«El universo en el que vivimos no está cerrado para nosotros, hacemos con él intercambios de todo tipo: intercambios físicos, psíquicos y espirituales. Consciente o inconscientemente, vibramos, respiramos con él, en él.
Entonces, ¿por qué los humanos se sienten tan a menudo como extraños en la Tierra? Porque no saben lo que hay que hacer para que ésta les conozca. La Tierra les lleva, les alimenta, pero ellos van y vienen en todos los sentidos por caminos y carreteras sin pensar nunca en todo lo que le deben.
¿Queréis que la Tierra os conozca, que se haga vuestra amiga? Cuando caminéis en la naturaleza, deteneos de vez en cuando, sentaos en el suelo, poned la mano sobre él, acariciadlo y decid: «¡Oh Tierra, madre mía!, ¡cuánto aprecio tu estabilidad, tu solidez, tu generosidad! Con mi respeto, mi agradecimiento, mi amor, quiero devolverte un poco de lo que tú me das.» Y permaneced unos momentos en contacto con ella.»
—
www.prosveta.com