«Cuando os despertáis, por la mañana, empezad por sonreír al mundo entero. Saludad amistosamente a toda la creación: «Buenos días, buenos días, buenos días…» Si os acostumbráis a hacer eso, pronto constataréis que, aunque estéis sólos, en ningún momento de la jornada sentiréis la soledad, porque de todas partes volverá el eco a vosotros: «Buenos días, buenos días, buenos días…»
Cada mañana hay que pensar en volver a tomar contacto con el mundo. Cuando la gente sale de su casa, ¿por qué interiormente están tan encogidos? Ven y oyen a los demás, pero ni les miran, les ignoran… Y menos aún piensan que la tierra entera está poblada de criaturas que merecen que se les envíe al menos un pensamiento amistoso, que les deseen cosas buenas: la luz, la paz, el gozo… ¿Tan difícil es para ellos abrirse, sonreír, dar el primer paso? Esperan que sean los demás quiénes lo hagan y, mientras tanto, se lamentan porque están solos. Que cambien de actitud y nunca más se sentirán solos.»
—
www.prosveta.com