He decidido dejar a cargo de Jackson Davis, la descripción de la forma como el alma abandona el cuerpo. Norteamericano de origen, Andrew Jackson Davis (1826-1910) ha sido uno de los sensitivos más extraordinarios que han existido. En estado de trance, dictó al clérigo Fishbough su obra más importante, The Principles of Nature (Los principios de la naturaleza, 1847), que en veinte años alcanzó treinta ediciones. Finalmente en 1886, aprobó la carrera de medicina, aunque ya hacia tiempo que era capaz de diagnosticar enfermedades.
Ahora veremos una observación practicada por el Dr, Jackson Davis a la cabecera de un moribunda, extraída del libro de De Rochas, Les Vies Succesives (Las vidas Sucesivas).
«Mis facultades de vidente me han permitido estudiar el fenómeno psíquico y fisiológico de la muerte, a la cabecera de una moribunda.
Ésta era una mujer de sesenta años, a quien frecuentemente, yo le había dado consejos médicos. Cuando llegó la hora de su muerte , me encontraba yo en perfecto estado de salud, lo que me permitió ejercer libremente mis facultades de vidente. Me coloqué de manera tal de no perturbar en mis observaciones psíquicas y me dispuse a estudiar el misterioso proceso de la muerte.
Vi que la organización física no podía satisfacer más a las necesidades del principio inteligente, pero diversos órganos internos parecían resistir la partida del alma. El sistema nervioso luchaba con toda su fuerza contra la aniquilación de los sentidos físicos y el sistema cerebral procuraba retener el principio intelectual. El cuerpo y el alma, como dos esposos, se resistían a su separación absoluta. Estos conflictos internos parecían producir sensaciones penosas; sin embargo, me apercibí de que estas manifestaciones físicas no indican el dolor, sino, simplemente, la separación del alma del organismo.
Poco después la cabeza fue rodeada por una atmósfera brillante; luego de repente, vi que el cerebro y el cerebelo extendían sus partes interiores y detenían sus funciones galvánicas; se volvieron saturados de principios vitales de electricidad y magnetismo que penetraron en las partes secundarias del cuerpo. Dicho de otra manera, el cerebro se volvió súbitamente, diez veces más preponderante que en estado normal. Este fenómeno precede invariablemente a la disolución física.
Enseguida, constaté el procedimiento por el cual el alma se desprende del cuerpo. El cerebro atrajo hacia él los elementos de electricidad, de magnetismo, de movimiento, de vida y de sensibilidad, dispersos en todo el organismo. La cabeza fue iluminada, y observé que, al mismo tiempo que las extremidades se volvían frías y oscuras, el cerebro tomaba na luminosidad particular.
Alrededor de esta atmósfera fluídica que envolvía la cabeza, vi formarse otra cabeza, que se definía cada vez más nítidamente; era tan brillante , que apenas podía la atención en ella, pero a medida que esa cabeza fluídica se condensaba, la atmósfera brillante desaparecía. Con sorpresa y admiración seguí las fases del fenómeno.
De la misma manera que la cabeza fluídica se liberaba del cerebro, vi formarse sucesivamente, el cuello, los hombros, el torso y finalmente el conjunto del cuerpo fluídica. Para mí, fue evidente que las partes intelectuales del ser humano están dotadas de una afinidad electiva, que les permite reunirse en el momento de la muerte. Las deformidades y defectos del cuerpo físico habían casi enteramente desaparecido del cuerpo fluídica.
Mientras que este fenómeno espiritualista se desarrollaba delante de mis facultades particulares, para los ojos materiales de las personas presentes en la habitación, el cuerpo de la moribunda parecía experimentar síntomas de malestar y de pena, más estos eran ficticios, ya que provenían solamente, de la partida de las fuerzas intelectuales y vitales, que retiraban de todo el cuerpo, para concentrarse en el cerebro y luego en el nuevo organismo.
El espíritu (o inteligencia desencarnada) se elevó hacia un ángulo derecho por encima de la cabeza del cuerpo abandonado, pero antes de la separación final del lazo que había reunido durante tanto tiempo las partes materiales e intelectuales, vi que una corriente de electricidad vital se formaba sobre la cabeza de la moribunda y la parte inferior del nuevo cuerpo fluídica. Aquello me dio la convicción de que la muerte no era otra cosa que un renacimiento del alma o del espíritu, elevándose de un estado inferior hacia un estado superior y, que el nacimiento de un niño en este mundo o de un espíritu en el otro, eran hechos idénticos. Aquí no falta nada, ni siquiera el cordón umbilical, que está figurado por un lazo de electricidad vital. Este lazo subsiste durante un tiempo entre los dos organismos. Describí entonces, algo que no había percibido en mis investigaciones psíquicas, y que es una pequeña parte del fluido vital regresaba al cuerpo material tan pronto como el cordón o el lazo eléctrico era cortado; este elemento fluídico o eléctrico era cortado; este elemento fluídico o eléctrico. distribuyéndose en todo el organismo, impedía la disolución inmediata del cuerpo.
No es prudente enterrar el cuerpo antes de que haya comenzado la descomposición. El cordón umbilical del cual he hablado, frecuentemente, no se ha cortado todavía. Es lo que ocurre, cuando personas que parecían muertas vuelven a la vida al cabo de uno o dos días y relatan sus sensaciones. Este estado ha sido llamado letargia o catalepsia, pero cuando el espíritu es detenido en el el momento en que abandona el cuerpo, raramente el cerebro recuerda lo que pasó. Este estado de inconsciencia puede parecer similar a la aniquilación para un observador superficial y, esta detención momentáneamente de la memoria, sirve frecuentemente de argumento contra la inmortalidad del alma.
Tan pronto como el alma de la persona que yo observaba, se desprendió de los lazos terrestres del cuerpo, constaté que su nuevo organismo fluídico era apropiado para su nuevo estado, pero que el conjunto se asemejaba a su apariencia terrestre . Me fue imposible saber lo que pasaba en esa inteligencia reviviente, pero remarqué su calma y su asombro por el dolor profundo de aquellos que lloraban cerca de su cuerpo. Pareció darse cuenta de su ignorancia de lo que realmente había pasado.Las lágrimas y lamentaciones excesivas de los familiares proviniendo de la creencia materialista de que todo se termina con la muerte del cuerpo. Puedo afirmar, de mis diversas experiencias, de que si una persona muere naturalmente, el alma no experimentará ninguna sensación penosa.
El período de transformación que acabo de describir, dura aproximadamente dos horas, pero no es igual para todos los seres humanos. Si vosotros pudierais ver con los ojos psíquicos, podrías percibir cerca del cuerpo rígido, una forma fluídica, con la misma apariencia del ser humano que acaba de morir, pero esta forma es más bella y como animada de una vida más elevada.»
Como podrán apreciar, esta observación es tan precisa y detallada, que poco es lo que se puede agregar. Sólo quiero destacar y reiterar algunos conceptos especiales.
En primer lugar, Jackson Davis se refiere claramente a la partida de las fuerzas intelectuales y vitales que se retiran de todo el cuerpo y afirma que, al igual que el nacimiento de un niño en este mundo, la muerte no es otra cosa que le renacimiento del alma en otro mundo. Ni siquiera falta el cordón umbilical. Repito esto para que nos acostumbremos a esta idea.
Desde el punto de observación, también registró la resistencia a la partida del alma, hecho que experimentó Alelí y que otras personas también refieren.
Las deformaciones y defectos del cuerpo físico desaparecen en el cuerpo fluídico. Esto concuerda con el alivio que experimentan, luego de abandonar el cuerpo, todos aquellos que vivenciaron procesos dolorosos.
Y algo muy importante. Davis observó que el período de transformación dura aproximadamente dos horas. Esto coincide con lo que enseñan los maestros tibetanos, quienes afirman que el tiempo en que la muerte se hace efectiva, puede llevar entre cinco minutos y una hora después de registrados los signos físicos exteriores. Cuando el corazón deja de latir y se detiene la respiración, sólo estamos viendo los signos exteriores de la muerte y , lo que no podemos ver, es que el proceso intrínseco de la muerte todavía continúa en el interior del organismo. Davis señaló los cambios energéticos que se producen fundamentalmente en el sistema vascular y nervioso y la movilización hacia el cerebro de todos los principios vitales.
Para los tibetanos, la muerte se hace efectiva en el momento del camino negro, cuando se unen en el centro cardíaco el tiglé blanco, principio masculino, y el tiglé rojo, principio femenino. Es en ese momento en que el espíritu cae en la inconsciencia.
Esto que acabamos de ver es muy importante, porque cuando se habla de muerte clínica, es decir, cuando no se registra actividad cerebral, el alma todavía está allí, unida al cuerpo físico, y el proceso intrínseco de la muerte todavía no se ha completado. Hasta que no se corta el cordón umbilical, cordón energético o cordón de plata, como se lo denomina habitualmente, el alma sigue unida al cuerpo físico. Ahora, vayamos al encuentro de la experiencia de la muerte tal como es.
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[*] Egresado de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires en 1974, el doctor José Luis Cabouli se formó como cirujano en el Hospital Rawson, especializándose más tarde en cirugía plástica y microcirugía reconstructiva. En 1988 toma la decisión de dejar el ejercicio de la cirugía para continuar con el arte de curar mediante la Terapia de Vidas Pasadas. Desde 1992 dirige el Curso de Formación en TVP, habiendo entrenado profesionales en Argentina, México, España y Venezuela. En la actualidad imparte talleres y cursos de formación en España y Argentina.
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