«Entre el árbol y el ser humano existen unas analogías que es interesante profundizar.
Empecemos por las raíces: éstas están representadas en el hombre por el estómago, el vientre y el sexo. En efecto, el hombre se enraíza en la tierra con el estómago y los intestinos para alimentarse, y con el sexo para reproducirse.
El tronco del árbol está representado por los pulmones y el corazón, que gobiernan los sistemas respiratorio y circulatorio. En el árbol, a lo largo del tronco, la corriente ascendente transporta la savia bruta hasta las hojas en donde se transforma, mientras que la corriente descendente transporta la savia elaborada que nutre al árbol. En el hombre, el sistema venoso transporta hasta los pulmones la sangre viciada para que ésta se purifique y el sistema arterial transporta la sangre purificada a través de todo el organismo para que éste conserve su vigor.
Finalmente, las hojas, las flores y los frutos del árbol corresponden en el hombre a la cabeza que recibe las energías más sutiles, las del sol espiritual: el espíritu. Aquel que despierta al espíritu en él, capta las energías divinas y se vuelve capaz de dar los mejores frutos.»
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