«Por supuesto que es bueno que los jóvenes que estudian adquieran todos los conocimientos que puedan. Pero después deben preguntarse al servicio de qué o de quién van a poner estos conocimientos. Cuántos de ellos toman conciencia de su responsabilidad y se dicen: «¡Qué riqueza poseo ahora! Con todo lo que he aprendido, tengo que ser útil a los demás; sería injusto que yo fuese el único en aprovecharse». Serán útiles, claro, ejerciendo su oficio, pero esto es insuficiente. En la vida cotidiana, los médicos, los abogados, los químicos, los ingenieros, los economistas, los periodistas, ¿se preocupan acaso de poner de forma desinteresada sus conocimientos al servicio de los demás?
Los estudios, por sí mismos, no hacen a los seres mejores, ¡a veces incluso les convierten en verdaderos peligros públicos! En cambio, los conocimientos en manos de aquellos que han trabajado su carácter y que están decididos a utilizarlos para el bien de todos, ¡son una fuente de bendiciones!»
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