«En el plano físico, material, es posible que os quiten objetos que os pertenecen. Pero en el plano psíquico, sólo podéis perder aquello que no os pertenece verdaderamente, es decir, aquello que todavía no forma parte de vosotros. Es imposible que perdáis lo que realmente poseéis. Alguien dice: «Tenía luz, pero ahora la he perdido» o bien, «Amaba, pero el amor me ha abandonado». Eso significa que ni la luz ni el amor le pertenecieron verdaderamente. El que aspira profundamente a la luz y al amor, debe convertirse él mismo en luz y amor.
Jesús decía: «Yo soy la luz del mundo». No dijo que la luz estaba en él o con él, sino que él mismo era la luz. Se identificaba con la luz. Hay en esta fórmula toda una ciencia en la que meditar.»
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