Una de las consecuencias del constructivismo, que afirma que nuestro cerebro “construye” la realidad que percibimos, es que cuando “yo” me relaciono con “tú”, me estoy relacionando en realidad con un constructo mental al que llamo “tú”. Podría ser que tú existieras, pero en todo caso lo que yo percibo como tú no es más que mi mente organizando emociones, sensaciones e ideas.
Veíamos que el enfoque fenomenológico nos obliga a poner entre paréntesis tu existencia y limitarnos a percibir “eso que llamo tú”. Así, la investigación de mis problemas contigo (o con cualquier otra cosa) se convierte inevitablemente en un viaje a mi propio interior. Se trata de “El viaje del héroe” de Paul Rebillot, el que emprende el arquetipo Joseph Campbell: “El héroe de las mil caras”.
En consecuencia, aquí ya no se va a hablar de lo que existe (objetividad), puesto que esa sería una reflexión a realizar en el lugar de destino (si es que existe un destino). A partir de ahora se hablará del viaje en si, cuyo primer paso es despertar las inmensas posibilidades soterradas del “ser”, las potencialidades reprimidas de las que habla Carl Jung: la creatividad. En ello coincidimos con Fritz Perls, de cuya aportación al mundo hoy hablaremos, cuando dice que existen dos necesidades fundamentales en el ser humano: la necesidad de sobrevivir y la necesidad de crecimiento (necesidad que nada tiene que ver con los logros del de la derecha, cuya percepción del dibujo que encabeza el post es evidente).
Por su parte, Rank subdivide al ser humano en tres tipos: el normal (que acepta la voluntad mayoritaria), el neurótico (que ni se identifica con la mayoría ni soporta el aislamiento) y el artista creador (que se afirma en su autonomía). Conforme a Peñarrubia, “el artista representa la más elevada creación de la voluntad y del espíritu combinados. El objetivo terapéutico sería afirmar la voluntad del neurótico, no tanto para adaptarlo a la «normalidad» sino para aspirar al arte”, es decir, para hacerlo crecer.
Partiendo de que el primer tipo de persona difícilmente ha llegado a este párrafo y el último no tiene nada ya que alcanzar, asumo una identidad general de las personas implicadas en esta comunicación en torno al calificativo de “neuróticos”. Y en el bien entendido de que la neurosis, sea del tipo y grado que sea, consume nuestra energía en su propia retroalimentación sin dejarnos utilizarla para cosas más productivas, la considero tanto una barrera como un incentivo para alcanzar el objetivo general que como seres humanos tengamos.
Así pues vamos a comenzar con una propuesta psicológica dirigida a demoler estas barreras, propuesta que parte de la fenomenología y de la teoría de sistemas y que me parece muy interesante: la terapia o enfoque Gestalt.
Yo hago lo mío y tú haces lo tuyo. No estoy en este mundo para llenar tus expectativas Y tú no estás en este mundo para llenar las mías. Yo soy yo y tú eres tú. Y si por casualidad nos encontramos, es hermoso. Si no, no puede remediarse.
Lo anterior se conoce como la “oración gestáltica”, y es altamente recomendable repetírsela unas cuantas veces cada día para evitar que nuestras neurosis sociales nos hagan perder tiempo y energía en nuestra búsqueda. No es ni el padrenuestro, ni un conjuro del Necronomicon ni una oración de poder de Castaneda, pero funciona.
Su creador es el creador de la terapia Gestalt, Friedrich Salomón Perls (Él y su mujer, co-creadora de la Gestalt, nos flanquean en este momento), terapia que a su vez procede de la psicología Gestalt de Wertheimer, Köhler y Koffa, de principios del siglo XX. En la década de los 60, Fritz Perls desvió de las bases psicológicas de la Gestalt una terapia humanista que no puede verse solo como un instrumento de sanación, sino también como un instrumento de crecimiento personal. Pese a que da nombre al presente post, por problemas de espacio no hablaremos nada de la vida, obra y milagros de Fritz Perls, pese a que son considerablemente extensos.
“Gestalt” proviene del alemán y aproximadamente puede traducirse al castellano como “totalidad”, “configuración” o “forma”. La Gestalt es un enfoque holístico que percibe a las personas como totalidades: interrelación de sensación (cuerpo), emoción, intelecto y espiritualidad. En ese sentido, constituye una traducción de la teoría de sistemas a la psicología, por cuanto percibe ese “todo” como algo más que la suma de sus partes. Así, postula que cualquier característica, experiencia, percepción… se halla relacionada con la totalidad del contexto individual.
Al mismo tiempo, la Gestalt, como enfoque muy relacionado con la fenomenología, distingue claramente entre experiencia directa e imaginación. Así, la consciencia, el “darse cuenta”, debe enfocarse en el presente, y considerar los recuerdos del pasado o expectativas del futuro como lo que son: irrealidades. El pasado es una memoria que tenemos en el presente y el futuro es una fantasía que también tenemos en el presente. Solo existe el “aquí” y el “ahora”, y para experimentar este aquí y ahora se trabaja con la experiencia sensorial directa del cliente, en clara sintonía con las ideas de Husserl.
De la misma forma, se abstiene de preguntarse el “por qué” de las cosas, y se centra en el “cómo”. Nunca se interpretará ni se buscará la causa de lo que el otro dice, sino que se le escuchará y atenderá a lo que uno siente con el contacto. Fritz Perls indica que cuando las palabras se utilizan para explicar, son comparables a excrementos. Así, subdivide la racionalización en tres grados:
– Mierda de Gallina: son los clichés como “buenos días, me alegro de verte, qué buen tiempo hace. – Mierda de Toro: las racionalizaciones normales de la vida, excusas, etc. – Mierda de Elefante: lo que se suele hacer en este blog: filosofías de la vida, explicaciones del mundo, “cosas que suenan trascendentes”, como dice Alaska.
El vehículo del enfoque Gestalt es el fomento de la autoconciencia del cuerpo y los sentidos individuales, así como de la responsabilidad individual. Respecto a esto último, por ejemplo, queda prohibido decir “no puedo”, siendo esta expresión sustituida por “no quiero”. El “no puedo” es utilizado para negarse a actuar, es una descalificación antes siquiera de intentar hacer algo; en cambio, al decirse “no quiero”, al menos se exige al sujeto que asuma las consecuencias de su decisión evasiva.
Así pues, la esencia de la Gestalt es la siguiente: “Vivir en el aquí y el ahora tratando de darnos cuenta cómo lo hacemos”.
Entrando más en el tema, el enfoque propone la existencia de estructuras vivenciales (Gestalt) en forma de ciclos, que de ser interrumpidos se quedan por ahí dando vueltas y amargándonos la vida. El ciclo de la experiencia consiste en 7 fases:
1) Reposo (estado de equilibrio).
2) Sensación (“difusa” e indefinible de una necesidad).
3) Darse cuenta (se identifica la necesidad concreta y aquello que la satisface: la “figura”).
4) Energetización (movilización de energías y concentración para alcanzar la figura).
5) Acción (utilización física de las energías).
6) Contacto (satisfacción de la necesidad).
7) Reposo.
Toda acción en la vida se fundamenta en estas estructuras, desde la búsqueda del príncipe azul hasta bajar a comprar un kebab, pasando por el acto de rascarse los cojones (o lo que se tenga). También puede suceder que no exista otra cosa que estado de reposo (pero entonces se es autista, y no se está interesado en leer esto, así que no se preocupe que seguramente no es su caso).
El problema es que en ocasiones sucede algo que interrumpe el ciclo en alguna de sus fases, y la “Gestalt inconclusa” queda por ahí en nuestra mente, parasitándonos hasta la satisfacción o la muerte. Cuando esto sucede, suele mediar un “mecanismo de defensa”.
Quede claro que ni esto ni su homólogo español, marroquí o estadounidense son mecanismos de defensa.
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A diferencia del psicoanálisis freudiano o jungiano, el enfoque Gestalt concibe los mecanismos de defensa como autointerrupciones inconscientes del ciclo de la experiencia destinadas a evitar dolor, sufrimiento… Así, Fritz y Laura Perls describen los siguientes:
1. La proyección: se da entre la sensación y la formación de la figura. Consiste en transferir a los demás lo que uno siente o piensa pero no acepta en si mismo.
2. La introyección: se da entre la formación de la figura y la movilización de energía para la acción. Sucede cuando el sujeto engulle toda influencia externa sin seleccionar conforme a las necesidades personales, por lo que el sujeto sufre un empacho de mandatos, órdenes… incluso contradictorios, y termina no movilizando la energía para satisfacer su propia necesidad.
3. La retroflexión: se da entre movilización de energía y acción. El sujeto recopila energía y concentración en la figura pero no se atreve a actuar sus deseos por la acción de los introyectos mal adquiridos, así que se los dirige a sí mismo autoagrediéndose (justo al contrario que la proyección). Aquí viene la causa de los trastornos psicosomáticos, la depresión, desvalorización…
4. La deflexión: Se da entre acción y contacto. Consiste en establecer un contacto frío, atemperado, inocuo y no amenazante, para no sufrir daño. Aquí entran los eufemismos, la hipocresía, tirar la piedra y esconder la mano… Es la actitud del cínico, el indiferente, el intelectual racionalizador…
5. La confluencia: También se da entre acción y contacto. El sujeto se mimetiza y adapta a los demás para no entrar en conflicto con ellas, debilitando los límites de su ego para fusionarse al otro. Este es el origen de la pasividad y falta de personalidad.
Sería profundamente grato para mi introducir una pausa de algunas páginas para que los lectores neuróticos que todavía no lo hayan hecho, traten de ver en qué modo interrumpen sus “Gestalts” inconscientemente y no se limiten a leer y racionalizar, pero por razones de estética no lo haré, así que ustedes mismos.
Pues bien, continuando con las enseñanzas de Fritz Perls, hay otro punto importante a tocar, que es el de los estratos del yo. En clara confluencia con tradiciones orientales desde la noche de los tiempos, Fritz Perls divide el “yo” en 6 capas a ir derribando una por una conforme la terapia o el proceso de ampliación de la conciencia personal que sea vayan avanzando:
1. Estrato del falso yo: es nuestra fachada, lo que enseñamos a los demás.
2. Estrato del “como si”: es nuestro carácter: los roles que empleamos para manipular a los demás, el actuar como si fuéramos esto o aquello.
3. Estrato fóbico: son nuestros temores e inseguridades frente a nosotros mismos, nuestras más profundas heridas: pena, dolor, tristeza, desesperación. Lo que no queremos ver ni tocar y menos aún descubrir frente a los demás.
4. Estrato implosivo o del atolladero: si se ha desvelado el estrato fóbico, aparece una sensación de vacío, inamovilidad, falta de energía… de muerte. Detrás de él se halla toda la energía sin utilizar: la vitalidad congelada o dirigida hacia nosotros mismos para mantener nuestras defensas.
5. Estrato explosivo: las fuerzas estancadas se disparan hacia fuera en un arranque de autenticidad, dando paso al “yo” verdadero que permanecía oculto: la explosión puede ser de gozo, aflicción, orgasmo y coraje.
6. El “yo” verdadero: Lo que queda.
El consejo es identificar y demoler la identificación personal con estos “yoes” uno a uno.
No entraremos en el tratamiento de los sueños por parte de la Gestalt porque preferimos dejar el tema de los sueños para un monográfico multidisciplinar que se elaborará en cuanto se haya reunido el conocimiento racional y experiencial suficiente a tal efecto.
Baste finalizar esta breve exposición con una recomendación gestáltica:
“Sea lo que usted es… sin importar lo que usted sea”.
La siguiente foto nos recuerda que quienes comprenden esto, viven mucho más felices.
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