1. La violencia –legal– es monopolio del Estado español. Así nos lo recuerdan los Artículos 28 y 29, que establecen que es en el Estado donde reside la potestad para regular e intervenir todo aquello relacionado con las armas.
2. El Estado aumenta su red nodal de dispositivos. Para prevenir la perturbación de la tranquilidad ciudadana, el Estado enuncia una ley escrita en la que establece cuáles son los comportamientos que considera peligrosos para el mantenimiento de esa tranquilidad, y la hace visible a través de los elementos utilizados reprimir y castigar esos comportamientos, siendo la policía uno de los más representativos en esa visibilidad.
3. En el juego de la ambigüedad, el Estado sale ganando y el ciudadano perdiendo. El Estado busca “la prevención de la comisión de delitos e infracciones” y su “actividad de intervención se justifica por la existencia de una amenaza concreta o de un comportamiento objetivamente peligroso que, razonablemente, sea susceptible de provocar un perjuicio real”. Para anticiparse al riesgo de inseguridad de lo que pueda ocurrir en el momento, el Estado avisa de que puede actuar siempre, pues en la incertidumbre todo son sospechas. Es por ello que habla de objetividad, para hacer de sus afirmaciones una verdad indestructible.
4. La calle y las instituciones públicas tienen dueño, y no es precisamente el colectivo ciudadano. La seguridad ciudadana en ellas es tutela del Estado, que por eso publica esta ley, para reforzar la represión ante “los cambios sociales operados en nuestro país, las nuevas formas de poner en riesgo la seguridad y la tranquilidad ciudadanas, los nuevos contenidos que las demandas sociales incluyen en este concepto (y) la imperiosa necesidad de actualización del régimen sancionador”. Parece que el sueño de la Larga Noche se ha visto interrumpido, pero el Espectáculo debe continuar y los agujeros que se hacen en las grietas por donde puede haber líneas de fuga han de llenarse –aunque sea con un conjunto de incoherencias denunciadas por diversos órganos constitucionales, expertos juristas, organizaciones de derechos humanos y organismos internacionales.
5. El guiño al sistema capitalístico –donde lo privado y lo dividual priman sobre lo público y lo comunitario respectivamente– es de gran relevancia en esta ley. La reunión no comunicada será perseguida. Pero no se establece qué se entiende por reunión, así como tampoco se dice nada acerca de cuánta gente es necesaria para que un encuentro se convierta en reunión. Aunque sea pacífico, si el encuentro en la calle es grande, podrá ser considerado una acción de inseguridad pública en las vías y demás bienes demaniales destinados al uso y disfrute público –del cual tampoco tenemos una definición. Este alejamiento de la calle nos lleva al ostracismo de las cuatro paredes en un espacio, donde no podemos ser visibles ante el resto de la gente, donde el interior es opaco al exterior. Al perder presencia en la calle, lo social pierde fuerza ante los espacios determinados por la lógica mercantilista.
6. El Panóptico continúa. La estructura carcelaria ideada por Jeremy Bentham en el siglo XVIII, donde todos los presos son vistos pero no ven cuándo los están vigilando realmente, permanece. Pero a las cárceles materiales se les ha unido una red de elementos inmateriales que también vigilan constantemente. “La autoridad gubernativa y, en su caso, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad podrán proceder a la grabación de personas, lugares y objetos mediante cámaras de videovigilancia fijas o móviles”, e internet es un dominio en el que encontrar información no es muy complicado. Casi nada escapa al control del ojo que todo lo ve.
7. El miedo ha de intensificarse. Con unas sanciones que van de los 100 a los 600.000 €, el responsable de lo que el Estado considere una perturbación se expone a un castigo ejemplar. Aviso a navegantes…
8. Algo va mal… o bien. El Poder ha fallado en su búsqueda por regular y dirigir la naturaleza humana y la vida social desde su interior sin alzarse delante de la “sociedad civil”. Esto significa que los aparatos ideológicos de Estado (AIE) –entre los que destacan el AIE jurídico, el AIE político, el AIE de información y el AIE cultural– y los elementos biopolíticos destinados a la creación de subjetividad para el mejor control sobre la población se han quedado cortos para conseguir tal objetivo. ¿Qué es lo bueno de todo esto? El poder se hace visible, su estado gaseoso-molecular está tornándose sólido.
9. Son necesarias nuevas técnicas contra-ofensivas. No hay afuera, por lo que habrá que buscar cómo hacer para ralentizar, desconectar y hacer inoperativo el nuevo dispositivo creado y así devenir ilegibles, imprevisibles, ingobernables. Quizás el silencio sea una de ellas, pues no representa nada de lo que la Ley Mordaza quiere reprimir. Ahora bien, hablamos aquí del silencio como elemento de contestación verdadera. El silencio de la rabia de mucha gente que no entra en el juego de la respuesta esperada por el Estado, silencio “desplegado como dispositivo táctico para manifestar la existencia de la negatividad, para hacer irrupción en la visibilidad sin dejarse paralizar en la petrificante positividad espectacular” (Tiqqun, 1999).10. El lamento y la espera ya no valen. Es la hora de actuar.