La soledad es la mejor compañera del que camina por los caminos de Buda, pero también es su prueba. Cultivando la soledad vamos limpiándonos de las cicatrices del Ego, vamos descubriendo lo bueno que existe en la vida, vamos revaluando lo importante por sobre lo urgente, vamos redefiniendo nuestro camino en la vida, vamos identificándonos con nuestro propio yo y creando nuestra verdadera identidad. De paso, comenzamos a vivir nuestra verdadera vida y a dejar atrás las vidas ajenas e impuestas. Pero no es un camino fácil, está lleno de dificultades y las piedras dificultan el avanzar.
Por lo pronto, el cultivar la soledad nos hace ir quedándonos solos. Ya los amigos, las relaciones, los vecinos, incluso los amores no son los mismos. Adquieren otras caras, otros contornos. Aparecen facetas que antes no percibíamos y que las dábamos por hechas ya que formaban parte del establishment. Al alejarnos del entorno, el entorno también se aleja de nosotros. ¿A quiénes vamos conociendo? A otros seres iguales que nosotros, que buscan lo mismo que nosotros, y que también se solazan en sus propias soledades.
¿Es una manera soberbia de mirar nuestra propia evolución? No. Es mirar la realidad tal cual es, simplemente. La soledad tiene un precio, y ese precio es la misma soledad. Es un precio que no todos están dispuestos a pagar ya que interviene e interfiere en todos nuestros procesos sociales.
¿Es que buscar la soledad para auto conocernos implica dejar el mundo? No. En absoluto. Sigo siendo el mismo de siempre en lo social, alegre y amiguero, pero he notado cambios en lo personal: la soledad me ha hecho ser más sabio. El cuestionarlo todo me hace ser prudente, me hace minimizar mis errores, me hace mirar al mundo con otros ojos. Y me hace aislarme de ese mundo, porque el mundo que va construyendo el hombre solo es también un mundo solo. La realidad que uno crea, en lo personal, es una realidad solitaria aunque socialmente sea pletórica. Es un precio que solamente se conoce cuando uno emprende este camino; no sale en los libros.
¿Vale la pena? Mirando en retrospectiva, diría que sí. Puede sonar frío e impersonal eso de “la realidad es lo que es y no lo que parece” pero es al mismo tiempo un grato descubrimiento. Conceptos tales como bondad, compasión, justicia, adquieren otro significado, más pleno, no hipócrita como lo era antes de caminar. El mismo amor tiene un significado más pleno. Todo adquiere otra categoría de vida, hasta el disfrute del sexo. Es un renacer. La misma naturaleza es otra, se ven cosas que antes no notaba, se me muestra en todo su esplendor, con colores más vívidos y sonidos más cristalinos. Mi misma consciencia ha aumentado su capacidad intuitiva y me muevo más liviano en los terrenos de la incertidumbre. Soy otro, en realidad, y lo principal es que lo percibo. Me siento más libre.
Es un precio que vale la pena pagar. Es la soledad del hombre solo. Es una soledad llena de uno mismo, en consonancia con el Universo. Me siento más conectado con el Tao, aunque me siento más solo.
Reflexiones de Mariano Merino
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La soledad consciente es la aceptación honesta de la irrefutable manifestación del solipsismo.
A partir de este punto empieza una nueva etapa de la búsqueda de la verdad.
Este aterrador camino no promete la luz,ni la felicidad.
Desde las profundidades del esceptismo surge el desafío para intentarlo de todos modos,una y otra vez,armados solamente con el auxilio del EGO y la orgullosa asunción de nuestra individualidad.