Son conocidos como los niños que la inmigración económica dejó abandonados.
Se trata de menores de edad cuyos padres han tenido que dejar sus hogares para irse a trabajar en otra ciudad o país por meses e incluso años.
Naciones Unidas estima que 215 millones de personas viven y trabajan fuera de sus países de origen, una cifra que se prevé aumentará.
Aunque por años ha sido un drama vivido por millones de familias latinoamericanas, este aspecto de la inmigación internacional se ha convertido en un tema de intenso debate en países como China, donde se calcula que hay 61 millones de niños abandonados por sus padres migrantes, según la Red de Información de Derechos de los Niños 2015.
Según Unicef, existen muchas dificultades a la hora de calcular cuántos menores son afectados por la migración de un padre o de los dos.
En parte se debe a que estadísticas nacionales de cada país usan diferentes métodos de cálculo, que hacen comparaciones internacionales imposibles.
En América Latina, por ejemplo, la realidad económica es tan compleja que es difícil contar con estadísticas actualizadas.
Según una investigación de la demógrafa social estadounidense Jenna Nobles, publicada en 2006 y en la que analizó información de la Encuesta Nacional sobre Niveles de Vida de los Hogares de México en 2002, el 7% de los niños en México tenían uno de sus padres o los dos trabajando en el exterior.
En ese país, la Unicef estima que el 17% de los niños ve a uno de sus progenitores migrar al menos una vez durante su infancia.
Ya en 2006, unos 500.000 niños habían sido dejados por sus padres en sus comunidades en México para buscar oportunidades laborales en el exterior, según la investigación de Nobles.
Ecuador
El informe de Unicef en Ecuador «Memorias, Seminario Familia, Niñez y Migración», publicado en 2007, señala que entre 1990 y 2000 el número de niños con padres inmigrantes, en ese país, aumentó de 17.000 a 150.000.
Para 2005, 218.000 niñas y niños tenían al menos a uno de sus progenitores viviendo en el exterior.
La encuesta de empleo de diciembre de 2005 llevada a cabo en la nación sudamericana mostró que 36% de las mujeres y 39% de los hombres habían dejado al menos un hijo o una hija en ese país.
Ante la necesidad de buscar un mejor futuro económico para sus familias, millones de padres dejan a sus hijos con sus abuelos, familiares e incluso con los hermanos mayores.
«La ausencia de las madres restringe los periodos de lactancia materna y puede disminuir la probabilidad de que los niños sean vacunados oportunamente», indica el informe de Unicef «La travesía: migración en infancia», de 2011.
Tanto el caso de Ecuador como en el de México, la situación puede haber cambiado desde que se publicaron las estadísticas citadas en este texto, que son las más actuales disponibles.
Secuelas
Para muchos de estos inmigrantes econonómicos no hay otra opción que dejar atrás a sus hijos. Sin embargo, esta decisión puede dejar graves secuelas psicológicas en los pequeños.
«La ausencia de los padres genera sentimientos de abandono, vulnerabilidad y pérdida de autoestima en los niños, las niñas y los adolescentes que permanecen en el país de origen», dice Unicef.
Poco más del 60% de los pequeños que han visto a alguno de sus padres salir de México sufre problemas psicológicos y su posibilidad de completar su educación formal se reduce. Abandonan sus hogares para trabajar y muchas jóvenes terminan ejerciendo empleos domésticos.
Unicef indica que los niños y las niñas se ven afectadas de diferentes formas ante la ausencia de sus padres. Pero lo que es claro es que «cuando un miembro de la familia migra, las relaciones se redefinen y los consiguientes cambios en las funciones y responsabilidades repercuten en la vida diaria de los niños».
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