estadounidenses prestaron miles de millones a Inglaterra y Francia, creando un poderoso interés en Estados Unidos por una victoria de los Aliados.

La entrada estadounidense en la guerra en 1917 ayudó a asegurar aquel resultado.

Mientras los principales banqueros y fabricantes de armas hicieron enormes fortunas, las cargas de la guerra fueron llevadas por los soldados en los campos de batalla de Europa y por los consumidores que enfrentaron precios más altos por los bienes esenciales.

La «guerra para terminar todas las guerras» de Woodrow Wilson fue hecha posible por la enorme expansión de la oferta de dinero de la nación.

«Para aquellos que creen que la entrada estadounidense en la Primera Guerra Mundial fue uno de los acontecimientos más desastrosos para Estados Unidos y para Europa en el siglo XX», escribió el economista Murray Rothbard, «la facilitación de la entrada estadounidense en la guerra es apenas un punto importante a favor de la Reserva Federal».

Pero la Reserva Federal, en efecto, vio mejorada su reputación gracias a la guerra, como el economista y escritorLester Chandler señaló:

«Una nación agradecida la aclamó entonces como un importante contribuyente a haber ganado la guerra, un eficiente agente fiscal para la Tesorería, una gran fuente de fondos monetarios y de reserva, y una parte permanente e indispensable del sistema bancario».

La Reserva Federal todavía tiene su mandato original para conservar el valor del dólar.

Su éxito en aquella misión puede ser medido por el hecho de que se necesitarían 23 dólares de hoy para comprar lo que un dólar compraba en 1913. Sin embargo, el Congreso en 1977 creó lo que a menudo es descrito como el «mandato dual», añadiendo la creación de trabajo a las responsabilidades de la Reserva Federal.

Los congresistas pudieron haber tenido en mente que el dinero que debía ser protegido o los empleos que debían ser creados fueran el dólar y los empleos estadounidenses.

Pero la Reserva Federal tiene una larga historia de actuar de manera contraria a aquella misión.

 


LA LEALTAD A LONDRES

Inglaterra después de la Primera Guerra Mundial se vio asaltada por la inflación, el resultado inevitable de la guerra.

La inflación había debilitado la moneda estadounidense también, pero no tanto como había devastado a la Libra esterlina. Y la reserva de oro en Estados Unidos era todavía grande y en aumento. Los precios más altos de los bienes británicos los hicieron menos competitivos que los productos estadounidenses en los mercados mundiales.

Cuando la libra se debilitó, los precios que la gente en el Reino Unido tenía que pagar por bienes importados subieron aún más, mientras que los pagos recibidos por sus exportaciones bajaron.

Los poderes bancarios de ambos países idearon una cura para la aflicción británica, y ella sería a costa de los consumidores estadounidenses.

Benjamin Strong, jefe del Banco de la Reserva Federal de Nueva York, sostuvo frecuentes reuniones a lo largo de los años ’20 con Montagu Norman, el gobernador del Banco de Inglaterra.

El Banco de Inglaterra proporcionó a Strong una oficina privada y un secretario durante sus frecuentes visitas a Londres.

Los jefes de los bancos centrales de Francia y Alemania eran a veces incluidos en las reuniones, que el biógrafo de Norman, John Hargrave, describió como,

«más secretas que cualquier otra alguna vez sostenida por los masones del Arco Real o por cualquier Orden Rosacruz».

El 1º de Julio de 1927, el barco británico Mauretania recaló en Nueva York, con dos pasajeros significativos a bordo.

Montagu Norman estaba acompañado por Hjalmar Schacht, jefe del Reichsbank alemán.

«El secreto de la reunión», escribió el economista e historiador John Kenneth Galbraith, «fue extremo y excesivamente ostentoso. Los nombres de ninguno de los grandes banqueros aparecieron en la lista de pasajeros. Ni tampoco al llegar se reunieron con la prensa».

A ellos se les unió en Nueva York Charles Rist, vice-gobernador del Banque de France. Los tres conferenciaron con Strong para hablar de la débil posición de la reserva del Banco de Inglaterra.

Como Galbraith relató,

«Los banqueros pensaban que éste [el Banco de Inglaterra] podría ser ayudado si el Sistema de la Reserva Federal disminuyera las tasas de interés y estimulara el préstamo.

Los poseedores de oro buscarían entonces retornos más altos por guardar su metal en Londres. Y, con el tiempo, los altos precios en Estados Unidos aliviarían la posición competitiva de la industria y el trabajo británicos».

Dicho en palabras simples, la Reserva Federal engendraría la inflación en Estados Unidos para hacer que los productos hechos por los estadounidenses fueran menos competitivos que los de Inglaterra en los mercados mundiales.

Y al bajar las tasas de interés, el banco central estaba animando a los inversionistas a tomar prestado el dinero aquí a una tasa más baja e invertirlo donde rindiera un retorno más alto.

Los dólares y el oro fluirían a Londres.

«El propósito de invitar a alemanes y franceses a la reunión era asegurar su acuerdo para crear inflación en sus países también», escribió G. Edward Griffin en La Criatura de la Isla Jekyll.

«Schacht y Rist no tendrían ninguna parte en ello y dejaron la reunión tempranamente, dejando que Strong y Norman resolvieran los detalles finales entre ellos».

El Banco de Nueva York era el miembro clave del Sistema de la Reserva Federal, debido a la presencia allí de muchos de los principales financieros de la nación.

El más poderoso de todos los banqueros era J.P. Morgan Jr., cuyo Imperio financiero estaba arraigado en Londres. Su negocio de familia había sido salvado por el Banco de Inglaterra. Él insistió en que sus socios menores demostraran una «lealtad a Inglaterra».

Morgan fue también un miembro prominente en el Consejo de Relaciones Exteriores (CFR).

Y Benjamin Strong era en gran medida un hombre de Morgan, habiendo sido el jefe de la Banker’s Trust Companyde Morgan y uno de la media docena de hombres que participó en la reunión secreta efectuada en la Isla Jekyll donde fueron incubados los planes para la creación de la Reserva Federal.

Que Strong contribuyó decisivamente a llevar adelante un plan para sacar de apuros a Inglaterra a costa de Estados Unidos, es apenas sorprendente.

Como dijo Rothbard:

«En resumen, el público estadounidense fue nominado para sufrir las cargas de la inflación y el posterior colapso, a fin de mantener al gobierno británico y al movimiento sindicalista británico, en el estilo al cual ellos insistieron en acostumbrarse».

Antes de que sirviera en el consejo de la Compañía J.P. Morgan y más tarde se convirtiera en el presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan era un campeón descarado del patrón oro y un crítico frecuente de las políticas del banco central.

En 1966 él escribió acerca de la contribución de la Reserva Federal al colapso de la Bolsa de Comercio de 1929 y la depresión subsecuente:

«Cuando la actividad comercial en Estados Unidos experimentó una moderada contracción en 1927, la Reserva Federal creó más reservas de papel con la esperanza de prevenir cualquier posible escasez de la reserva bancaria.

Más desastroso, sin embargo, fue el intento de la Reserva Federal de apoyar a Gran Bretaña que había estado perdiendo oro frente a nosotros… La Reserva Federal tuvo éxito; detuvo la pérdida de oro, pero casi destruyó las economías del mundo en el proceso.

El exceso de crédito que la Reserva Federal bombeó en la economía se desbordó en la Bolsa de comercio, provocando un fantástico auge económico especulativo…

Por consiguiente, la economía estadounidense colapsó».

ARMANDO A ALEMANIA ENTRE LAS GUERRAS

A medida que la depresión se hizo más profunda, según la mitología liberal, el Presidente Herbert Hoover se aferró tonta y desesperadamente a políticas de libre mercado hasta que Franklin Roosevelt entró y salvó a la nación conel Nuevo Trato [New Deal, su política económica].

De hecho, como Griffin señaló,

«Herbert Hoover lanzó una multitud de programas gubernamentales para reforzar los salarios, impedir la caída de precios, apoyar a firmas desfallecientes, estimular la construcción, garantizar los préstamos hipotecarios, proteger a los depositantes, rescatar a los bancos, subvencionar a los agricultores, y proporcionar obras públicas».

El Nuevo Trato de Roosevelt trajo más de lo mismo.

La Reserva Federal intentó tomar medidas para estimular el crecimiento con infusiones frescas de nuevos dólares, pero una economía cargada por nuevas burocracias y más regulaciones, subvenciones e impuestos, permaneció en una sequía.

No fue sino hasta fines de los años ’30 y el comienzo de otra guerra en Europa que la industria estadounidense se preparó para una producción de guerra y que la depresión llegó a su final.

La expansión de la oferta de dinero por parte de la Reserva Federal entre las dos Guerras Mundiales, sin embargo, causó al menos un logro significativo. Hizo posible préstamos masivos a naciones incapaces de devolverlos. La reestructuración de los pagos de reparación de Alemania tras la Primera Guerra Mundial bajo el Plan Dawes de 1924 había abierto nuevas oportunidades para los banqueros estadounidenses.

En 1931 un consorcio de bancos estadounidenses, preocupados por sus inversiones en Alemania, persuadió al Gobierno alemán para que aceptara un préstamo de casi 500 millones de dólares para prevenir una cesación de pagos.

Los dólares estadounidenses siguieron fluyendo hacia Alemania después de que el Partido Nacionalsocialista de Hitler subió al poder.

Las nuevas fórmulas concebidas en conferencias sobre deudas en Berlín hicieron más fácil para las compañías alemanas tomar prestado de los bancos estadounidenses. De parte de sus clientes banqueros, Sullivan y Cromwell, el más grande bufete de abogados estadounidense, puso en circulación los primeros bonos estadounidenses emitidos por el gigantesco productor alemán de acero Krupp A.G.

Cuando Alemania dejó de pagar sus deudas a mitad de camino durante la década, los inversionistas estadounidenses perdieron miles de millones de dólares.

Un aspecto del Nuevo Trato de Roosevelt que ha sido en gran parte olvidado en nuestro tiempo, es que uno de los primeros actos del Presidente Roosevelt en 1933 fue prohibir la posesión privada de oro. Los dólares de papel ya no eran redimibles por oro, y lo que la gente poseía de oro era contrabandeado, con la exigencia legal de que ello fuera cambiado por el papel moneda.

La prohibición no fue levantada sino hasta el 1º de Enero de 1975, por cuya medida los dólares de papel habían sido devaluados hasta el punto de que pocos estadounidenses tenían bastantes de ellos para comprar una cantidad apreciable de oro.

Además, después de más de 40 años de su prohibición, la gente estaba acostumbrada a la prohibición del oro y había llegado a pensar en el dinero sólo como las Notas de la Reserva Federal (dólares), respaldadas sólo por la «completa fe y el crédito de Estados Unidos».

HACIA UNA NUEVA MONEDA MUNDIAL

Cerca del final de la Segunda Guerra Mundial, 730 delegados de 44 naciones pasaron tres semanas en Julio de 1944 en la Conferencia Monetaria y Financiera de Naciones Unidas llevada a cabo en Bretton Woods, en New Hampshire, Estados Unidos.

Los financieros y los políticos que asistieron a la Conferencia concordaron reglas y procedimientos para regular el sistema monetario internacional y crearon dos nuevas agencias de Naciones Unidas:

  • el Fondo Monetario Internacional

  • el Banco Internacional para la Reconstrucción y el Desarrollo, ahora parte del Banco Mundial

Los delegados también estuvieron de acuerdo en mantener un tipo de cambio unificado acoplando sus divisas al dólar.

El acuerdo se convirtió en el primer paso en un esfuerzo aún en curso para crear un solo dinero para un gobierno mundial. El Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, escribió James Perloff en Las Sombras del Poder, habían sido propuestos años antes por el Grupo Financiero y Económico del Consejo de Relaciones Exteriores.

Perloff señaló la observación del autor británico A.K. Chesterton de que las nuevas agencias,

«no fueron incubadas por el apremiado Gobierno involucrado en emprender la guerra, sino por un Poder Monetario Supranacional que podía permitirse mirar adelante para la formación de un mundo de posguerra que sirviera a sus intereses».

El economista socialista John Maynard Keynes de Inglaterra, una figura principal en la conferencia, propuso una moneda mundial, pero la idea fue rechazada en ese entonces.

El 15 de Agosto de 1971 el Presidente Richard Nixon cerró la «ventana del oro» al mundo, declarando que los dólares estadounidenses tenidos en el extranjero ya no serían cambiables por oro.

Esto hizo del dólar un dinero totalmente creado de la nada, y terminó efectivamente con el sistema creado en Bretton Woods. Pero una sola divisa mundial ha seguido siendo un objetivo a largo plazo de los planificadores económicos mundiales.

Johannes Witteveen, un ex-jefe del Fondo Monetario Internacional, dijo en 1975 que dicho organismo debería llegar a convertirse en,

«el emisor exclusivo de activos oficiales de la reserva internacional».

En la edición del otoño de 1984 de la publicación insignia del CFR, Foreign Affairs, Richard N. Cooper escribió:

«Una nueva conferencia de Bretton Woods es totalmente prematura.

Pero no es prematuro comenzar a pensar en cómo nos gustarían que los acuerdos monetarios internacionales evolucionaran en lo que queda de este siglo.

Con esto en mente, sugiero un plan alternativo radical para el próximo siglo: la creación de una moneda común para todas las democracias industriales, con una política monetaria común y un banco emisor conjunto para determinar aquella política monetaria…

¿Cómo pueden los Estados independientes llevar a cabo esto? Ellos tienen que entregar la determinación de la política monetaria a un organismo supranacional».

Cooper, que había sido el subsecretario de Estado para asuntos económicos en la administración de Carter, reconoció que el público estadounidense probablemente no aceptaría la idea de que los países con regímenes autocráticos opresivos debieran tener algo que ver en la determinación de las condiciones monetarias de Estados Unidos.

Pero quizá con el tiempo los estadounidenses podrían vencer su aversión a la autocracia y la opresión.

«Para que un paso tan valiente funcione en alguna medida», escribió él, «eso presupone una convergencia de valores».

La idea de una divisa mundial fue incluso respaldada en los años ’80 por el icono conservador Ronald Reagan.

En una cumbre económica realizada en Williamsburg, Virginia, en 1983, Reagan declaró:

«Las economías nacionales necesitan mecanismos de coordinación monetaria, y por eso una economía mundial integrada necesita un patrón monetario común… Pero ninguna divisa nacional funcionará, sino sólo una mundial».

Un rasgo esencial de la soberanía nacional es la capacidad de una nación para controlar su propio dinero.

Una moneda mundial golpearía en el núcleo de aquella soberanía, como deben saberlo los Estados miembros de la Unión Europea, y como el ex-gobernador del Consejo de la Reserva Federal Mariner Eccles dijo hace mucho:

«Una moneda internacional es sinónimo de un Gobierno internacional».

En 1939, un destacado abogado estadounidense y miembro fundador del Consejo de Relaciones Exteriores expreso el deseo del,

«establecimiento de una moneda común» que «privaría a nuestro Gobierno del control exclusivo sobre una moneda nacional…

Estados Unidos debe estar preparado para hacer sacrificios posteriormente al establecimiento de un orden mundial político y económico que reduciría las desigualdades de la oportunidad económica con respecto a las naciones».

Mirando aquella declaración, uno podría pensar que provino de un apasionado liberal, si es que no de un marxista absoluto.

Pero esto fue dicho por un hombre que se hizo conocido como un anti-comunista que respiraba fuego, durante su período como ministro de Asuntos Exteriores en los años ’50, ni más ni menos que John Foster Dulles.

El miembro del CFR Zbigniew Brzezinski, que llegaría a convertirse en el consejero de seguridad nacional del miembro del CFR y Presidente estadounidense Jimmy Carter, escribió en 1970:

«Se tendrán que hacer los esfuerzos más intensos para conformar una nueva estructura monetaria mundial, con algún riesgo consiguiente para la actual posición estadounidense relativamente favorable».

LA «CONVERGENCIA DE VALORES»

Quizás la «convergencia de valores» esperada por Cooper estuvo funcionando en los escalones superiores del Gobierno y las finanzas estadounidenses durante la mayor parte de la Guerra Fría, cuando se dieron gigantescas zancadas para reducir, si es que no eliminar, aquella,

«posición estadounidense relativamente favorable» que Brzezinski encontraba prescindible.

Como Griffin observó en La Criatura de la Isla Jekyll,

«Casi cada faceta importante de la industria pesada del Bloque Oriental bien podía ser etiquetada como ‘Hecha en EE.UU.’.»

Dos de las más grandes plantas de camiones del mundo, por ejemplo, las plantas Kama River y Zil, estaban produciendo camiones, transportes blindados para personal, y portadores de misiles, en la Unión Soviética durante la guerra de Vietnam.

El 45% del dinero para el proyecto llegaba en la forma de un préstamo del estadounidense Export-Import Bank(Eximbank), una agencia del Gobierno federal. Otro 45% provino del Chase Manhattan Bank de David Rockefeller, dejando sólo el 10% para ser financiado por los soviéticos mismos.

El Banco Export-Import estaba entonces bajo la dirección de William Casey.

«Casey posteriormente fue designado como jefe de la CIA para proteger a Estados Unidos del Comunismo global», observó irónicamente Griffin.

PRESTÁNDOLE AL ENEMIGO

En su libro El Mejor Enemigo que el Dinero Puede Comprar (The Best Enemy Money Can Buy), el economista e historiador Antony Sutton señaló que las armas y los sistemas de transporte usados para matar estadounidenses en Corea y Vietnam fueron construidos con préstamos, subvenciones y transferencias de tecnología desde Estados Unidos.

Dirigiéndose al curso que se graduaba en Annapolis en 1983, John Lehman, en ese entonces secretario de Marina, dijo:

«Dentro de unas semanas muchos de ustedes estarán mirando, a través de cientos de metros de agua, algo de la más moderna tecnología alguna vez inventada en Estados Unidos. Lamentablemente, está en barcos soviéticos».

Hoy los combatientes estadounidenses se están enfrentando a luchadores talibanes armados con armas suministradas por Estados Unidos cuando los talibanes luchaban contra la Unión Soviética.

Como nuestra nación gasta tanto o casi tanto en sus militares como el resto de las naciones del mundo juntas, la continua expansión del suministro de dinero por la Reserva Federal hace posible para Estados Unidos seguir manteniendo bases y compromisos militares por todo el planeta, aparentemente para mantener seguros a Estados Unidos y a nuestros aliados.

Sin embargo, existe también una conciencia creciente de la amenaza que representa para nuestra economía nacional una deuda pública de aproximadamente 17.000 billones de dólares.

Hace dos años, el almirante Mike Mullen, presidente del Estado Mayor Conjunto, reconoció aquella amenaza.

«He dicho muchas veces que creo que la única y más grande amenaza para nuestra seguridad nacional es nuestra deuda, de modo que también creo que tenemos toda la responsabilidad para ayudar a eliminarla», dijo Mullen.

Queda por verse si el pueblo estadounidenses estará lo suficientemente despierto para eliminar aquella amenaza antes de que los banqueros y los planificadores del Nuevo Orden Mundial eliminen la soberanía de nuestra nación.

Biblioteca Pleyades

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.