El denominado “problema de la medición» es común a la física cuántica del siglo XX y a una religión tan antigua como el budismo de dos mil quinientos años. Ambas perspectivas son extrañas para el sentido común alienado por la escala humana de la física clásica y el esencialismo psicológico o “talidad”. Pero ¿en verdad los teóricos cuánticos y los Bodhisattvas coinciden? Esto es lo mismo que preguntar si ¿se convalidan recíprocamente?
La escala cuántica es la propia de átomos, protones y quarks. Así como la mecánica clásica se rige por las ecuaciones de Issac Newton, la mecánica cuántica parte de la matemática del físico austriaco Erwin Schrödinger. Sin embargo, sus descripciones abstractas de sistemas tienen un principio de realidad aun sin explicación y, por qué no decirlo, extraño: una vez que algo como la mirada interactúa con un sistema cuántico, las ecuaciones se vuelven inaplicables, y la medición que es un testigo pasa a ser privilegiada. Y esa es la pregunta que se hace Adam Frank, profesor de física y astronomía de la Universidad de Washington:
¿Por qué debería importarle a una estructura algo como ser observada?
Lo que podríamos llamar “interpretaciones cuánticas” son caminos para dar con una idea plausible de por qué, si bien los físicos pueden aplicar perfectamente las reglas de la mecánica cuántica para construir láseres o computadoras, son incapaces para llegar a un acuerdo sobre la respuesta a la pregunta de Frank y dar a sus ecuaciones un sentido filosófico.
Siendo también epistémico, el enfoque del budismo ha sido de gran interés en Occidente para alimentar estas interpretaciones, sobre todo porque, muy a su manera, esta religión pone en duda la posibilidad de una perspectiva perfectamente objetiva de la experiencia. Este problema entre teoría y medición, expectativa y experiencia es para las doctrinas budistas una falta de realidad propia del universo y de nuestra experiencia del mismo que, no obstante, son inseparables, por lo menos en lo que respecta a nuestras descripciones y explicaciones basadas en una ilusión de atemporalidad e inmediación. En palabras del monje Nāgārjuna:
El mundo entero es causa y efecto, y excluyendo esto, no hay ningún ser sintiente. De factores que están vacíos, se originan factores vacíos. Aquellos que atribuyen el origen incluso a entidades muy sutiles son imprudentes y no han visto el significado del origen condicionado. No hay nada que negar ni nada que afirmar. ve lo real correctamente, porque aquel que ve lo real correctamente queda liberado.
Libros como El Tao de la Física, de Fritjof Capra, o Los danzantes maestros Wu Li, de Gary Zukov, han tratado de aproximar al público, tanto la hermenéutica cuántica, como la antiguas perspectivas cósmicas y sobre la mente del budismo. Si bien se tratan de investigaciones serias y bien escritas, exitosas en despertar un interés genuino por los nuevos y poco intuitivos paradigmas de la ciencia, así como por la filosofía de las religiones, sus elementos básicos se han adaptado a la mercadotecnia de la Nueva Era. El término “cuántico” es hoy parte de una palabrería pseudocientífica en terapias alternativas de desintoxicación y en la autoayuda.
Para Frank, este tipo de abusos no son el único problema. En su opinión, los investigadores con simpatías hacia el budismo y la espiritualidad han persistido en un error basado en el prejuicio, privilegiando una de muchas interpretaciones de la mecánica cuántica, es decir, la que parece adaptarse mejor a una u otra secta de esta religión asiática:
La llamada interpretación de Copenhague, desarrollada por muchos de los fundadores de la ciencia atómica… nos brindaba algo diferente de una imagen objetiva de los átomos como pequeñas bolas que existen en sí mismas… la mecánica cuántica demuestra una especie de entrelazamiento entre el observador y lo observado… Se trata de descubrir conocimientos sobre cómo funciona el mundo en lugar de intentar determinar una perspectiva «correcta». En otras palabras, la interpretación de Copenhague postula que no existe una visión del universo perfectamente objetiva.
Respectivamente, para los copenhagueses y para los maestros del budismo, la mecánica cuántica y su religión son más epistemología que ontología. Frank, quien ha practicado meditación budista, en general coincide con este punto de vista contrario a la talidad, pero no deja de reconocer que hay un problema de rigor cuando solo se asume que esto es lo que dice la física. De hecho, hay muchas otras interpretaciones sin claros puntos de contacto con el budismo, como la “teoría de la onda piloto”, la “teoría del colapso objetivo”, la “mecánica cuántica relacional” y el “bayesianismo cuántico”. Y sin mejores medios experimentales que apuntalen esta hermenéutica, quedarse con una sola opción como la correcta parece ser demasiado apresurado.
Si bien obras como la de Capra y Zukov son muy provocativa, una ayuda para la descomprensión de lugares comunes que beneficia la plasticidad mental de miles de lectores, esta insistencia de algunos investigadores de partir de un prejuicio puede ser, de hecho, una subestimación del budismo, una necesidad por hacerlo más creíble en lugar de confiar en su propuesta. Y si bien la retroalimentación entre las ciencias, la meditación y la filosofía de las religiones es muy bienvenida, también lo son los criterios de rigor propios de cada uno de estos medios de investigaciones, cada uno siendo un lenguaje. A mi humilde entender, esta confusión es también positiva. Como señala el Srimaladevi Sutra, este desaseo es genealógico:
Esta naturaleza del Buda,
cuando no está libre de corrupción,
se conoce como la matriz del Buda.
https://pijamasurf.com/2024/05/por_que_el_budismo_es_y_no_es_compatible_con_la_fisica_cuantica/