David Topí piensa en campos morfogenéticos como conciencias grupales de seres vivos (minerales, reino vegetal, animal y humano);
piensa en egregores como acumulaciones energéticas de las emanaciones emocionales y mentales de principalmente los seres humanos.
Hemos hablado anteriormente del tema egregores. Hace algunos meses, os comentaba que si tenéis un egregor público, hay que mantenerlo a raya y disolverlo de vez en cuando, lo que podéis ver en este articulo. Entre otras cosas, porque aunque el egregor sea principalmente positivo y a priori no se deseara eliminar, por el efecto que tenga o el apoyo que proporcione, hay que tener cuidado que no sea usado indebidamente, como os expliqué en esta otra entrada sobre como me impersonaban en los planos no físicos y como se usaba mi egregor personal (y el de otras personas que tienen una faceta pública) por entes de otros planos y niveles, con el objetivo de revertir cualquier “beneficio” o trabajo hecho por la persona hasta ese momento.
El nacimiento de una forma mental
Pero, ¿cómo se forma exactamente un egregor o una balsa de energía y como queda “flotando” alrededor del planeta, a diferentes niveles frecuenciales? Repasemos aquello que explicamos en el artículo sobre las enseñanzas pitagóricas de como está construida la realidad:
“Cuando Pitágoras definía, para sus alumnos, en sus enseñanzas, su conocimiento de cómo estaba formada la realidad, la describía como un “materialismo espiritual”, pues decía, y sabía, que toda la materia tiene conciencia y, por ende, todos los niveles de existencia posibles, sean físicos o no, son planos espirituales, simplemente en diferentes grados de condensación vibratoria.
Para los pitagóricos, la existencia de nuestra realidad está basada en una trinidad de aspectos equivalentes y relacionados entre si: la materia, el movimiento y la conciencia, y ninguno de esos tres aspectos puede existir sin los otros dos. Toda materia se encuentra en movimiento constante y toda materia tiene consciencia.”
Puesto que toda forma de conciencia tiene asociado un aspecto material, sea del grado de vibración y de condensación que sea, es sencillo entender que toda forma emocional son agregaciones de materia emocional o astral, que toda forma mental son agregaciones de materia del plano mental y que toda forma conceptual son agregaciones y construcciones de materia causal (parte superior del plano mental).
Cada vez que pensamos y sentimos algo, porciones de materia mental y emocional toman “vida” en construcciones mentales que son expedidas de nuestros cuerpos sutiles. La figura o aspecto que tenga la forma mental viene determinado por el concepto o idea imbuida en el pensamiento creado (un clarividente podrá ver como salen de tu mente y de tu cuerpo mental diferentes figuras con diferentes formas); su definición o nitidez viene determinada por la claridad del pensamiento del creador (cuanto más detallada y clara la idea emitida, más nítida es la forma mental generada) y su color y vibración por la calidad del mismo pensamiento (pensamientos y emociones elevados, colores y vibración más altos). En conjunto, a mayor nivel evolutivo de una persona, más claros, definidos y coloridos pueden ser sus formar mentales y emocionales vistas extrasensorialmente.
El propósito de las construcciones mentales
Estas construcciones mentales sirven a diferentes propósitos: el primero, crear un envoltorio o “envase” material para el pensamiento generado (sea el envoltorio o envase construido con material causal, mental, emocional o etérico), luego, sirve para transportar información entre cuerpos sutiles y así dotar o expandir el aspecto de conciencia de la persona y, finalmente, sirve para ejecutar o manifestar un propósito definido por el generador de la forma mental (manifestar algo por la persona, crear un tipo de realidad para sí misma, atraer un cierto tipo de eventos, etc., siendo éste el aspecto más popular de la llamada ley de la atracción).
Puesto que cada expresión energética generada es una causa, tiene que tener su correspondiente efecto según la ley universal de causalidad. Y este efecto puede ser, como ya podéis suponer, de muchos tipos: constructivo, manipulativo, con influencia buena o mala sobre el receptor, creativo, etc., pues la conciencia proyectada de una persona a través de sus formas mentales es capaz de influenciar todo aquello con lo que entra en contacto, como ya habréis oído que sucede en los diferentes experimentos con partículas sub-atómicas, donde lo observado se modifica por el efecto del observador.
Si usamos el término “forma mental” para incluir también a las formas causales, etéricas y emocionales y hacer así la terminología más simple, tenemos que saber también que todas éstas tienen una duración y vida determinada, y que su intensidad está directamente relacionada con la cantidad de energía y vibración usada en su creación. Cuando una forma mental ha servido su propósito, en la mayoría de los casos, se desintegra lentamente y vuelve a descomponerse en la materia atómica causal, mental, emocional o etérica que lo formó, liberando sus partículas constituyentes para que puedan ser usadas por otro para otro tipo de construcción.
El nacimiento de los egregores
La vorágine generadora humana de emociones descontroladas y pensamientos constantes sin ningún tipo de propósito definido ni control por parte de nuestra raza es la que ha creado densas capas de “neblina” energética a todos los niveles no físicos. Esta “niebla”, dividida en grupos por resonancia de la energía que lo compone, es lo que llamamos egregores o bolsas energéticas, y definitivamente tienen un efecto mejor o peor en nuestro sistema energético pues estamos influenciados por ellos. No tenéis más que pensar en los egregores de vuestros trabajos, hogares, vuestro barrio, vuestra comunidad, etc. unos encima de otros, unos sobrepuestos a otros, creando la atmósfera más “limpia” o más “pesada” que se respira o, mejor dicho, se siente en uno u otro lugar.
Sin embargo, aunque a priori todo pensamiento o emoción es un ente energético “pasivo” con su forma, color y definición determinada, emociones poderosamente generadas y especialmente en su aspecto de conciencia más negativo como odio, rabia, ira, etc., pueden perdurar mucho tiempo. Tanto que pueden llegar a tener autoconciencia, es decir, convertirse en egregores autónomos, pues todo tiene conciencia en algún grado, y dejar de estar supeditadas a la conciencia de la persona que los generó para convertirse en entes individuales y auto dirigidos. Su presencia, entonces, por resonancia, se dirige y estanca allá donde encuentre sustento para ser retroalimentada, bien por personas que generan el mismo tipo de energía emocional o mentalmente, bien si es dirigida por alguien o algo externo para manipular o causar efectos destructivos, o simplemente para que sirva de alimento a aquellos que se nutren de esta energía.
Al final, estos macro-egregores terminan siendo muy difíciles de borrar y transmutar, siendo prácticamente imposible hacerlo, quedando flotando a expensas de las corrientes energéticas que circunvalan nuestro planeta. Nuestro objetivo es dejar de alimentarlos, asumiendo el control emocional y mental de nuestras vidas, para que, en algún momento, se desintegren por ellos mismos. Desaparecida la fuente que emite la energía que las forma, desintegrado el producto de la misma por los procesos naturales de atracción y repulsión energética. Como veis, siempre volvemos a lo mismo: autocontrol emocional, autocontrol mental, observación personal, introspección, autoconocimiento. Si es que no hay nada “ahí fuera” que no dependa de nosotros mismos aquí dentro. Lo veamos desde el ángulo que lo veamos, todo el poder está siempre en nuestras manos.
Un abrazo, David Topí
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