De esta forma, utilizaron como excusa la construcción de las catedrales para hacer de ellas sus santuarios esotéricos. Los típicos rosetones, claro exponente del arte gótico, no eran solamente ventanas que dejaban pasar la luz.
La coloración de sus cristales y las figuras que emitía el resplandor de la luz de sol a través de ellos, favorecían la meditación, la introspección y la conexión con lo divino. Las gárgolas que en las catedrales tenían la función de decorar los canalones que recogían el agua de lluvia, eran en principio figuras arquetípicas que aludían a valores morales y espirituales.
Es cierto que entre las gárgolas se pueden encontrar imágenes demoníacas, que según la tradición indican que el mal está fuera del templo, pero también aparecen figuras en actitudes desvergonzadas. Fulcanelli, en su obra El Misterio de las Catedrales, da respuesta a muchos de los enigmas que rodean a las catedrales góticas. Provenga o no de los tiempos de Salomón, pasando por las catedrales medievales, la presencia tangible de la Masonería está registrada en fuentes históricas.
Es sabido que en el año 1717 surge la Gran Logia de Inglaterra, mientras que en 1732 aparece la denominada Gran Logia de Francia. Ambas, presuntamente, persiguen un sistema moral que se expresa a través de la alegoría y se ilustra gracias a los símbolos. Sin embargo, la ingerencia de la Masonería en la historia tiene más que ver con una relación secreta con la política y las conspiraciones que con una simple búsqueda de la verdad suprema místico-espiritual. Quizá el cambio se debió a la influencia que unos años después ejercerían sobre ella los illuminati.
La Francmasonería que sale a la luz en el siglo XVIII ya no está compuesta por asociaciones de albañiles. En este caso se trata de personajes de elevadas clases sociales, dotados de interesadas conexiones políticas y religiosas. Los masones tenían una divisa, de la que unas décadas después se apropió la Revolución Francesa: «Libertad, Igualdad y Fraternidad».
Sin embargo, debemos saber que entre los masones ingleses había poca o ninguna solidaridad. Para empezar, los negros estaban totalmente excluidos de ella.
Se consideraba que eran de una raza inferior y, por lo tanto, no podían participar del objetivo, que no era ya construir la catedral para la Iglesia sino para el hombre, tanto en esta vida como después de la muerte.
En cambio, en la Masonería francesa existía un mayor grado de permisividad, ya que en su seno acogía la diversidad religiosa, política y sexual. La logia que se estableció en Francia era de origen escocés.
Es interesante resaltar que procede de la casa Estuardo, que se consideraba guardiana de la tradición de los templarios franceses y que 400 años antes de la fundación de la Masonería, habían participado en la conquista de Escocia.
Las logias inglesas, por su parte, se organizaron según el rito de York, basado en diez títulos de pertenencia a la orden o grados masónicos. La francesa optó por generar como rito propio el «Escocés Antiguo y Aceptado» que se compone de 33 grados. De hecho, este rito escocés será el que influya mayoritariamente en el continente europeo y en el americano.
La expansión de la Masonería llegó a ser tan relevante y notoria, que el papa Clemente XII emitió en 1738 una bula destinada a condenar a los masones e intentar apartarlos de la Iglesia. Unos años después Benedicto XIV refrendará la postura del anterior Pontífice. Esta exclusión se ha mantenido hasta nuestros días, ya que Juan Pablo II la incluyó en un documento sobre la Francmasonería dirigido en 1983 a la Congregación para la Doctrina de la Fe.
A tenor de las declaraciones de los estamentos eclesiásticos, parecería que, más que los illuminati, los que realmente molestan a la Iglesia son los masones. A pesar de esta hostilidad, lo cierto es que a partir de la segunda mitad del siglo XVIII los masones continuaron con sus actividades prácticamente en todas partes.
Sólo la Revolución Francesa provoca una crisis que hizo menguar e incluso disgregar algunas logias. Pero superado aquel momento, muchas se hicieron aún más fuertes y se han mantenido hasta nuestros días.
En la actualidad se calcula que hay alrededor de cinco millones de masones en todo el mundo. Y si al principio encontrábamos dos ritos, hoy existe una infinidad de ellos, que van desde los 10 grados del rito de York hasta los 90 que posee el rito de Misraim. Sabiendo en qué se basan los preceptos masónicos, no resulta extraña la sospecha de que entre sus filas se hayan infiltrado en el siglo XVIII algunos illuminati. Los masones fueron grandes protagonistas del siglo XVIII, conocido como Siglo de las Luces, e influyeron en la Revolución Francesa. También participaron activamente en la independencia y fundación de Estados Unidos y, ya en el siglo XX, no fueron del todo ajenos a las dos grandes guerras mundiales y otros acontecimientos decisivos.
Era preciso crear una sociedad secreta invisible, ya fuera integrándose en otras ya existentes o creando grupúsculos nuevos y muy discretos. Cuenta la historia que un pequeño grupo de resistentes templarios fundó la Orden de San Andrés del Cardo Real, que más tarde pasaría a denominarse Colegio Invisible. La Antiquísima y Nobilísima Orden del Cardo (en inglés The Most Ancient and Most Noble Order of the Thistle) es una orden de códigos de caballería escocesa. En Escocia, la Orden del Cardo representa el más alto honor y es la segunda en importancia después de la Orden de la Jarretera. La fecha exacta de la fundación de la orden es confusa pero, según la leyenda, data del año 809 cuando el rey Achaius formó una alianza con Carlomagno.
También es posible que Jacobo III de Escocia fuera el fundador de la orden, ya que fue él el responsable de los cambios en el simbolismo real en Escocia, incluyendo la adopción del cardo como la insignia real de los Estuardo.
A pesar de que existía alguna orden de caballería en Escocia en los siglos XV y XVI o incluso antes, fue Jacobo II quien estableció la orden bajo las nuevas normas el 29 de mayo de 1687 para recompensar a los pares escoceses que apoyaban los objetivos políticos y religiosos del rey. La toga de aquella época aún existe y tiene más de 250 motivos de cardos y ramitos de ruda, conocidos como «la Hierba de la Gracia», el antiguo símbolo de los pictos.
Las leyes estipulaban que la orden estaba formada por el soberano y 12 caballeros, en alusión a Jesús y sus 12 apóstoles. Después de la abdicación de Jacobo VII de Escocia y II de Inglaterra en 1688, la orden quedó en desuso hasta que fue restablecida por la Reina Ana Estuardo en 1703.
El número de caballeros se mantuvo en 12. Pese a las rebeliones de 1715 y 1745, el viejo y el joven pretendiente, el Príncipe Jacobo y el príncipe Carlos, fueron nombrados caballeros de la Orden del Cardo durante el exilio. Los primeros reyes de la Casa de Hannover también utilizaron la orden para reconocer a los nobles escoceses que apoyaron la causa Hannover y la protestante.
El interés en la orden resurgió cuando Jorge IV lució el cardo durante su visita a Escocia en 1822. No fue hasta 1987 cuando se les permitió a las mujeres formar parte de la orden. El santo patrono de la orden es San Andrés, santo patrono de Escocia, quien aparece en el medallón.
Entre los miembros del Colegio Invisible hubo un personaje que se hacía llamar Comenius. Jan Amos Komenský, en latín Comenius (1592 – 1670), fue un teólogo, filósofo y pedagogo nacido en la actual República Checa. Fue un hombre cosmopolita y universal, convencido del importante papel de la educación en el desarrollo del hombre.
La obra que le dio fama por toda Europa y que es considerada como la más importante, es la Didáctica Magna, y su primera edición apareció en el año 1630. Le dio importancia al estudio de las lenguas y creó una obra llamada Puerta abierta a las lenguas. Se le conoce como el Padre de la Pedagogía, ya que fue quien la estructuró como ciencia autónoma y estableció sus primeros principios fundamentales.
En su obra ¨Las nuevas realidades¨, Peter Drucker realza la posición de Comenius como el inventor del libro de texto, en un intento de incentivar la autonomía del proceso formativo, a fin de evitar que el gobierno católico eliminara del todo al protestantismo en la República Checa.
«Si la gente lee la Biblia en casa, no podrán confundirse» fue el pensamiento de Comenius. Los grandes aportes realizados a la Pedagogía, sus viajes por diferentes países de Europa, invitado por reyes y gobernadores, y la alta preparación y constancia en su labor de educar, le valieron el título de “Maestro de Naciones“. Es relevante decir que las ideas principales de Comenius consisten en la corrección total de la humanidad y no en el sistema educativo.
Para conseguir sus propósitos, Comenius empieza con la corrección del individuo porque sólo el individuo reformado puede favorecer a la corrección total de la humanidad.
Hay que dar la mejor educación y formación a la gente, porque la educación es la puerta que nos lleva al saber y el saber es el medio que nos lleva a la corrección del mundo. Por tanto, la pedagogía y didáctica no fueron los objetivos sino los medios para conocer el mundo. Comenius se interesó por la pansofía, un sistema de la cognición bien ordenado, la filosofía que a través del conocimiento intenta armonizar el mundo y eliminar las barreras entre la gente, incluyendo los obstáculos lingüísticos. En esta filosofía, según él, consiste la reformación de la humanidad.
Al final de su vida, después de desilusionarse por los monarcas alumbrados, llegó a la conclusión de que el mejor conjunto es la república. Su idea era la creación de una «pansofía», es decir, una doctrina universal capaz de gobernar el mundo.
Algunas de sus propuestas eran la creación de un Parlamento Mundial, así como la reforma universal de la sociedad en general.
También preconizaba la creación de un Tribunal Supremo cuya misión sería velar por la reconciliación de las religiones, así como el establecimiento de una Corte de Justicia Internacional capaz de mediar en los conflictos políticos mundiales.
Otra medida consistía en establecer un consejo mundial de sabios, que recibirían el nombre de Superiores Desconocidos y que tendrían la misión de erradicar desde la sombra la ignorancia, el ateísmo y cualquier atisbo de involución social.
La complejidad de la trama, que debía ser totalmente secreta, era notable. Pero, ¿consiguieron sus objetivos? Sólo es posible tener la sospecha de que buena parte de sus objetivos, en cierta manera, han conseguido ser una realidad. Según Giuseppe Mazzini: “La Verdad no es el lenguaje del cortesano; solamente surge en labios de aquéllos que no confían ni temen a la potencia ajena“. Giuseppe Mazzini (1805 –1872), apodado “el alma de Italia“, fue un político, periodista y activista italiano que bregó por la unificación de Italia. Ayudó al proceso de formación y unificación de la Italia independiente y moderna a partir de los numerosos Estados, muchos dominados por potencias extranjeras, que existieron hasta el siglo XIX. También contribuyó a definir el movimiento europeo en pro de una democracia popular en un Estado republicano.
Fue escritor de los libros: “Italia republicana y unitaria“(1831) y “Una nación libre” (1851). Mazzini fue elegido por los Illuminati para dirigir sus operaciones mundiales en 1834. Según el escritor inglés de teorías conspirativas y antimasónicas, William Guy Carr, en su obra Peones en el juego (1955), indica que en una de las cartas fechada el 15 de agosto de 1871, el masón Albert Pike le hace saber a Mazzini el plan de los Illuminati para el futuro del mundo.
La segunda guerra mundial se desataría aprovechando las diferencias entre la facción ultraconservadora y los sionistas políticos. Se apoyará a los regímenes europeos para que terminen en dictaduras que se opongan a las democracias (Nazismo, Fascismo, Comunismo y Socialismo) y provoquen una nueva convulsión mundial cuyo fruto más importante será el establecimiento de un Estado soberano de Israel en Palestina que venía siendo reclamado desde tiempos inmemoriales por las comunidades judías.
Esta nueva guerra debe permitir consolidar una Internacional Comunista bastante fuerte para equipararse a la facción cristiana/occidental.
La tercera y definitiva guerra se desataría a partir de los enfrentamientos entre sionistas políticos y los dirigentes musulmanes.
Este conflicto deberá orientarse de forma tal que el Islam y el sionismo político se destruyan mutuamente y, además, obligará a otras naciones, una vez más divididas sobre este asunto, a entrar en la lucha hasta el punto de agotarse física, mental, moral y económicamente.
Liberaremos a los nihilistas y a los ateos, y provocaremos un formidable cataclismo social que en todo su horror mostrará claramente a las naciones el efecto del absoluto ateísmo, origen del comportamiento salvaje y de la más sangrienta confusión.
Entonces en todas partes, los ciudadanos, obligados a defenderse contra la minoría mundial de revolucionarios, exterminará a esos destructores de la civilización, y la multitud, desilusionada con el Cristianismo, cuyos espíritus deístas estarán a partir de ese momento sin rumbo y ansiosos por un ideal pero sin saber dónde hacer su adoración, recibirán la verdadera LUZ a través de la manifestación universal de la doctrina pura de “Lucifer”, sacada a la vista pública finalmente.
Esta manifestación resultará del movimiento reaccionario general que seguirá a la destrucción del Cristianismo y ateísmo, ambos conquistados y exterminados al mismo tiempo“.
Ellos son los grandes conspiradores que, con la ayuda de algún miembro de la secta árabe de losAsesinos, han ido fraguando crímenes que darán como resultado la desestabilización de la jerarquía eclesial, y que, al mismo tiempo, persiguen, como un último golpe de gracia, volar literalmente el Vaticano mediante la explosión de una bomba de antimateria.
Ésta es en esencia la trama de la novela de Dan Brown. Hay en esa obra elementos, basados en la realidad, que rozan la ficción, como la citada bomba.
Otros elementos son más verosímiles, como que la muerte Juan Pablo I a los treinta y tres días de su reinado haya respondido a una conjura secreta. Y, finalmente, algunos elementos que, convenientemente manipulados, el autor rescata de las tradiciones y textos sobre las sociedades secretas y otras fuentes esotéricas.
La mención de los Illuminati aparece ya desde las primeras páginas de la novela. Efectúan su entrada en escena mediante un ambigrama, texto que puede leerse de izquierda a derecha y, tras girarlo 180 grados, sigue teniendo sentido, una técnica de escritura simbólica y críptica que no consta que fuera utilizada en momento alguno por los auténticos illuminati.
Otro aspecto remarcable es que la ficción sitúa la creación de los Illuminati en la época de Galileo, dando por sentado que los científicos de entonces tenían que reunirse en secreto para intercambiar sus investigaciones, lejos de la presión que ejercía sobre ellos la Iglesia. Pero no existen pruebas de que Galileo o Copérnico fueran illuminati. Tampoco de que esta famosa sociedad secreta existiese en aquel tiempo, al menos oficialmente, aunque sí había otras sectas a las que pudieron haberse acogido los investigadores disidentes.
¿En qué momento nacen realmente los Illuminati? ¿Cuál era su objetivo secreto? En la novela comprobamos que la combinación de ciencia y esoterismo ofrece un mundo apasionante. Hay en el libro de Brown un aspecto que no pasa desapercibido. Se trata de la divergencia entre la Ciencia y la Iglesia. Los illuminati, miembros de la gran sociedad secreta que nació con la misión de terminar con la Iglesia, aparecen en la obra de Brown como científicos:
Según la historia, una oscura noche de 1785 un mensajero solitario cayó fulminado por un rayo en el camino que unía Frankfurt con París. Al día siguiente una patrulla de guardias bávaros levantó el cadáver y encontró entre sus ropas un extraño documento.
Se trataba de un folleto titulado «Cambio original en días de iluminación», y lo firmaba Espartaco, pseudónimo del renegado jesuíta Adam Weishaupt. Este misterioso personaje, nacido en Ingolstadt en 1748, había sido profesor de Derecho Canónico en la universidad de su ciudad natal, donde exponía, pese a la oposición del clero, sus ideas mesiánicas y la necesidad de una revolución mundial contra el avance del mal. Weishaupt había sido educado por la Compañía de Jesús y era un importante miembro de la Masonería bávara de la época.
Pero tenía una visión muy personal de la situación del mundo y consideraba que la Iglesia jugaba un papel perverso en la moral y la espiritualidad de la humanidad. Con algunos colegas y alumnos de Ingolstadt había formado un grupo autotitulado «perfectibilistas», que propiciaban un cambio radical de orden religioso y cultural, que se produciría en un nuevo mundo regido por una república democrática universal, lo que los haría precursores del anarquismo y el socialismo.
En 1776 Weishaupt y sus seguidores, entre ellos el barón Adolf von Knigge, fundaron la secta secreta de los Illuminati, que en latín significa «iluminados».
En su organización el ocultista bávaro combinó los dos modelos que mejor conocía: el de los jesuítas y el de la Masonería. Según las fuentes históricas esta logia tuvo corta vida, ya que fue disuelta once años más tarde tras el infortunado episodio del mensajero fulminado y el hallazgo del documento secreto de Weishaupt.
Pero diversos autores sostienen que se ha mantenido hasta hoy en forma ultrasecreta, aparte de remontar sus orígenes mucho más allá de la fecha de su fundación histórica. El gobierno de Baviera prohibió la sociedad de los Illuminati en 1787, condenando a muerte a quienes intentaran reclutar nuevos miembros para la Orden y dando publicidad al documento secreto de Weishaupt, así como a los planes conspirativos de la secta.
Quienes sostienen que la secta de Weishaupt continuó llevando en secreto su revolucionaria conspiración, aseguran que los illuminati, bajo el paraguas de los masones u otras logias, se habrían infiltrado en el Parlamento Británico y en la Secretaría del Tesoro de Estados Unidos, entre otras maniobras para imponer un nuevo orden mundial.
Un orden que, obviamente, haría imprescindible la eliminación del Vaticano y sus poderes terrenales.
Para justificar sus conjuras, engaños y eventuales crímenes, adoptaron a menudo la excusa de que habían sido iluminados por Dios para salvar a la humanidad del mal e instaurar un utópico mundo nuevo. Aparte de la secta de Weishaupt, hubo por lo menos otras dos con el mismo nombre que alcanzaron una cierta importancia, y en las que Weishaupt pudo haber encontrado su fuente de inspiración.
Los iluminados fue una secta secreta que nada tiene que ver con la de los Illuminati. Apareció en torno al siglo XVI en las montañas de Afganistán. Su primer líder fue Bayezid Ansari. No era científico y se limitó a fundar una escuela de iniciación mística en Peshawar.
Los adeptos debían pasar por ocho iniciaciones para perfeccionarse a sí mismos y alcanzar fuerzas mágicas. Los iluminados de Avignon tampoco son los Illuminati.
Se trata de una sociedad secreta fundada en el siglo XVIII, dedicada a la astrología y la alquimia. No tuvo ninguna relación con la ciencia de aquel tiempo. Aunque en la actualidad los presuntos continuadores de los Illuminati parecen estar bastante vinculados al mundo del esoterismo, la magia y, por extensión, el satanismo, lo cierto es que cuando hablamos de los auténticos Illuminati, todos estos temas, al igual que los vinculados con la ciencia, quedan bastante lejos. Es probable que el grupo originario de los Illuminati tuviera vinculaciones con sociedades secretas con un cierto corte esotérico, tales como la Masonería, los rosacruces y otros.
Para crear su sociedad secreta Weishaupt no tuvo que esperar una revelación divina ni tampoco el hallazgo de unos manuscritos ancestrales, ni mucho menos recibir la herencia hermética de unos antecesores.
A diferencia de otras órdenes, los Illuminati son fruto de la mente de su fundador y del tiempo en que le tocó vivir. Resulta evidente que Adam Weishaupt, el fundador de los Illuminati, no imaginaba poder dominar el mundo. Pero sí buscaba un cierto dominio social y especialmente terminar con la autoridad del Papa y las doctrinas eclesiásticas.
Todo parece indicar que se acercó a la Masonería buscando interlocutores para tener apoyos para ponerlas en práctica. Su ambición era crear y dirigir su propia sociedad secreta. Cansado de la presión a la que era sometido por los jesuítas y decepcionado por las prácticas de la Masonería, decidió buscar algo que se ajustase a sus parámetros mentales.
A partir de ese momento el conocimiento era el suyo y la verdad estaría en su poder. Con este rasgo doctrinal pretendía dejar de lado la religión cristiana, para dar paso al auténtico portador de la luz, que no era otro que Lucifer. Adam Weishaupt se vuelve más racionalista, anticatólico y fanáticamente radical, tanto en lo concerniente a la política como en la religión.
A partir del momento en que los Illuminati se autocalifican como una institución laica que tiene como fin el progreso de la humanidad, comienzan a acercarse a sus filas numerosos racionalistas alemanes que la inclinan cada vez más hacia los postulados de filósofos franceses como Voltaire o de políticos como Robespierre. Ambos personajes, al margen de su papel histórico, tuvieron vinculaciones con distintas sociedades secretas, tales como la Masonería, los rosacruces, y se supone que, de alguna forma, también con los Illuminati.
Dejando a un lado las conspiraciones, lo que sí es cierto es que la orden de Weishaupt llegó a obtener un notable poder.
Un poder que se extendió hasta la Revolución Francesa, fenómeno histórico decisivo en Europa, que hasta cierto punto pudo estar orquestado por los Illuminati. Un poder que avanzó en el tiempo y que quizá tuvo relación con las dos guerras mundiales. Y que, tal vez, será el responsable de una tercera guerra mundial. Ocho años después de su fundación, aunque oficialmente fueron once, llegará el momento de que Weishaupt cancele oficialmente losIlluminati.
El gobierno bávaro, observando la fuerza y la actividad pública llevada a cabo por los Illuminati, que no sólo se habían expandido sino que incluso ya tenían miembros más allá del Atlántico, estima que son demasiado peligrosos. Weishaupt es privado de sus cátedras y, acto seguido, expulsado del país. Oficialmente la Orden se extingue, aunque en realidad se disgrega.
Su creador pasa a vivir en un dulce exilio, ya que acaba refugiado en una de las muchas posesiones que poseía uno de sus protectores, el duque Erast von Gotha, donde permanece hasta su muerte el 18 de noviembre de 1830. Pero no todo termina con la disgregación de los Illuminati.
Una vez disuelta la Orden, su fundador tuvo varias décadas para seguir tramando conspiraciones e ilustrando a sus seguidores sobre el noble arte de las sociedades secretas. Weishaupt escribió diversas obras, entre ellas una crónica sobre la persecución de los Illuminati en Baviera, un manual del sistema del Iluminismo, así como diversos tratados sobre las ventajas de sus principios doctrinales.
Tuvo tiempo además de mantener relaciones con jerarcas de la Masonería, así como de otras órdenes secretas de principios del siglo XIX.
«A veces, es preciso que la oscuridad reine por un momento antes de un nuevo resplandor», afirmaba Weishaupt en alguno de sus textos internos. Los Illuminati encendieron sólo una de las muchas antorchas que conformaban las hogueras de las sociedades secretas. Oportunamente reaparecerán, y muchas de las conjuras y conspiraciones que se producirán más adelante tendrán, sin ningún género de dudas, una influencia de los Illuminati.
El hecho de que el grupo haya sido oficialmente disuelto, le permitía seguir con sus actividades de forma todavía más clandestina. Los Illuminati habían conseguido ramificarse lo suficiente como para ostentar posiciones de poder en otras sociedades secretas aparentemente más inocentes, como por ejemplo los rosacruces o los masones.
Mientras los illuminati se disgregaban, las filas de la Masonería crecían, al igual que lo hacían los rosacruces y otras sociedades secretas de índole menor como, por ejemplo, los Carbonarios o una sociedad que en España se conocía como la Santa Garduña.
Otras hipótesis postulan que en realidad fue al revés, es decir, que fueron los masones quienes, al introducirse en los Illuminati, consiguieron finalmente su destrucción. Una de las creencias más retorcidas indica que, en realidad, tras la disolución de los Illuminati se creó una sociedad secreta dentro de otra.
Así, en el interior de la Masonería habría habido otra hermandad aún más secreta que ni siquiera los principales masones conocían, compuesta por hermanos masones pertenecientes a los Illuminati. Ellos, según esta creencia, dominaban las dos sociedades, y a través de sus acciones tenían como objetivo dominar el mundo.
Pero, ¿qué otras sociedades secretas influyeron en la conjura de los Illuminati? LosIlluminati, ¿participando activamente en la independencia de las colonias británicas y en la Revolución Francesa?
La singularidad esencial de una sociedad secreta ha sido permanecer invisible a los ojos del mundo. Por lo tanto, la prudencia y discreción eran un componente básico para su existencia.
Sin embargo, en los siglos XIX y XX, antiguos y nuevos grupos secretos de poder han comenzado a actuar a la luz del día. Resulta un poco sorprendente que todavía reciban el nombre de secretas, cuando se habla de ellas no ya para declarar que existen, sino también para debatir públicamente sus intenciones y actividades. Los illuminati, los rosacruces y los masones son tal vez algunas de las más populares de esas sociedades.
Los «Luciferinos» constituyeron un grupo fundado por Gualterio Lollard en el siglo XIV. Defendían que Lucifer y sus ángeles representaban el conocimiento y la sabiduría. Mantenían que la visión que daba de ellos la Iglesia era injusta y, por extensión, también lo era la expulsión de Lucifer y sus ángeles del Cielo, tal como la presentaban los textos sagrados.
Esta sociedad, que se manifestaba totalmente contraria a los postulados de Roma, se extendió en Países Bajos, Alemania, Austria, Francia e Inglaterra. Frente a la Iglesia establecida hay dos corrientes diabólicas. Una es la teórica, intelectual y reflexiva, marcada por el luciferismo; y otra la práctica, mundana, terrenal, dictatorial y jerárquica, en manos del satanismo.
El satanismo postula atacar a la Iglesia, invertir sus símbolos y profanar sus templos. Persigue, simple y llanamente, mantener una línea de actuación totalmente contraria a la que viene marcada desde Roma.
Sin embargo, el satanismo no tendría sentido si no existiera la Iglesia, y ésta no tendría enemigo alguno, al menos desde el punto de vista conceptual, si no pudiera recurrir al Mal y más concretamente a Satanás, como contrafigura de su prédica. Iglesia y Satanismo, es decir, las supuestas representaciones del Bien y del Mal, no tendrían demasiada razón de ser si uno de los dos estamentos dejara de existir.
En cambio el luciferismo buscaba la claridad y el entendimiento. Partió de la base de que Lucifer se enfrentó a Dios por su negativa a entregarle la sabiduría, así como el libre discernimiento y albedrío.
Defendía que el ser humano es en sí mismo una representación de Lucifer, ya que posee los sentidos, las emociones, la sensibilidad, la psiquis y los sueños. Como aquél, busca entender para qué ha venido al mundo, intenta comprender quién es Dios y requiere de una libertad que no esté subyugada a los designios marcados por entidades que no siempre comprende.
No es extraño que, con postulados como los anteriores, Dan Brown plasme a través de su relato la idea de que los Illuminati tienen una vinculación luciferista, dado que buscan el conocimiento, defendiendo la supremacía de la ciencia por encima del dogma. Ahora bien, salvo contados casos, el luciferismo no recurre, como sí lo hace el satanismo, a la violencia y a la trasgresión de las leyes gubernamentales y civiles.
La sociedad secreta de los Carbonarios, surgida en el sur de Italia durante la ocupación napoleónica, tenía como símbolo el carbón, al que veían como «capaz de purificar el aire y alejar de las estancias las bestias feroces».
El movimiento Carbonario surgió en Ñapóles a comienzos del siglo XIX, llegando también a operar en Francia, Portugal y España.
Su ideología básica era luchar contra las autoridades civiles y religiosas. Su creencia se basaba en alcanzar la libertad de acción más allá de lo que pudieran dictaminar los poderes establecidos.
Se reunían en secreto en pequeñas chozas que recibían el nombre de «repúblicas». Sus miembros, pertenecientes a la clase alta y media alta, se organizaban en una jerarquía de logias que mantenían una estructuración paralela formada, por un lado, por la población civil, y por otro, por las fuerzas armadas.
Aunque era una sociedad secreta que poseía raíces esotéricas, algunos de sus miembros tenían relación con la Masonería y los Illuminati, por lo que prácticamente el grupo Carbonario era una sociedad conspirativa de carácter político.
Entre sus miembros más destacados se contaron Giuseppe Garibaldi, el gran luchador por la independencia y la unidad italiana; y Giuseppe Mazzini, mentor del anterior y fundador de la logia revolucionaria de «La Joven Italia», vinculada a otras sociedades libertarias conjuradas en la formación de «La Joven Europa».
Dichas cons-piraciones quedarían plasmadas en una serie de cartas que mantuvo Mazzini con Albert Pike, el líder del Ku Klux Klan, tal como antes hemos indicado.
Según su leyenda fundacional, tras la invasión árabe a España, San Apolinario, un devoto ermitaño, experimenta una visión de la Virgen de Córdoba. La aparición le advierte que la invasión de los musulmanes se debe a un castigo divino, por la dejadez y la falta de atención para con las obligaciones litúrgicas.
La Virgen conmina a San Apolinario a que reúna en su nombre a personas de bien, que deberán dejarse guiar por la Biblia y tendrán la misión de atacar a los invasores árabes, a sus posesiones y sus familias.
Aunque la historia oficial sitúa al movimiento secreto de la Garduña en el siglo XIX, lo cierto es que existen crónicas que nos hablan de sus antecesores, actuando ya entre los siglos XVI y XVII como secretos colaboradores de la Inquisición, participando en las ejecuciones de árabes y judíos, y apropiándose de sus bienes.
Los garduños usaban la Biblia como libro oráculo. Antes de planificar un ataque o tomar una decisión, abrían el libro sagrado al azar y buscaban en él una frase o pasaje inspirador, y después pasaban a la acción.
En tiempos más modernos los garduños se erigen como un grupo político que persigue la resistencia contra la dominación napoleónica. Tras la retirada de los franceses, se convierten en una sociedad de corte liberal formada por miembros acaudalados e influyentes.
Su poder e ingerencia eran notables. Tanto es así que en el año 1821 el gobierno del rey español Fernando VII detiene al Gran Maestre Francisco de Cortina, pretendiendo así descabezar a la Orden.
El 25 de noviembre de 1822, Cortina es ejecutado en Sevilla, y junto a él, 16 mandatarios de la Santa Garduña.
Este hecho provoca que los supervivientes de la persecución pasen a la clandestinidad y muchos de ellos huyen a América del Sur, donde reestablecen su Orden y colaboran en las revoluciones independentistas.
Está comprobada la influencia de la Masonería en la emancipación de buena parte de las colonias españolas.
Partiendo de la base de que el masón Francisco de Miranda intentó una revuelta en Venezuela, que también eran masones los libertadores Simón Bolívar y José de San Martín, y que los masones Hidalgo y Castillo inician en 1810 el proceso de la independencia de México, cabe suponer que los miembros de la Santa Garduña estuvieron en estrecha colaboración con ellos, realizando cuantas acciones fueran oportunas para lograr sus fines.
Era una orden fundada en el 1815 por un profesor berlinés, con el objeto de luchar contra la invasión napoleónica.
De ser cierta esta historia que nos ha llegado, cabe preguntarse si es posible que hubiera masones entre sus filas, cuando el propio Napoleón estaba adherido a la logia masónica de Hermes.
Los Comuneros eran otra sociedad secreta que nació en 1821 en el seno de la Masonería, y que toma su nombre de los Comuneros castellanos que se alzaron contra el Emperador Carlos I en el siglo XVI.
Los nuevos Comuneros afirmaban que el objeto esencial de su existencia era conservar, por todos los medios que tuvieran a su alcance, la libertad del género humano, y concretamente los derechos del pueblo español contra los abusos del poder, así como auxiliar a quienes por esa causa padecieran desgracias.
Los Conciencíanos se declaraban enemigos de la Iglesia. Aunque en teoría era una asociación de pensadores progresistas, todo parece indicar que en su interior se albergaba un grupo secreto de notable influencia librepensadora, que muchos han visto como satanistas en tanto negaban la existencia de Dios.
En realidad se trató de un grupo protestante de influencia local, que en 1764 redactó en París unos estatutos bastante explícitos respecto de sus creencias. Declaraban la no existencia de Dios, ni tampoco la del Demonio. Los Concienciarios creían que era preciso despreciar a los miembros de la Iglesia, a los que consideraban manipuladores.
Defendían que la ciencia y la razón debían reemplazar a los sacerdotes y magistrados. Su filosofía de acción era vivir honestamente, unido a una conciencia global del todo, dejando de lado lo que marcaban los libros sagrados, en especial la Biblia que, según ellos, estaba llena de «fábulas y contradicciones».
Planteaban no dañar a nada ni a nadie, salvo que fuera preciso «dar a cada uno lo suyo y lo que en justicia le corresponda».
A través de los grupos que fueron creando y de su poder económico, lograron escalar posiciones en la política rusa.
El nombre proviene de la fecha de su primer levantamiento, el 21 de diciembre de 1825, para impedir el ascenso al trono del zar Nicolás II.
Esta asonada fue duramente reprimida y la sociedad Decembrista se hizo todavía más oculta, sin embargo su actividad desde la sombra siguió latente. Fundaron varias sociedades secretas que dependían de la Orden, como por ejemplo «Sociedad del Norte», «Sociedad de los Eslavos Unidos» y «Sociedad del Sur».
Se cree que más tarde se disgregaron en pequeños grupos conspirativos. Los Hijos Blancos de Irlanda surge de un grupo local de conspiradores irlandeses cuyos primeros testimonios datan de 1761.
Era una sociedad secreta que se había inspirado en la Masonería, tanto para su organización como para intentar alcanzar determinadas esferas de poder político. Tuvo dos ramas: una más contemplativa y especulativa, que hizo incursiones en el esoterismo y el espiri-tualismo iniciático; y otra mucho más dura, ansiosa de pasar a la acción en contra del poder establecido, para lo cual no dudaron en incendiar casas, derribar cercas y atacar a los grandes terratenientes.
Por otra parte, desafiaban las normas religiosas impuestas, de-fendiendo la libertad del hombre por encima de los mandatos de la Divinidad.
Se ha culpado a las sociedades secretas de estar detrás de acontecimientos como la Independencia de Estados Unidos, de la Revolución Francesa, así como de los levantamientos que propiciaron la independencia de los países sudamericanos, de la Revolución Soviética, de las guerras mundiales, de la caída del Muro de Berlín y la Perestroika de Gorbachov, por no hablar de conflictos más recientes, como las crisis del Golfo Pérsico que han provocado las dos guerras de Iraq.
Antes de afirmar que todos estos acontecimientos respondieron a tramas de las sociedades secretas y de sus intereses, deberíamos dejar un margen a la duda. Pero lo cierto es que los datos con que se cuenta hacen que sea poca la duda .
El motivo proclamado para justificar la Revolución fue que los gobernantes, entendiendo como tales a la nobleza, el clero y la burguesía, eran incapaces de solucionar los problemas que Francia tenía desde.hacía tiempo.
El país era cada vez más pobre, al tiempo que se dotaba de más ideología y capacidad cultural. Estos factores provocaron que aquéllos que no estaban en el poder mirasen a quienes sí lo tenían como injustos merecedores de todo tipo de agravios.
No deja de ser significativo que el eslogan «Libertad, igualdad y fraternidad» que ostentaba la Masonería de la Logia de Francia, bastante anterior a la Revolución, fuera el lema ideológico de sus instigadores. Todo parece indicar que a los intelectuales, financieros y políticos que habían sido iniciados en las sociedades secretas, les resultaba muy interesante poner en marcha un complot capaz de cambiar las estructuras sociales y políticas que dominaban hasta entonces.
El rito escocés de la Masonería fue introducido en Francia a mediados del siglo XVIII por militares y aristócratas que se ocuparon de que la logia, en cuyas filas se encontraban los Illuminati, estuviera perfectamente infiltrada en la sociedad.
Pese a que Luis XVI había amenazado con encarcelar en La Bastilla a quien perteneciera a cualquier tipo de sociedades secretas, que cada vez le resultaban más peligrosas, éstas seguían creciendo, incluso a través de otras oedenes seguidoras de filosofías templarías y rosacruces. El ideario masón resultaba muy atractivo para un pueblo subyugado y empobrecido.
Se estima que en vísperas de la Revolución había alrededor de 60.000 masones en Francia. Una cantidad reducida pero trascendental, si tenemos en cuenta que ocupaban las capas altas de la burguesía y estaban prácticamente a la cabeza de los círculos donde se generaban nuevas ideas y opiniones.
Otro dato importante es la gran cantidad de movimientos estratégicos que se realizan entre las logias masónicas, que radicalizan sus posiciones políticas al tiempo que generan planes para debilitar la monarquía y el gobierno. En ese momento se crean sociedades como «Los Amigos de la Verdad», destinadas a realizar un plan de reforma social que inspira la Revolución Francesa.
Otra sociedad es la denominada «De las Nueve Hermanas», que busca la creación de un sistema alternativo al de la educación clerical. En estas organizaciones participarán activamente personajes que impulsarán la independencia de EE. UU., como el presidente Benjamín Franklin, filósofos encabezados por Voltaire, y esoteristas como el conde de Cagliostro o el médico Franz Mesmer, autor de la teoría de la sugestión magnética. Cuando tras el alzamiento revolucionario de 1789 se constituye la Asamblea Nacional, el 80 % de los asambleístas son masones.
El resultado de la Revolución implicó que la Asamblea proclamase la libertad religiosa, anulase los derechos de la monarquía, optase por la declaración de los derechos del hombre, y se generase una guardia especial constituida por milicias populares, en las cuales se habían infiltrado miembros de las principales sociedades secretas, con la misión de velar por la seguridad y mantener los preceptos de los gobernantes en la sombra.
Los resultados de la Revolución Francesa no cuadraron al cien por cien con lo pretendido por las principales sociedades secretas que estaban detrás desde el comienzo. Aunque la primera transformación del Estado francés fue convertirse en Monarquía Constitucional, las revueltas resultaban imparables y el pueblo parecía estar tomando el mando, lejos de las instrucciones de los gobiernos en la sombra.
Se proclamó la primera República y se encarceló a Luis XVI y a su familia. En 1793 el rey es condenado a muerte y decapitado, como otros cientos de condenados, mediante el invento del médico masón Joseph Ignace Guillotin, bautizado como «la guillotina».
Ante aquella situación no prevista, los poderes en la sombra necesitaban buscar entre sus acólitos a alguien que tomara el mando. Y se escogió al brillante general Napoleón, héroe popular y miembro fiel de la Masonería.
A partir de ese momento comenzó su meteórica carrera. Ascendió a general con veinticuatro años, y dos años más tarde salvó al gobierno revolucionario de una insurrección en París.
En 1796, fue nombrado comandante del ejército francés en Italia, donde luchó contra Austria y sus aliados y conquistó para su país la República Cisalpina, la República Ligur y la República Transalpina, según él mismo las bautizó.
Poco después comandó una expedición a Egipto, que en aquel entonces estaba dominado por los turcos.
Conquistó el país del Nilo, reformó la administración y la legislación egipcias, abolió la servidumbre y el feudalismo y dejó en la tierra de los faraones a un buen grupo de eruditos franceses, con la misión de estudiar la milenaria historia de Egipto, así como realizar excavaciones arqueológicas.
Cuando regresó a Francia, Napoleón se unió a una conspiración contra el gobierno jacobino y participó en el golpe de Estado en noviembre de 1799. Se establece un nuevo régimen en el que Napoleón dispondrá de poderes prácticamente absolutos. Crea una Constitución en 1802 y se proclama emperador dos años después, cuando ya casi toda Europa había caído a sus pies.
Para los investigadores de lo conspirativo, la Europa napoleónica y el imperio que consiguió construir fue posible gracias a la sabia intervención de varios seguidores de los Illuminati. Recordemos que lo que había perseguido siempre esta ancestral sociedad secreta era un gobierno mundial, y aquello parecía ser un buen comienzo, ya que el propósito de Napoleón Bonaparte no era otro que crear una federación europea de pueblos libres.
Pero no sólo los masones e illuminati estaban interesados en Napoleón. A espaldas del emperador, otra sociedad secreta menos conocida, y aún más extraña, gestaba una trama oculta. Se trataba de sentar en el trono francés a la dinastía merovingia de los primeros reyes de Francia, e impulsar que su dominio englobara a toda Europa.
Los templarios, según parece, tenían la misión de preservar la descendencia de la sangre real que portaba el hijo de Jesús y María Magdalena, cuya descendencia se había extendido generación tras generación hasta fundar la dinastía de los reyes merovingios.
La idea resultaba un tanto inverosímil. Meroveo, el legendario jefe bárbaro, cuyo nombre tomó la dinastía franca asentada en la Galia, era un pagano de origen germánico, que poco o nada pudo tener que ver con los presuntos hijos de Jesús.
El emperador Napoleón no sabía cuan cerca de sí tenía la sangre real merovingia. Según la leyenda, los miembros del Priorato de Sión se ocuparon de producir un encuentro fortuito entre Napoleón y Josefina, que videntes, magos y conspiradores se encargarían de avivar para que fructificase y conseguir que ambos se casaran. Marie-Joséphe Rose Tascher de la Pagerie, más conocida como Josefina, era la viuda del vizconde de Beauharnais, que había sido guillotinado durante la Revolución. Fruto de ese matrimonio habían nacido dos hijos, Eugenio y Hortensia, que pertenecían a la dinastía merovingia por herencia de la familia de su ajusticiado padre.
Con la boda y la posterior adopción por parte de Napoleón de los hijos de su esposa, la dinastía merovingia volvía a estar en el trono de Francia. Es más, la niña, Hortensia de Beauharnais, llegaría a ser la esposa de Luis I Bonaparte, hermano de Napoleón, al tiempo que madre del creador del segundo Imperio Francés, Napoleón III.
Seguir diciendo que Colón descubrió América ha pasado a ser una ingenuidad. Los habitantes de aquellas tierras hacía tiempo que esperaban la vuelta de los Viracochas, que personificaban a los dioses blancos que los habían visitado en el pasado.
Una de las historias al respecto afirma que la primera llegada de europeos al Nuevo Continente acontece en el año 877. Se trataba de unos monjes irlandeses pertenecientes a una orden secreta conocida como «Culdea», cuyos datos se han perdido en la historia.
A éstos les siguen los navegantes vikingos, quienes, según la leyenda, en primer lugar se asentaron en Canadá y posterirmente se desplazaron hacia México, para expandirse por algunas zonas de Centroamérica.
Los vikingos habrían trazado mapas primigenios del Nuevo Continente, que se supone consultó Colón antes de realizar sus viajes. Sostienen algunas crónicas que estos mapas acabarían en manos de la orden militar del Temple.
Y también con anterioridad a ese acontecimiento, se habrían refugiado en América aquéllos a los que el Priorato de Sión había encomendado la misión de velar por la Sangre Real.
El conde de Sant Clair, que mantenía excelentes relaciones con los templarios, ordenó en 1446 edificar una capilla que se levantó en Escocia a diez kilómetros de Edimburgo.
La capilla, además de numerosa simbología esotérica, tiene relieves esculpidos en sus muros en los que se observan mazorcas de maíz y plantas americanas que en aquella fecha no se conocían en Europa.
Recordemos que el descubrimiento «oficial» de América aconteció el 12 de octubre de 1492, es decir, 42 años después de la fundación e inauguración de la citada capilla.
Los primeros colonos que arribaron al continente americano, después del Descubrimiento, tenían más de un motivo para embarcarse en aquella aventura transatlántica. Uno de las razones que más pesaba era seguramente la persecución a la que estaban sometidos en el continente europeo.
En España, Francia, Portugal, Inglaterra, Italia, y otros reinos europeos, había muchísimas personas perseguidas por el poder establecido. Gran parte de ellas vieron en los viajes al Nuevo Continente una forma de reiniciar su vida. Se trataba de condenados por sus creencias religiosas, políticas o filosóficas, pero también por haber cometido delitos comunes en sus países de origen.
A muchos de ellos se íes conmutaba la pena a cambio de que se establecieran en las colonias de América. Y muchos, tanto los que marcharon voluntaria como involuntariamente, se encargaron de «preparar el terreno» para crear el destino oculto urdido por las conspiraciones de las sociedades secretas.
Una de ellas fue la «Orden de la Búsqueda», que supuestamente se habría establecido en América en 1625;, y a la más tarde pertenecería Benjamín Franklin. Otra fue la Orden del Yelmo, con vinculaciones templarías. Poco después llegarían los illuminati y los masones, por no hablar de los rosacruces.
En ella, se habría enrolado un personaje ya mencionado antes. Se trataba del filósofo inglés Francis Bacon, que tuvo vinculaciones con el ocultismo, el esoterismo, la filosofía hermética y el movimiento Rosacruz.
Muchos ocultistas consideran que Bacon fue una de las muchas encarnaciones con que se manifestó el conde de Saint-Germain, que era supuestamente inmortal. La leyenda del conde de Saint-Germain se forja en el apropiado escenario de los Cárpatos, donde nació su protagonista el 26 de mayo de 1696.
Al parecer pudo ser hijo del último soberano de Transilvania, y no ha faltado quien vea en él al auténtico conde Drácula. Saint-Germain estudió cabala y alquimia, materias en las que sobresalió. Se decía que a través de dichas disciplinas había logrado obtener grandes poderes mágicos.
En 1758 Madame Pompadour se interesa por sus hazañas y, tras conocerlo, queda «subyugada por su fuerza y poder, capaz de mostrar maravillas imposibles para un simple mortal».
El aprecio que siente la gran favorita por Saint-Germain hace que lo lleve ante Luis XV, quien lo introducirá en la corte. Lo que más maravilló a los cortesanos, al margen de que el conde aparentaba unos treinta años en lugar de los sesenta y dos que tenía, fue su comportamiento en la corte.
No comía, no bebía y jamás se le veía dormir ni mostraba cansancio. Además, dado el esplendor con que se vestía y los bienes de que parecía disfrutar, de los que nadie conocía el origen, pronto corrió el rumor de que poseía increíbles secretos alquímicos que le daban el poder de mutar el plomo en oro. Pero ese dato no es más que una pincelada en su misterio.
En este tiempo, justo antes de la independencia y posterior fundación de Estados Unidos, existe una verdadera pugna por el poder entre la Iglesia Católica y las sociedades secretas de la época, y en especial los Illuminati.
El motivo es que el clero estaba haciendo todo lo posible por expandir el catolicismo en el Nuevo Mundo, intento que las distintas sociedades veían como una amenaza para sus impulsos libertarios e iniciáticos.
Durante este periodo, la Masonería se implanta en las trece provincias británicas del continente, lo que al paso de los años dará como resultado una gran proliferación de nuevas órdenes, con sus intereses políticos, sociales y económicos.
Esto genera que el 4 de julio de 1776 se efectúe la Declaración de Independencia de las 13 colonias británicas de América del Norte. De los 56 firmantes de dicha declaración, 53 son masones.
Tras la Independencia, es preciso instaurar nuevos símbolos capaces de aglutinar los diversos componentes de la nueva nación. Uno de los más populares, que ha ido sufriendo cambios, es el dólar, en que algunos aspectos de su simbología resultan intrigantes.
El Gobierno Federal aprobó la ley monetaria de 1792 que en principio establecía dos patrones de valor, un dólar de plata y otro de oro, que sólo circuló entre 1849 y 1889. Al tiempo, se adopta el sistema métrico decimal, que consideraban mucho más fácil que el sistema británico. Pero esto no es lo más curioso.
Lo sorprendente es que para el diseño de los símbolos que aparecieron en el dólar, y que todavía se mantienen hoy, se contó con el asesoramiento tanto de masones como de los illuminati.
El fénix fue la criatura alada que se estampó en los primeros dólares, en tanto que simbolizaba el renacer de las cenizas al tiempo que se trata de un símbolo hermético. En 1841 el Fénix, que había simbolizado el pájaro nacional de Estados Unidos, fue sustituido por el águila, un símbolo solar egipcio.
Cuenta la tradición que originalmente el ave fénix poseía en su cola plumas de color rojo y azul, colores que, como sabemos, aparecen en la bandera de Estados Unidos, que presentaba también las 13 estrellas que correspondían a los 13 estados de entonces. Esas estrellas, con sus 5 puntas, son un símbolo masón.
El águila de los dólares tiene 9 plumas en su cola, número que se corresponde con los grados del rito masónico de York, dominante en aquella época en el territorio americano. Sus alas muestran respectivamente 32 y 33 plumas, aludiendo así a los grados del rito escocés.
Con la pata derecha, el águila sostiene una rama de olivo, símbolo de la espiritualidad, la reflexión y el pensamiento. Con la pata izquierda, sujeta 13 flechas que aluden a la acción y la transmutación.
El símbolo que surge de combinar ambas patas es una alegoría entre las dos fuerzas que siempre están en conflicto, pero que dependen la una de la otra. Así representarían, entre otras cosas, la luz y la oscuridad; la guerra y la paz; la apertura y la cerrazón; el sentido público y el sentido privado o secreto.
El águila sostiene en su pico un pergamino en el que está escrita en latín la leyenda E Pluribus Unum, en clara alusión a la necesidad de integrar y agrupar a las gentes de las antiguas colonias que ahora eran una sola nación.
También puede leerse como lema de la doctrina Illuminati de hacer de todas las naciones una sola.
En lo alto de la pirámide vemos un triángulo con un ojo, el símbolo illuminati que también aparecerá en los blasones masones a partir del momento en que aquéllos pasan a formar parte de sus filas.
El ojo resplandeciente del triángulo situado encima de la pirámide era para los Illuminati una alegoría de la capacidad de estar a la vez en todas partes, viendo con claridad y sin la posibilidad de cometer errores al observar el entorno, al igual que Dios.
En la parte superior del ojo, a izquierda y derecha, leemos Annuit Coeptis, que puede traducirse como «Él favorece nuestro comienzo».
En definitiva, se trata de una leyenda que pretende indicar claramente que los objetivos se han cumplido. Ellos, los Illuminati, están en la cúspide. Rodeando la base de la pirámide aparece la leyenda Novus Ordo Seculorum, que se traduce como «Nuevo Orden Secular», y que en la actualidad se traduce como «Nuevo Orden Mundial».
En el centro del billete, por encima de la palabra «One», podemos leer «In Got we trust» que quiere decir «en Dios confiamos».
Esto puede parecer un contrasentido, dado el carácter no religioso de las órdenes imperantes, pero indicar que la divinidad no es patrimonio de una religión en concreto. La pirámide truncada está formada por 72 piedras. Algunos han visto en ellas los 72 escalones de la Escalera de Jacob.
Ello implicaría que estuviese relacionada con el judaismo y la tradición cabalística. Por otra parte, la pirámide está inacabada, lo que podríamos interpretar como que la construcción del país está en marcha y no tiene límites.
Otro de los aspectos de la pirámide es que, al estar truncada, carece de esta gran piedra en la cúspide que se supone tendría la misión de proyectar las energías, al tiempo que atrae el poder de las fuerzas cósmicas. Como vemos, el poder de las sociedades secretas llegó al continente americano.
Precisamente, la tierra del «nuevo orden mundial», tan en boga en los últimos tiempos, nació con la creación del dólar.
Hay quienes dicen que estamos viviendo en los albores de la Tercera Guerra Mundial. Para responder a esta pregunta tenemos que irnos a finales del siglo XIX, a fin de darnos cuenta de que lo peor todavía está por llegar.
Esta tercera gran contienda, que involucraría a todo el mundo, fue programada, a través de una carta, el 15 de agosto de 1871, por dos miembros de la sociedad secreta de los Illuminati, que hoy se guarda en el Museo Británico de Londres.
El segundo, que también era illuminati, estuvo vinculado con el movimiento revolucionario del Rissorgimento italiano y con la sociedad secreta de los Carbonarios. Albert Pike (1809-1891), fue general del ejército confederado durante la Guerra Civil norteamericana. Dentro de su pertenencia a la Masonería, en concreto a la del rito escocés, alcanzó el cargo de Soberano Gran Inspector General en Estados Unidos, desde el año 1859 hasta su fallecimiento.
La vinculación de Pike con las sociedades secretas y el esoterismo no acaba aquí, ya que es también autor del libro de filosofía masónica Morales y Dogmas de la Masonería. Además, se cree que tuvo vinculaciones con otra sociedad conocida como Los Comuneros, a la que pertenecía Giuseppe Mazzini. Mazzini (1805-1872), era un político que, una vez terminada la carrera de derecho, se consagró a la lucha nacionalista que perseguía la unidad de Italia y la eliminación de cualquier dominación extranjera.
Encabezó movimientos políticos republicanos contra el absolutismo monárquico de la Restauración.
En 1828, Mazzini ingresó en la sociedad secreta de Los Carbonarios, participando con ellos en la frustrada insurrección de 1821, que le llevó a pasar varios años en la cárcel.
En 1831 fundó «La Joven Italia», un movimiento político revolucionario que fue reprimido por la policía piamontesa al año siguiente. Mazzini, que contaba sólo 27 años, fue condenado a muerte, por lo que huyó de Italia en dirección a Marsella y posteriormente a Londres.
En 1834 funda con otros jóvenes nacionalistas exiliados la sociedad secreta denominada «La Joven Europa», que pretendía crear un gran movimiento revolucionario que fuera capaz de unir a toda Europa bajo una confederación republicana.
La singularidad de la carta radica en que Albert Pike efectúa referencias sobre el correcto desarrollo para alcanzar los objetivos de los Illuminati.
Se trata de la generación de tres guerras mundiales, capaces de propiciar un nuevo orden mundial que dará como resultado el fin de la concepción del mundo basada en el pluralismo y la democracia.
Primero se preparaba la Primera Guerra Mundial
Cabe destacar que entre ellas, Reino Unido, Francia, Italia, EE. UU. y Rusia, conocidas como «Potencias Asociadas», lucharon contra una coalición de los denominados imperios centrales que integraban, entre otros, Alemania, Austro-Hungría, el Imperio Otomano y Bulgaria.
La guerra finalizó en 1918. Al margen de la gran cantidad de muertos que implicó la contienda, supuso una «reordenación territorial». Veamos cuáles eran los objetivos de losIlluminati respecto de esta contienda. En un pasaje de la carta, escrita en 1871, cuarenta y tres años antes de la primera gran contienda mundial, podemos leer: “La Primera Guerra Mundial se deberá generar para permitir a los Iluminados derrocar el poder de los zares en Rusia y transformar este país en la fortaleza del comunismo ateo.
Las divergencias provocadas por los agentes de los Iluminados entre los imperios británico y alemán, y también la lucha entre el pangermanismo y el paneslavismo, se debe aprovechar para fomentar esta guerra. Una vez concluida, se deberá edificar el comunismo y utilizarlo para destruir otros gobiernos y debilitar las religiones“.
El texto era increiblemente profético. En marzo de 1917 la Revolución Rusa supone la abdicación del zar Nicolás II. El comunismo estaba ya despertando. Al margen de ese hecho, la guerra sirvió para disgregar en buena parte el pangermanismo, la doctrina que defendía la unión y supremacía de los pueblos de origen germánico.
El fin de la Primera Guerra Mundial supuso que Alemania cediera parte de su territorio a Bélgica, Checoslovaquia, Dinamarca, Francia y Polonia. En cuanto al paneslavismo, que era una tendencia política que aspiraba a la confederación de todos los pueblos de origen eslavo, también fue afectado. Los eslavos son el grupo étnico más numeroso de Europa.
En la actualidad están distribuidos en los Balcanes, Montes Urales, Biclorrusia, Rusia, Ucrania, Polonia, República Checa, Eslova-quia, Serbia, Croacia y Bulgaria. Sólo hace falta recordar la mencionada reordenación geográfica que padeció Europa tras la Primera Guerra Mundial, para darnos cuenta de que la prevista disgregación de los poderes eslavos fue todo un éxito.
Lo que en principio era una guerra europea, incorporó también a Estados Unidos y la entonces Unión Soviética, y acabó por llegar a Asia y África.
El conflicto no concluiría hasta 1945, dando como resultado que desde aquel momento se creó un primer «nuevo orden mundial», dominado por el bloque de la antigua URSS por un lado, y Estados Unidos por el otro. Ambas potencias, apoyadas por sus países satélites y aliados, pronto entraron en una prolongada «guerra fría». Volviendo a las cartas «proféticas» de Pike, éste describía la necesidad y objetivos del conflicto sesenta y ocho años antes de que aconteciera:
“La Segunda Guerra Mundial deberá fomentarse aprovechando las discrepancias entre los fascistas y sionistas políticos. La lucha deberá iniciarse para destruir el nazismo e incrementar el sionismo político, con tal de permitir el establecimiento del Estado soberano de Israel en Palestina.
Durante la Segunda Guerra Mundial se deberá edificar una Internacional Comunista lo suficientemente robusta como para equipararse a todo el conjunto cristiano. En este punto se la deberá contener y mantener, para el día en que se la necesite para el cataclismo social final“.
La Segunda Guerra Mundial supuso el fin del nazismo y, por supuesto, la creación del Estado de Israel que fue declarado Estado independiente el 14 de mayo de 1948. A finales del siglo XIX el número de judíos en Palestina era casi testimonial, ya que se calcula que en 1845 había 12.000, mientras que en 1914 su número creció hasta los 85.000.
Tras la Primera Guerra Mundial, el «mandato de Palestina» aprobado por la ONU, que en aquel momento recibía el nombre de Sociedad de Naciones, encargó al Reino Unido la gestión política de Palestina y la preparación de lo que sería el futuro Estado de Israel.
Los británicos dominaron la zona hasta 1948 y la comunidad judía se multiplicó por diez, especialmente a partir de 1930, a raíz de la persecución a la que fueron sometidos por la Alemania nazi. En 1947 la situación del Reino Unido, tras la guerra, era tan precaria, que fue necesario renunciar a ciertos privilegios sobre las tierras de Palestina.
Y, en sesión especial, obtuvieron la respuesta. Así, el 29 de noviembre de 1947, la Organización de Naciones Unidas adoptó un plan de partición que preveía dividir Palestina en un Estado árabe y otro judío, con Jerusalén como zona internacional bajo jurisdicción de la ONU.
Otro de los objetivos marcados en la carta de Pike era edificar un poderoso escenario comunista. La Primera Guerra Mundial supone la caída de los zares, y a partir de la Segunda Guerra Mundial se observa la expansión de la antigua URSS. Stalin, junto a Roosevelt y Churchill, jefes de gobierno de Estados Unidos y Gran Bretaña, se reúnen en Teherán en 1943 para generar la estrategia militar y política de lo que será Europa tras la guerra.
Posteriormente habrá otras conferencias como las de Yalta y la de Postdam.
Tras estas reuniones, las potencias vencedoras de la contienda establecieron una serie de zonas de ocupación en Europa.
La parcela oriental le correspondió a la URSS. De esta forma, la zona oriental de Alemania que, hasta la caída del Muro recibía el nombre de Alemania del Este, pasó a estar bajo la influencia del comunismo soviético. Además, quedarían también bajo la influencia soviética otros países como Yugoslavia, Checoslovaquia, Rumania y Bulgaria, así como parte de Polonia y zonas de Prusia oriental. La Internacional Comunista «suficientemente robusta» que pretendían los Illuminatisería un hecho.
Pero la última gran contienda del proyecto Illuminati todavía no ha comenzado. No hay una fecha clara que determine cuándo estamos inmersos en un conflicto bélico a escala planetaria, pero el 11 de septiembre de 1990, curiosamente 11 años exactos antes de los atentados de las Torres Gemelas, George Bush padre habló de la necesidad de crear un nuevo orden mundial.
Estas declaraciones se produjeron poco antes de la denominada Primera Guerra del Golfo.
Otra fecha plausible para encauzar la Tercera Guerra Mundial en el calendario es la del 11 de septiembre del 2001, al producirse el atentado contra las Torres Gemelas de Nueva York.
De hecho, muchos titulares de prensa esgrimían el concepto Tercera Guerra Mundial a la hora de explicar lo que estaba pasando. No sabemos si la invasión de Afganistán, la de Irak, los atentados de las Torres o el conflicto de Israel y Palestina forman parte de esta Tercera Guerra Mundial.
Lo cierto es que el caldo de cultivo se corresponde bastante con lo que escribió Pike en 1871: “La Tercera Guerra Mundial se deberá fomentar aprovechando las diferencias promovidas por los agentes de los Iluminados entre el sionismo político y los dirigentes del mundo musulmán.
La guerra debe orientarse de forma tal que el Islam y el sionismo político se destruyan mutuamente, mientras que otras naciones se vean obligadas a entrar en la lucha, hasta el punto de agotarse física, mental, espiritual-y económicamente“.
Respecto a los textos que se refieren al tercer conflicto global, merece la pena observar que, tras el atentado del 11-S en Nueva York, y el del 11-M en Madrid, Bin Laden y Al Qaeda parecen representar la parte musulmana de la destrucción a la que alude Pike.
El conflicto palestino-israelí sigue sin encontrar solución, y no se vislumbran mejoras en un futuro inmediato.
Hay otro aspecto a resaltar. Pike pretende que «otras naciones se vean obligadas a entrar en la lucha, hasta el punto de agotarse, física, mental, espiritual y económicamente».
Un año después de la Guerra del Golfo, las voces en contra de aquella operación, no solamente se alzan en Estados Unidos, sino que también lo hacen en los países aliados tradicionales. En paralelo, el terrorismo islamista tiene más fuerza y mayor arraigo.
Resulta sobrecogedor pensar que todo ello pudo ser urdido a finales del siglo XIX, por unos conspiradores que buscarían el caos mundial.
Una catástrofe que se deja entrever en la obra Angeles y demonios.
Los illuminati desaparecen oficialmente de la historia en el siglo XVIII, tras la presunta disolución de la Orden. Sin embargo, conforme avanza el tiempo y como por arte de magia, aparecen vinculados a sociedades secretas que participan en todo tipo de tramas. ¿Quiénes fueron sus herederos?
Los Illuminati generarán numerosas ramificaciones. Algunas de ellas participarán directamente en el nacimiento de la Liga Comunista y acabarán vinculándose con la Primera Internacional.
Otros, que supuestamente preferían el lado esotérico de la vida, como Rudolf von Sebottendorff, se decantarán por seguir actividades espirituales, llegando a fundar distintas sociedades secretas de carácter esotérico.
Una de ellas, creada en la década de los años veinte, fue la sociedad secreta Thule. En los albores de ésta sociedad, su secretario de actas fue un personaje que tiempo más tarde haría temblar al mundo. Se trataba de Adolf Hitler.
En 1918, cuando tras la derrota en la Primera Guerra Mundial, la deprimida sociedad alemana estaba notablemente influenciada por el ocultismo, nació el grupo Thule.
Así, bajo el alias de Rosenkrautz, el mismo nombre que tuvo el fundador oficial de los rosacruces, actuó como coordinador de una organización secreta turca denominada Luna Roja.
Estudió astrología, simbología, cabala y ocultismo y se cree que fue el responsable de buena parte de la filosofía esotérica que se introdujo en el nazismo.
La nueva sociedad secreta, cuyo nombre pretendía exaltar el legendario reino de Thule, que para muchos era la Atlántida, era una organización de carácter antisemita a la que pertenecieron, entre otros, Adolf Hitler y su lugarteniente Rudolf Hess.
Merece la pena destacar que el escudo de dicha sociedad es una esvástica situada tras una reluciente espada vertical que representa la fuerza de la transmutación y el cambio de los roles establecidos.
Al año de su fundación, uno de los miembros de Thule, Karl Haushofer, crea una orden secreta paralela con el nombre de «Hermanos de la Luz», cuyo objetivo era perpetuar el conocimiento mágico y esotérico. Haushofer había mantenido relaciones con diferentes corrientes místicas y tuvo un papel muy relevante entre los miembros de Thule y sobre el Partido Nazi.
De hecho se cree que fue él quien introdujo la idea de «refundar» una nueva Alemania basada en la pureza de la raza y la antigua tradición oculta precristiana.
Hemos visto lo que significaron las guerras mundiales, probablemente orquestadas por sociedades secretas. Hemos visto ya que Giuseppe Mazzini fue un conspirador illuminati a la vez que masón.
Pero su función no acaba en la correspondencia con Pike. Mazzini fue el fundador de la Logia Pl, un grupo oscuro de corte secretista, que supuestamente tenía vinculaciones con los movimientos políticos de carácter revolucionario, al tiempo que presuntamente se relacionaba con el esoterismo iniciático.
De dicha logia, poco después, surgió otro grupo bastante más peligroso. Se trataba de la Logia P2, siglas que definen al grupo «Propaganda Dos», que ha sido acusado de protagonizar numerosos atentados terroristas, de introducirse secretamente en la Santa Sede y, según se dice, de preparar y llevar a cabo el asesinato de Juan Pablo I.
De hecho las tramas de conspiración política estuvieron a la orden del día en Italia durante toda la década de los cincuenta.
Y, finalmente, en 1964 y en 1970 hubo dos intentos concretos de desestabilizar el régimen parlamentario, que fueron presentados como desórdenes político-estudiantiles. Pero a partir de 1977 las cosas empiezan a cambiar y las sucesivas oleadas de agitación social dan lugar a la creación de grupos más radicales de extrema derecha.
De esta forma, en 1979, nacen «Terza Posizione» y «Nucli Armati Rivoluzionari». En apariencia se trataba de grupos estudiantiles fascistas, pero la trama iba más allá. Quien dirigía dichos grupúsculos era el poder en la sombra, y buena parte de esa sombra estaba poblada por sociedades secretas, entre otras la de los illuminati.
En los años ochenta la Logia P2 decide pasar a la acción. El 2 de agosto de 1980 se lleva a cabo un atentado en la estación de tren de Bolonia, donde mueren 85 personas y hay otras 200 heridas. En diciembre de 1984 otro atentado, esta vez contra el expreso de Roma-Milán, arrojará un saldo de 16 muertos.
Las investigaciones concluyeron que tras aquellos atentados podían estar no sólo los servicios secretos, sino también una logia de supuesto carácter masónico. Su nombre era «Propanganda Due» (P2). Su fundador era Licio Gelli y su misión acabar con el poder establecido en la República de Italia.
La P2 había estado dirigiendo, desde principios de los sesenta, todo tipo de acciones terroristas con el fin de crear desestabilización política para conseguir su particular «Nuevo Orden. Licio Gelli tenía influyentes contactos con el Vaticano, que le permitían sus planes utilizando la estructura de la Iglesia.
Disponía de notables relaciones, no sólo entre las jerarquías eclesiásticas, sino también en la CÍA y el KGB. Gelli había sabido convencer a más de un ámbito de poder.
Las investigaciones que se hicieron tras la desarticulación de la P2, comprobaron que, además de miembros del Vaticano, había jefes de las fuerzas armadas de Italia, entre ellos treinta generales y ocho almirantes.
Por si esto no fuera bastante, pertenecía también a la logia el jefe de los servicios secretos, así como una serie de empresarios notablemente vinculados con los medios de comunicación.
Ya aparece algo muy similar en el dólar de presunto diseño masónico-illuminati. Pero si buscamos referentes más contemporáneos, vemos que en 1968 Nelson Rockefeller, tras introducirse en el ala liberal del Partido Republicano y presentarse como candidato en las elecciones de ese año, dijo que si alcanzaba la presidencia trabajaría con todas sus fuerzas para «obtener la creación de un nuevo orden mundial». Nelson Rockefeller fue masón.
Los buscadores de tramas ocultas en la historia afirman que supo rodearse de asesores que estuvieron vinculados a los Illuminati y, de hecho, la Orden Gran Logia Rockefeller al igual que la Orden de Skulls & Bones, con vinculaciones con la familia Bush, son una muestra de ello.
En relación con el conflicto entre los Illuminati y la Iglesia que aparece en la obra Ángeles y demonios, es interesante resaltar que en agosto de 1969, al volver de un viaje por América Latina, Rockefeller envió un informe al presidente Nixon en el que le dicía: «la Iglesia Católica ha dejado de ser un aliado de confianza para nosotros y la garantía de estabilidad social en el Continente Sudamericano…
Debemos estudiar la necesidad de sustituir a los católicos por otros cristianos en América Latina, apoyando grupos fundamentalistas».
En la búsqueda de un gobierno mundial aparecen un gran número de instituciones compuestas, no sólo por las principales fortunas del mundo, sino también por personas dotadas de grandes capacidades de mando.
En la actualidad la visión que se tiene de estos grupos es que son asociaciones empresariales, financieras, o que tienen misiones de asesorías en las relaciones exteriores de numerosos países.
Sin embargo, la cosa parece ir más allá, y si bien no es posible afirmar que dichas instituciones estén gobernando el mundo, todo apunta a que son utilizadas como tapaderas por algunos de sus miembros que sí son los que manejan los hilos.
Está formado por jefes de gobierno, banqueros, presidentes de multinacionales, dueños de medios de comunicación, etc, y su costumbre suele ser la de encerrarse unos días antes de que lo haga el G8, es decir, el grupo de los ocho países más ricos e industrializados del mundo (Alemania, Canadá, EE. UU., Francia, Italia, Japón y Reino Unido, más Rusia desde 1997).
Son muchos los que piensan que el Club Bilderberg es la rama secreta del G8, aunque en apariencia simplemente sea ía de un club más, formado por exquisitos miembros. El Club Bilderberg se fundó oficialmente en mayo de 1954 en Holanda, concretamente en Oosterbeek, y tomó su nombre del hotel en que se reunieron por primera vez. No obstante se supone que ya existía en la sombra desde años atrás y estaba formado por miembros de distintas sociedades secretas.
Su creador fue el príncipe Bernhard de Lippe-Biesterfeld, que pertenecía a la Casa de Orange-Nassau, actual familia real de Holanda. Su nombre había aparecido ya en la prensa, no con motivo de la fundación de un club, sino nada menos que por haber sido oficial de las SS de Hitler y miembro del Partido Nazi.
El príncipe Bernhard ya poseía extraños negocios especulativos en la época de los nazis. Bernhard decidió crear un club de élite que aglutinara a los principales poderes del mundo. Entendía que en la nueva época el poder ya no estará exclusivamente en la religión ni tampoco en la política, sino en ambas, pero también en el mundo industrial, económico y de la empresa.
Presidió el singular club hasta el año 1976 y durante todo este tiempo se buscó aumentar el entendimiento entre Estados Unidos y el continente europeo.
El príncipe Bernhard legó posteriormente la presidencia a Alec Douglas Home (1903-1995), que fue un relevante político británico que permaneció en la Cámara de los Comunes hasta 1945. En 1951 fue ministro de Estado para Escocia, y en 1955 pasó a coordinar las relaciones con la Commonwealth.
Por último ascendió al cargo de primer ministro el 19 de octubre de 1963, permaneciendo al frente del gobierno durante un año. Otro punto interesante en la biografía de este personaje es que, entre los años 1970 y 1974, fue secretario del Foreign Office, que es la institución encargada de controlar la política exterior del Reino Unido.
En 1953 fue elegido miembro de la Cámara de los Diputados alemana, más conocida como Bundestag.
Entre los años 1961 y 1966 fue ministro para la Cooperación Económica y el 1 de julio de 1974 llegó a presidente Federal, manteniendo dicho cargo hasta 1979. Scheel mantuvo la jefatura del Club Bilderberg hasta 1985, fecha en la que fue sustituido por Eric Roll, presidente de un notable grupo bancario, el S. E. Warburg. Otro de los presidentes destacables fue Peter Rupert que popularmente era conocido como Lord Carrington que fue secretario general de la OTAN así como ex ministro de varios gobiernos británicos.
Como vemos, el club no tiene sino influyentes y poderosos miembros. Pero, ¿podemos considerar que es realmente un centro de conspiraciones? Se dice que quien entra en el Club Bilderberg al poco tiempo logra ascender.
La suya será una ascensión política y social a nivel internacional, siempre que la persona en cuestión acate los consejos que recibirá de los miembros dominantes de dicho club. Una muestra de este éxito lo tenemos en Clinton y en Blair, que ingresaron en el club poco antes de ser escogidos presidente y primer ministro de sus respectivos países. Como curiosidad debemos indicar que, al parecer, el dirigente del PSOE español, Pedro Sánchez, ha sido invitado a la próxima reunión del Club.
Como toda sociedad secreta que se precie, el Club no publica anuncios para captar socios. Entrar en esta institución no es fácil, ya que son «ellos», al igual que los Illuminati, los que escogen a los candidatos. Se supone que el proceso de selección se basa en los intereses que tiene el club en sus proyectos a escala global.
Un comité de dirigentes supervisores es el encargado de seleccionar a las cien personas que serán invitadas en la próxima convocatoria. Los invitados tendrán que guardar en secreto su asistencia.
Ésta es una norma indispensable para mantener buenas relaciones con el club, que además en sus reuniones cuenta con la colaboración en seguridad no sólo de la CÍA, sino también del servicio secreto israelí, el Mossad.
El nuevo orden mundial está presente en dichas reuniones. Sería de suponer que con la cantidad de personajes importantes que se congregan en las reuniones del Bilderberg, hubiese presencia de la prensa.
Pero, sorprendentemente, el secretismo es lo que domina. Todo parece indicar que los miembros del Club vuelven a casa con una posición tomada, y las instrucciones siempre suelen ser bastante claras.
En caso de duda, sólo hay que llamar al Club. A través de diferentes medios de comunicación se ha tenido constancia de algunos de los «sabios consejos» que se han vertido en el Club.
Por ejemplo, se le acusó de estar tras el bombardeo ruso sobre Chechenia.
Al parecer los responsables de la OTAN que eran miembros del club, autorizaron en reunión secreta a otro miembro, el presidente ruso Putin, a atacar la región rebelde.
Pero no siempre los consejos del Club son acatados.
En 2003 se filtró la noticia de que Donald Rumsfeld, secretario de Defensa de Estados Unidos y uno de los clásicos asistentes a las reuniones del Club, había asegurado tras los atentados del 11-S a las Torres Gemelas, que no invadiría Irak.
Sin embargo, sí lo hizo. El resultado causó tal malestar en el Club Bilderberg, que Colin Powell tuvo que dar explicaciones a sus miembros respecto a las operaciones militares en Irak. Si el Club Bilderberg nos parece sospechoso de influir en los destinos del mundo, otro tanto sucede con la organización fundada por uno de sus miembros y que popularmente recibe el nombre de Comisión Trilateral.
En julio de 1973 un miembro de la mítica familia financiera Rockefeller decide fundar un grupo, la Trilateral, que estará formado por la élite de la política y la economía mundial. David Rockefeller tenía el objetivo de que dicha organización fuera selecta y contara sólo con los mejores. Se trataba de crear un organismo privado que aunara los esfuerzos de Estados Unidos, Europa y Japón, en lo que a materia social y política se refiere.
De algún modo se trataba de poder regir los destinos del mundo más allá de las fronteras y los gobiernos. Curiosamente esta decisión recuerda bastante a la que pretendía el fundador de los IIluminati. David Rockefeller quería un gobierno mundial más allá de los estados.
Tanto en la década de los setenta como en la actualidad no es la política la que maneja los hilos, sino las finanzas.
En su fundación inicial se explícita: “Esta comisión se crea con el fin de analizar los principales temas a los que debe hacer frente Estados Unidos, Europa del Oeste y Japón“.
Entonces todavía no se había producido la caída del Muro de Berlín y la Perestroika. Los miembros de la Comisión reúnen más de 200 personalidades provenientes de las tres regiones y comprometidos en diferentes áreas.
Muy parecido en su funcionamiento al Club Bilderberg, la Comisión Trilateral, dotada de una discreción absoluta, no ofrece ruedas de prensa ni sus miembros conceden entrevistas sobre sus reuniones.
Sin embargo, sí suelen publicarse unos documentos oficiales sobre distintos temas abordados.
Dichos informes son elaborados por equipos de expertos que informan al mundo sobre «aquello que hay que hacer más allá de las soberanías nacionales y las fronteras».
De hecho uno de los fines de la Comisión Trilateral es «manejar adecuadamente la gobernabilidad mundial». Una de las ideas que desde sus inicios pretende poner en práctica la Trilateral, es la consecución de un nuevo orden mundial, que recuerda mucho a los objetivos de las sociedades secretas.
Para conseguir este nuevo orden los miembros de la Trilateral no dudan en efectuar declaraciones y dar «consejos» a los gobiernos, pero también a las instituciones mundiales, asesorando al respecto de la globalización, la economía, los intercambios financieros entre países ricos y pobres, etc.
Los miembros de la Trilateral defienden que ellos están más allá de los poderes establecidos, y que son quienes están «en mejores condiciones para planificar y construir la arquitectura mundial».
Tras los atentados del 11-S la Trilateral insistió en la necesidad de un orden internacional distinto y una respuesta global al proyecto.
Poco después el presidente Bush proclamaba que se erigía en paladín universal de la democracia y que atacaría al terrorismo en cualquier lugar del mundo.
Estados Unidos declaró en aquel momento la guerra al terrorismo, y la «limpieza» comenzó en Afganistán. La excusa fue atrapar a Bin Laden, que supuestamente fue asesinado bastantes años más tarde. Eso sí, la búsqueda permitió que Estados Unidos crease un gobierno afgano a su criterio.
La guerra de Irak vendría a continuación.
El nuevo orden mundial y la «justicia» global eran imparables. A diferencia de otras organizaciones la Trilateral es más discreta que secreta. En apariencia el esoterismo y las teorías de la conspiración mundial son ajenos a ella. Es una institución conocida por todo el mundo, algo así como un «consejo de sabios experimentados». Sin embargo son muchos los que ven en la Trilateral la cara visible y de otros que están detrás, como el Club Bilderberg o incluso esferas relacionadas con sociedades secretas clásicas como los illuminati, la Masonería y otras. Vivimos en un mundo globalizado.
Es cierto que sigue habiendo fronteras y estados, pero si analizamos con frialdad los principales «clubs» del mundo vemos que, más allá de los estados, sus fronteras y banderas, parece haber un destino marcado por sus dirigentes, que se reúnen en agrupaciones aparentemente inocentes y que miran las cosas desde una perspectiva supranacional.
Los tentáculos de las sociedades secretas, de los verdaderos dueños del mundo, están por todas partes. Con la popularización de internet y el acceso a la TV vía satélite, hemos conseguido empequeñecer nuestro planeta.
Es cierto que cada vez tenemos más recursos a nuestro alcance. También es verdad que gozamos de una capacidad de información muchísimo mayor que la que tuvieron nuestros padres y abuelos. Sin embargo, dichas ventajas no son unidireccionales.
Dicho de otra manera, creernos más libres sólo por tener acceso a la información es estar equivocados. Las sociedades secretas, pero también los servicios de información y los propios gobiernos, se valen de una sociedad tecnológica para controlarnos.
Podemos ser espiados por medio de algo tan inocente como el número de una cuenta bancaria o una tarjeta de crédito; a través de los servidores de internet y de todos los programas que los diferentes distribuidores de contenidos introducen en nuestros ordenadores.
Si el seguimiento por internet es implacable, no digamos ya otras fuentes, como los datos de la inscripción a la Seguridad Social, los registros de Hacienda, o el empadronamiento en un municipio.
Nuestro teléfono móvil puede ser detectado vía satélite con un margen de error de poco más de un metro. Pensar que somos libres y que vivimos en un mundo libre en una sociedad como la nuestra, es una paradoja.
Tiene más libertad de movimientos que nosotros cualquier habitante del mal llamado Tercer Mundo. Sus conversaciones no son tan fáciles de capturar. Visto el panorama, de una cosa podemos estar seguros: el «Gran Hermano» de Orwell no es sólo una novela sino la realidad en la que estamos viviendo.
El proyecto illuminati era conquistar el mundo después de tres grandes contiendas. Dos ya han acaecido. El inicio de la tercera sería provocar «batallas cruentas».
¿Quizá se trata del terrorismo? Tras la tercera contienda, siempre según los proyectos illuminati, debería producirse la destrucción del Cristianismo, que es el objetivo de la trama del libro Angeles y demonios.
Tras dicha época de convulsión llegaría el momento de la redención, del nuevo tiempo, de la «iluminación de las mentes».
Sería el tiempo de Lucifer, quien para los Illuminati no es en absoluto una figura diabólica, como la define la Iglesia, sino un símbolo de la elevación.
Según ellos, Lucifer es el auténtico portador de «La Luz».
El complot no ha hecho más que empezar. Las sociedades secretas han tejido los hilos capaces de conducir a la humanidad durante los próximos siglos. En la documentación de los illuminati encontramos párrafos reveladores:
“Arrojaremos a los nihilistas y ateístas y provocaremos un cataclismo social que mostrará claramente a todas las naciones el efecto del ateismo absoluto, origen del salvajismo más sangriento. Entonces, por doquier, la gente forzada a defenderse contra la minoría de revolucionarios, exterminará a estos destructores de la civilización“.
Según losilluminati, las multitudes, desilusionadas con el cristianismo, recibirán la verdadera luz a través de la manifestación universal de la doctrina de Lucifer, seguida por la destrucción del cristianismo y del ateismo, ambos conquistados y destruidos al mismo tiempo…
Algunos investigadores opinan que losIlluminati ya están en las filas de la curia vaticana.
Teóricamente, la Comisión Trilateral está formada por un grupo de personas que representan las más altas finanzas y el mundo de los negocios y la política de Estados Unidos, Europa y Japón. Pero lo que no todo el mundo sabe es que desde la Trilateral se establecen nexos de unión y colaboración con la Masonería.
Lo que tampoco se reconoce oficialmente es que detrás de la Masonería estén los Illuminati. Los investigadores del mundo de la conspiración afirman que el llamado nuevo orden mundial es en realidad la puesta en práctica de uno de los símbolos por excelencia de los Illuminati: la pirámide que aparece en los billetes de un dólar. Y el presidente Washington era masón, así como también lo era su rival, Thomas Jefferson. Los miembros del club Bilderberger, fundado en 1954 e integrado por los 500 hombres más influyentes del mundo, estarían en la base de esta pirámide.
Por encima de ellos encontraríamos el llamado «Consejo de los 33», formado por los grandes maestres masones de más alta graduación de todo el mundo. Sobre estos masones hallaríamos el gran consejo de los 13 Grandes Druidas. Sobre ellos actuaría un estamento denominado «El Tribunal», compuesto por personas desconocidas.
Todos los consejos, grupos y estamentos referidos estarían gobernados por alguien sin nombre que poseería el grado 72 de los cabalistas. Este alguien recibiría el nombre de «El Illuminati», el omnipotente gran hermano elucubrado por Weishaupt y anunciado nuevamente en 1949 por George Orwell en su novela profética 1984.
El 1 de agosto de 1972 uno de los mandatarios de esta pirámide lanzó una frase críptica, que muchos han querido ver relacionada con la caída de las Torres Gemelas: «Cuando veáis apagarse las luces de Nueva York, sabréis que nuestro objetivo se ha conseguido». ¿Fueron las Torres del World Trade Center las señales que marcan el cambio del mundo?
Si, además, introducimos el grave problema energético, que explica el afán de invadir Irak contra viento y marea, resulta obvio que la crisis definitiva no sólo no parece ser evitable, sino que los tiempos pueden estar mucho más cercanos de lo que las transitorias bonanzas en los mercados pueden augurar. Obviamente los cambios no se van a producir sin costos. Éstos hoy no pueden evaluarse. Sólo puede pensarse que muy probablemente serán superiores a los alguna vez vividos por las actuales generaciones.
Puede resultar paradójico, pero todo indica que la estocada mortal al poder de la élite la dará, en algún momento aún incierto del tiempo, el propio “dios” creado por ella misma. Como en el Dr. Frankenstein, la élite ha contribuido a desarrollar un ser que se apresta a volverse en contra de su propio creador y merendárselo. Ese ser no es otro que el mercado.
A veces la propia realidad nos sorprende y parece proporcionar datos paradójicos o premonitorios.
Por ejemplo, pocos parecen haber reparado en que si se recorre Wall Street, en Manhattan, en el mismo sentido del Sol, o sea de este a oeste, finaliza en un muy extraño lugar.
Sobre todo resulta extraño por tratarse del centro financiero del mundo. Wall Street no termina en el agujero que dejaron las Torres Gemelas en su caída precipitada el 11 de septiembre de 2001. WallStreet termina en el pequeño y lúgubre cementerio colonial de Saint Paul, al lado de una ruinosa, oscura y casi siempre cerrada o vacía iglesia.
Allí, en ese cementerio, muy anterior a la globalización y al mundo de las finanzas, bajo unas descuidadas y viejas lápidas cuyos nombres y fechas ya ni se leen, debido al paso del tiempo, yacen los únicos restos, las únicas “calaveras y huesos” que hoy descansan en paz en Manhattan.
https://oldcivilizations.wordpress.com/2015/07/24/el-curso-de-nuestra-historia-ha-sido-planificada-por-sociedades-secretas/
Fuente: http://carlosagaton.blogspot.com.es/2015/08/ha-sido-la-historia-dirigida-por.html
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