Los laberintos suelen generar una fantasía. Al colocar el primer pie en uno de sus indescifrables pasillos, uno sabe que comienza un viaje de emociones.
Tu cerebro activa desde miedos archivados durante tu infancia hasta aventuras cultivadas en secreto.
En sus 36 años diseñándolos, el británico Adrian Fisher se ha paseado por eso y más para inventar todo tipo de sistema intrincado.
Pasando por los más sencillos en jardines con vegetación a la altura de la cabeza, hasta las más desconcertantes cavernas cubiertas de alta tecnología, con luces resplandecientes y espejos giratorios.
Su inspiración proviene de diversas musas, que incluyen el ajedrez, «Alicia en el país de las maravillas», un planeta habitado por alienígenas o las antiguas pirámides de Egipto.
En total Fisher cuenta en su haber con unos 700 laberintos alrededor del mundo.
¿Pero cómo los diseña? ¿Qué técnica utiliza para crear algo que vaya contra la lógica? ¿Y por qué nos encantan los laberintos?
Religión y diversión
Existen registros de laberintos desde tiempos muy antiguos, aunque los primeros en surgir difieren mucho de los actuales.
Llevados a la fama por las historias mitológicas sobre el Minotauro y el palacio del rey Minos en la isla de Creta, tenían en realidad un solo camino que se dirigía al centro del mismo.
No pretendían confundir a nadie, sino conducir al caminante por una ruta sinuosa que estimulara su serenidad y meditación.
Por eso, aunque el fin para el cual fueron creados sigue siendo un misterio, se tiene la impresión de que poseían una dimensión espiritual.
Luego, con el surgimiento de la Iglesia cristiana, algunos académicos piensan que estas construcciones comenzaron a asociarse con la idea del tránsito del hombre por el camino difícil de la vida terrenal.
Con el Renacimiento, la nobleza ordenó la construcción de laberintos en los jardines de sus grandes mansiones, como parte de la diversión que podían disfrutar los visitantes y como una suerte de caminería particular a través de sus propiedades.
En ese entonces los diseños comenzaron a contemplar pasajes que se ramificaban con diversas opciones y callejones sin salida, con la deliberada intención de confundir.
Vista la tradición de paisajismo en Inglaterra, no es de sorprender que en este país se hayan desarrollado tantas construcciones de este tipo.
El más antiguo en Reino Unido es el laberinto trapezoidal de setos del palacio de Hampton Court, el cual continúan desorientando visitantes desde que fue creado en 1700.
El estilo de Fisher
Adrian lleva la tradición de los laberintos desde su Dorset natal, donde construyó su propia obra, un diseño completado con una torre octagonal.
Para sorpresa de muchos, su proceso creativo no le toma mucho tiempo.
Por ejemplo, el laberinto de espejos en el País de las Maravillas de las Mariposas, en Arizona, le tomó solo una semana imaginarlo.
Sin embargo, como los primeros diseñadores en la antigüedad, Fisher a menudo comienza con un boceto a mano.
«De alguna forma lo siento más vivo, más dramático, que si fuera hecho en un simulador de una computadora, con el cual se puede recrear el movimiento pero no tanto el sentimiento y la emoción», cuenta.
Una vez que tiene el dibujo completo es cuando utiliza un software para producir modelos en 3D.
La tecnología hace el proceso más fácil, pero también hace que las expectativas de los visitantes sean más altas.
Por eso los dueños de laberintos ahora quieren que las construcciones no solo luzcan atractivas desde el suelo, sino también desde el aire, donde se pueda percibir la forma de una cabeza de un león o una calavera.
En ese sentido, Fisher ha tenido que agregar una nueva herramienta de trabajo: un drone en miniatura que le permita observar al cliente como luce su laberinto desde las alturas.
Por qué nos gustan
«A todos nos gusta sentirnos un poco perdidos», dice Adrian.
«Para mí los laberintos deben ser una cosa divertida. Lo ideal es que te pierdas completamente, pero que encuentres el camino correcto justo antes de que comiences a desesperarte. Es decir, mientras la diversión y la desorientación todavía van de la mano», explica el diseñador.
La desorientación, que surge de la experiencia de navegar un laberinto, inspiró muchos estudios científicos durante décadas.
En 1937, el reconocido psicólogo estadounidense Edward Chace Tolman comentó que «todo lo importante en psicología» puede ser investigado analizando cómo se comportan las ratas en un laberinto.
Esa no era una idea nueva. A finales del siglo anterior se había desarrollado el primer estudio basado en la experiencia de un animal en un laberinto en la Universidad Clark, para investigar la asociación y comportamientos durante la búsqueda de hogar. El modelo tomó como referencia el diseño del construido en Hampton Court.
Todavía estos circuitos son empleados en experimentos, aunque ya no sea tanto por ver cuánto tiempo le toma a un roedor encontrar la salida, sino más bien para probar drogas específicas.
Los nuevos retos
Los laberintos para los humanos se han hecho más complejos y fantasiosos, gracias a personas como Fisher.
Por ejemplo, la obra construida en la propiedad de un conde italiano cerca de Verona cuenta con una torre misteriosa en el medio del laberinto.
Una vez dentro de la edificación, hay una escalera de caracol que desciende a una recámara ubicada en un sótano, donde el conde guarda su muy apreciada colección de fósiles.
¿La vía de salida? Pasar por otro laberinto de espejos situado al lado de un acantilado.
Quizás ese ejemplo resume la clave del éxito de Fisher: para él cada diseño debe tener más de una configuración.
Esto se aprecia en algunas de sus obras en Reino Unido, como las de Merseyside, el parque Staunton Country en Hampshire y el parque Escot en Devon.
En ellas los visitantes que son recurrentes se encuentran con que, en diferentes días, los equipos que atienden los laberintos cierras algunas puertas y abren otras.
«De esta forma alguien que haya venido antes descubrirá cuando regrese que no tiene la solución del acertijo», expresa un complacido Adrian.
Para profundizar esa línea de desarrollo, Adrian incluso está pensando en colocar objetos móviles al azar.
«Imagínate que estás con cuatro personas en un bote y cada uno tiene un timón diferente. En un momento tú crees que tienes el control, pero al minuto siguiente lo tiene alguien más. Luego puedes agregarle tareas conjuntas que deban ser completadas. A lo mejor tienes que entrar a cuatro torres en el curso del viaje, o responder 12 preguntas en 12 puntos diferentes», apunta el diseñador.
No importa el tipo de configuración que tenga, lo importante es que en algún momento el circuito nos confunda al menos una vez.
«Nos hace bien de vez en cuando que nos reten, descubrir que no tenemos todas las respuestas», comenta Fisher.
«Entrar a un laberinto tiene un efecto que no puede ser medido de manera convencional. No puede ser expresado con palabras, números o dígitos. Yo realmente creo que es una suerte de momento mágico», concluye Adrian.
http://www.bbc.com/mundo/noticias/2015/08/150827_vert_fut_finde_mente_creador_laberintos_yv