«Se dice en el libro de los Proverbios que antes de crear el mundo Dios comenzó por trazar un círculo para fijar sus límites. Y todo lo que existe no hace más que confirmar la necesidad de los límites, indispensables para la creación y para la conservación de las cosas y de los seres. La célula está rodeada por una membrana, el cerebro está encerrado en la bóveda craneal, etc. ¿Y cuál es la función de la piel? Sirve de límite. Observad las cosas a vuestro alrededor, encontraréis por todas partes la repetición de este círculo que Dios trazó como límite a su creación. Si no encerramos un perfume en un frasco, se evapora. Cuando construimos una casa, debemos delimitarla primero con las paredes. Sin paredes, ¿dónde estaría la casa?
Lo mismo sucede en el plano espiritual. Ahí también son necesarios los límites. Antes de invocar a los espíritus luminosos para que éstos participen en su trabajo, el mago se rodea con un círculo; fija las fronteras del territorio en el interior del cual va a operar. En cuanto al discípulo, debe aprender igualmente cómo trazar cada día a su alrededor un círculo de luz con el pensamiento. Privado de este círculo, sus energías espirituales se dispersan y ya no está a resguardo.»
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