De los 529 años acumulados por condenas por violaciones de derechos humanos, Manuel «Mamo» Contreras no alcanzó a cumplir ni 25. Murió la noche del viernes, a los 86 años, con su grado de general del Ejército de Chile.
Y son 529 sólo contando lo ratificado por la Corte Suprema chilena. En total, el exjefe de la División de Inteligencia Nacional (1973-1977) y mano derecha de Augusto Pinochet sumaba más de 1.000 años de condenas.
Porque si en Chile «no se movía ni una hoja» sin que Pinochet supiera, como consignó el gobernante de facto alguna vez ante los medios, era gran parte gracias a la labor de Contreras, el ideólogo de su policía secreta.
Su misión fue «extirpar y eliminar el extremismo marxista», según sus propias palabras. Y para ello no escatimó en recursos, implementando un plan sistemático de violencia ejercida por el Estado que mató y desapareció a miles de personas durante el gobierno militar chileno. Avalado, en sus palabras, por las «órdenes que se me impartieron directamente por el presidente de la República», es decir, Pinochet.
Un modelo que exportó al resto de Latinoamérica a través de la Operación Cóndor, de la cual fue gestor y ejecutor. También fue un cercano colaborador de la CIA y planificó los atentados al exministro chileno Orlando Letelier en Washington y al general Carlos Prats en Argentina.
«Contreras fue uno de los genocidas más representativos de la dictadura militar», le dice a BBC Mundo Carmen Hertz, abogada y exdirectora de Derechos Humanos del Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile, y querellante en varias causas.
Cadena de oración
Antes de su muerte hubo quien movilizaba en redes sociales pidiendo «cadenas de oración» para su recuperación. «Te quedan 500 años por pagar», se leía en la foto que circulaba junto con el hashtag #NoTeMuerasMamo.
Pero Contreras murió y lo hizo repudiado por todos los sectores del espectro político.
Incluso el partido de extrema derecha chileno, la UDI, le dio la espalda en su lecho de muerte. «Uno quisiera que no muriera como un general», dijo su presidente Hernán Larraín a Radio Futuro, en medio de la polémica sobre si el ejército debía o no rendirle honores en su funeral.
El gobierno de la presidenta Michelle Bachelet, quien fue apresada y torturada por una patrulla de Contreras durante el gobierno de facto, zanjó pronto el tema: Contreras no era honorable.
Ni él ni ninguno de los violadores de derechos humanos, según un decreto publicado durante el primer gobierno de Bachelet y dado a conocer la semana pasada. Este prohíbe honores militares en los funerales de quienes hayan sido condenados a «sentencia ejecutoriada a pena aflictiva».
Miles de muertos a cuestas
El 11 de septiembre de 1973, las Fuerzas Armadas chilenas dieron un golpe de Estado que derrocó al entonces presidente, el socialista Salvador Allende, líder de la Unidad Popular. Sólo entregarían el poder 17 años después.
Contreras estaba en esa época a 100 kilómetros de Santiago, a cargo del regimiento Tejas Verdes. El lugar se haría tristemente célebre por ser uno de los principales centros de detención y tortura.
«Fue uno de los centros donde más crueldad y brutalidad se ejerció en contra de los partidarios del gobierno de Salvador Allende», explica Hertz.
Tres meses después del golpe, la Junta de Gobierno designó a Contreras como encargado de crear un organismo nacional de inteligencia. En junio de 1974, nacía oficialmente la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA).
En palabras simples, el principal objetivo de la DINA fue eliminar a los líderes de partidos y movimientos pertenecientes a la Unidad Popular.
«En 1974, la DINA eliminó a buena parte del MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionario), en 1975 al Partido Socialista y en 1976 fue el turno del Partido Comunista», cuenta Hertz.
«Contreras era el amo y señor. Se reportaba sólo y directamente con Pinochet», asegura la abogada.
El propio Contreras no tenía problemas en contarlo. «La cúpula de la DINA era el presidente de la república», dijo en una entrevista con el canal estatal chileno TVN en 2005.
Según el informe de la Comisión Verdad y Reconciliación -o informe Rettig- más de 1.500 personas murieron en manos de la DINA bajo la dirección de Contreras.
Pero a pesar de las múltiples causas y condenas en su contra, Contreras nunca reconoció las muertes.
«Lo niego», le respondió a CNN Chile en 2013 cuando, en su última entrevista televisada, fue consultado por la existencia de los Detenidos Desaparecidos.
Además, llegó a tachar a todos quienes declararon haber sido víctimas de tortura como «una tropa de mentirosos».
«Siempre consideró que el trato que se le daba, en cuanto a estar detenido o las condenas también, eran injustos. Nunca hubo una autocrítica, sino que el otro es el culpable», le cuenta a BBC Mundo el juez Mario Carroza, quien lo interrogó varias veces.
El padre de la Operación Cóndor
La influencia del Mamo se extendió bastante más allá de la cordillera de los Andes.
El militar había pasado en 1967 por la Escuela de las Américas, una academia de instrucción militar donde las fuerzas estadounidenses entrenaban a sus pares aliados latinoamericanos durante la Guerra Fría.
La Escuela de las Américas fue calificada como «la escuela de los dictadores» por el congresista Joseph Kennedy II, quien en 1994 dijo que «ha producido más dictadores y asesinos que ninguna otra en la historia del mundo».
En ella, Contreras conoció a varios oficiales estadounidenses con los que mantendría contacto más tarde debido a la estrecha cooperación de la CIA con la DINA.
También a varios colegas latinoamericanos con los que luego retomaría el vínculo en el marco de uno de sus principales proyectos: la Operación Cóndor.
A mediados de los 70, América Latina vivía el apogeo de los gobiernos de facto.
Y junto a otros regímenes militares, como el de Juan María Bordaberry en Uruguay, el de Ernesto Geisel en Brasil, los líderes castrenses establecieron una red latinoamericana de coordinación de operaciones de represión entre sus distintos equipos de inteligencia.
«Fue una verdadera globalización del terrorismo de Estado», asegura Hertz.
Según los documentos secretos descubiertos en Paraguay -conocidos como «Archivo del Terror»- la Operación Cóndor nació el 25 de noviembre de 1975 en una reunión secreta de los líderes de inteligencia, cuyo anfitrión fue el entonces general Manuel Contreras.
Y la CIA estuvo al tanto. Según el informe Hinchey, realizado por el Departamento de Estado de EE.UU. en 2000, la central de inteligencia estadounidense mantuvo entre 1974 y 1977 contacto con Contreras, «padre» de la operación Cóndor.
De hecho, el mismo informe establece la fecha oficial: «En octubre de 1976 (…),Contreras confirmó la existencia de Cóndor como una red de intercambio de inteligencia, pero negó que tuviera un papel en los asesinatos extrajudiciales».
El asesinato de Letelier y el quiebre con la CIA
Hasta 1976, Contreras había logrado posicionarse como la mano derecha de Pinochet.
Pero ese año ocurriría un evento que marcaría el principio del fin de la DINA: el atentado en Washington que terminó con la vida de Orlando Letelier.
Letelier, ministro y embajador del presidente Allende, murió en un atentado con auto bomba encargado por la DINA.
Uno de los líderes de la operación en Washington fue Michael Townley, a quien el propio Contreras señalaría posteriormente como vinculado al organismo de inteligencia estadounidense.
Pero la bomba puesta en el auto del diplomático chileno no sólo terminó con su vida y con la de su asistente, Ronni Moffit, sino también con la estrecha relación entre la CIA y Contreras.
«En ese momento, el posible papel de Contreras en el asesinato de Letelier se convirtió en un problema», expresa el informe Hinchey.
Un problema bastante importante, considerando que su primera condena, en 1993, fue como autor intelectual del asesinato de Orlando Letelier.
Contreras siempre aseguró que Letelier fue asesinado «por la CIA». Pero a pesar de que el rol de la agencia estadounidense en el atentado ha sido investigado tanto en EE.UU. como en Chile, nunca se ha probado un vínculo.
«No hay ninguna demostración de que la CIA haya estado involucrada», le confirmó a BBC Mundo el hijo de Orlando Letelier, Juan Pablo Letelier, en el contexto de un artículo sobre los vínculos de la CIA con los gobiernos latinoamericanos de esa época.
Lo que sí se sabe es que la relación entre el gobierno militar chileno y EE.UU. cambió radicalmente tras el atentado.
«Para Estados Unidos era inaceptable que le mataran gente dentro de su territorio. Su relación con el régimen militar chileno había sido relativamente cordial y amistosa. Pero después de lo de Letelier la relación cambió. Por pasarse de la raya, Pinochet perdió mucho», le asegura a BBC Mundo Patricio Navia, analista político de la Universidad de Nueva York (NYU, según sus siglas en inglés).
Pasado a retiro
Para 1977, la DINA había cumplido su objetivo inicial de exterminar a los grupos considerados terroristas y subversivos.
Pero en Estados Unidos las aguas estaban turbulentas para el gobierno chileno. La investigación por el asesinato de Letelier había arrojado pruebas contra dos agentes de la DINA: el estadounidense Michael Townley y el chileno Armando Fernández Larios.
Ese año Contreras es llamado a retiro y la DINA es reemplazada por la Central Nacional de Inteligencia (CNI).
Testimonios judiciales aseguran que el Mamo en persona se llevó los archivos secretos de la DINA referentes a la operación Letelier cuando dejó el cargo.
Un año después Estados Unidos pedía la extradición del propio Contreras. Pero no se movió de Chile.
«El año 78 cuando EE.UU. exige investigar el crimen de Orlando Letelier, Contreras se declaró con cáncer colono-rectal, certificado por el Hospital Militar», cuenta Hertz.
Luego de que Chile recuperara la democracia en 1990 y la justicia comenzara a investigar las violaciones a los derechos humanos, Contreras se convirtió en el foco de la atención.
Su primera condena fue en 1993, por el asesinato de Letelier. Luego vinieron varias por casos tan emblemáticos como la Operación Colombo y el asesinato del general Carlos Prats.
Tratamiento VIP
Contreras terminó sus días en el Hospital Militar, donde estuvo internado desde septiembre de 2014.
Una de sus últimas declaraciones ante la justicia la realizó allí, ya internado, ante el juez de la Corte de Apelaciones de Santiago Mario Carroza, quien ha llevado causas emblemáticas de derechos humanos como Villa Grimaldi, Caso Quemados y la investigación por el presunto homicidio del poeta Pablo Neruda.
«Ya estaba mal, siendo dializado. Respondía con puros monosílabos. Incluso en algún momento se descompensó y lo tuvieron que atender», cuenta el magistrado en conversación con BBC Mundo.
Un panorama bastante distinto a cuando a principio de los 90 lo interrogó por primera vez.
Fue en el Regimiento de Telecomunicaciones, una instalación castrense habilitada para llevar a los primeros militares que, en esa época recién comenzaban a ser procesados por delitos cometidos durante el gobierno militar.
«Me llamó la atención lo bien que estaba. Tenía una cabaña para él solo, con máquinas para hacer ejercicio… era un trato muy deferente para una persona que estaba detenida».
El ministro recuerda que Contreras «conversaba bastante, en buenos términos siempre».
«Él siempre tenía muchas ganas de hablar. Pero de hablar lo que él quería», cuenta Carroza.
Contreras fue uno de los primeros escollos con que se encontró la democracia chilena para poder procesar a los violadores de derechos humanos.
El ejército todavía estaba comandado por Augusto Pinochet y una cárcel especial para los militares era parte del listado de exigencias para entregar «pacíficamente» el poder. No cumplir con dicha petición podía poner en peligro la renaciente y frágil democracia.
Así nació Punta Peuco, el penal especial para exmilitares y exagentes de Estado condenados por violaciones a los derechos humanos.
En 1995, año en que la Corte Suprema ratificó su condena por el asesinato de Letelier, Contreras fue trasladado al recientemente inaugurado penal y con los años sus privilegios se fueron aminorando, pero no extinguiendo.
Encontrón con Pinochet
El Mamo, eso sí, no estaba dispuesto a hacerse cargo de toda la responsabilidad de los organismos de represión.
La primera vez que Contreras aseguró que Pinochet no sólo sabía, sino que ordenaba todo lo que hacía la DINA fue en 2003, en el marco de una investigación sobre la Operación Cóndor.
«Como director ejecutivo de DINA, yo sólo recibí órdenes de parte del presidente de la República. La DINA tuvo la misión de extirpar y eliminar el extremismo marxista, cumpliendo al pie de la letra las órdenes que se me impartieron directamente por el presidente de la República, de quien dependía», dijo entonces Contreras.
Pinochet dijo en más de una ocasión que Contreras contaba con independencia para tomar las decisiones de la DINA.
Uno de los episodios más recordados de la relación pública entre ambos es el careo realizado en 2005.
«¡Usted mandaba la DINA, general, que quede claro de una vez!», le dijo Pinochet a Contreras.
«¡Sí, general, pero usted era el que ordenaba todo y eso también que quede claro!», le contestó su otrora subalterno.
Pinochet murió en 2006 en el Hospital Militar, sin enfrentar ninguna condena por violaciones a los derechos humanos.
Nueve años después uno de sus principales colaboradores falleció también en el Hospital Militar. Hubo, eso sí, una diferencia sustancial entre ambos: 529 años de condenas a cuesta.
http://www.bbc.com/mundo/noticias/2015/08/150730_obituario_manuel_contreras_chile_dina_pinochet_ch