«Cuando tengáis que pronunciaros sobre alguien, debéis hacerlo con respeto, con delicadeza, para no lastimar a este ser o perjudicar su alma. Porque un alma es una entidad rica y profunda que Dios ha creado con una sabiduría inmensa y cuando no la tratamos con consideración, nos conducimos como un malhechor.
Todos aquellos que se imaginan que pueden impunemente meter el dedo sin cesar en las debilidades y los errores de los demás para ridiculizarles, no hacen sino revelar su miseria interior. ¿Cómo no se dan cuenta de los efectos negativos de esta actitud sobre todo el resto de su comportamiento y hasta en su comprensión de la existencia? Se apartan de las corrientes armoniosas de la vida y, poco a poco, la naturaleza se cierra a ellos.»
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