LA SINCRONICIDAD ES QUIZÁS LA EXPLICACIÓN MODERNA MÁS RELEVANTE A DIFERENTES FENÓMENOS PARANORMALES; UN CONCEPTO DIFÍCIL DE AGOTAR, QUE MERECE UNA PROFUNDA REFLEXIÓN.
El mundo en el que vivimos ofrece todo tipo de estímulos y respuestas para nuestros problemas materiales, pero es menos profuso en lo que concierne al sentido y al significado de nuestras vidas. Es por esto que los momentos en los que el mundo parece reflejar nuestro pensamiento o conectarse con nuestros procesos interiores nos resultan tan asombrosos, casi mágicos: nos brindan, aunque brevemente, una relación significativa.
A este aspecto de interconexión entre la mente y el mundo el psicólogo suizo Carl Jung lo llamó “sincronicidad”, un término “paraguas” para englobar todo tipo de fenómenos, desde la astrología, la telepatía y la precognición hasta el entrelazamiento cuántico y otros sucesos paranormales (aunque esta definición es un poco problemática y refleja el paradigma condescendiente de la ciencia). Jung ensayó distintas definiciones para su concepto de sincronicidad, por ejemplo, dijo que es “la ocurrencia temporal coincidente de eventos acausales”, un “principio de conexión acausal”, una “coincidencia significativa” o un “paralelismo acausal”. Asimismo, Jung entendió que la sincronicidad era el aspecto cualitativo del tiempo, a diferencia de lo únicamente cuantitativo, pensando que cada instante tiene una naturaleza particular, una especie de temperamento codificado en ese momento, que lo relaciona de manera afectiva con otras instancias.
En su ensayo Synchronicity (1952), Jung relata un evento sincrónico que ha pasado a ser un referente:
Una joven paciente soñó, en un momento decisivo de su tratamiento, que le regalaban un escarabajo de oro. Mientras ella me contaba el sueño yo estaba sentado de espaldas a la ventana cerrada. De repente oí detrás de mí un ruido, como si algo golpeara suavemente la ventana. Me di media vuelta y vi fuera un insecto volador que chocaba contra la ventana. Abrí la ventana y capturé a la criatura mientras volaba hacia el interior de la habitación. Era la analogía más próxima a un escarabajo de oro que pueda darse en nuestras latitudes, a saber, un escarabeido (crisomélido), la Cetonia aurata, la «cetonia común», que al parecer, en contra de sus costumbres habituales, se vio en la necesidad de entrar en una habitación oscura precisamente en ese momento. Tengo que decir que no me había ocurrido nada semejante ni antes ni después de aquello, y que el sueño de aquella paciente sigue siendo un caso único en mi experiencia.
Aunque la maduración de este concepto de sincronicidad no ocurrió hasta el siglo pasado, con una energía epifánica el doctor Jung claramente reconoce a una serie de precursores en personajes como Leibnitz, Paracelso, Alberto Magno y el mismo tao de Lao-Tse.
No es demasiado aventurado afirmar que la sincronicidad es un principio de conciencia en torno al ambiente (como es afuera, es adentro) que nos permite remontarnos a las más antiguas tradiciones. Según relata la literatura védica, una de las primeras cosas que creó Prajapati (Brahma), en un mundo aún inmaterial y evanescente, fueron las equivalencias, las sampad (“aquello que cae conjuntamente”). Aquí el relato de la Creación de Prajapati que hace Roberto Calasso:
En torno suyo todo era nuevo y, al girar la mirada, podía ver aún detrás de las manchas de la vegetación, detrás de las siluetas de las rocas, un número, una palabra, una equivalencia: un estado de la mente que se adhería, se mezclaba con otro estado. Como si cada estado fuese un número. Esta era la equivalencia primera […] y entonces vio que la vasta dispersión de todo lo que vivía, y sobre todo moría, podía articularse en relaciones que no se deteriorasen. Lo que ve la mente cuando establece una relación lo ve para siempre.
Es notable que Jung pensara que el misterio de la sincronicidad tenía una raíz numérica, pitagórica en cierto sentido: ”Siento que la raíz del enigma puede encontrarse en las propiedades de los números enteros”, escribió en una carta. Por otro lado, a lo que asistimos aquí es algo similar a la codificación de la realidad, el reino de la diosa maya, la personificación de la voluntad divina en el hinduismo, que a veces es vista como la ilusoriedad del mundo (o la ilusoriedad que resulta de que el absoluto se manifieste en el tiempo). Un código fuente que se percibe detrás de la naturaleza (de “las manchas de la vegetación”), números, palabras y correspondencias que preceden al mundo material, de la misma forma que esta página que observas; tiene un código de números y palabras (y relaciones entre ellas) que se “materializan”, como la imagen que ves en tu pantalla. Lo que Calasso describe basándose en la literatura brahmánica es el evento primordial de programación de la naturaleza.
El budismo mahayana tiene un concepto que podríamos consisderar análogo a la sincronicidad, el pratītyasamutpāda, un término que hace referencia a que todos los fenómenos emergen conjuntamente en una red interdependiente de causa y efecto y, si bien las causas generalmente son invisibles, ya que pueden ser manifestaciones kármicas de vidas pasadas o incluso de seres distantes en el universe, suceden y las viven los seres humanos. En palabras de Borges, pueden provenir “de una antigua inocencia, de su propia raíz o de un dios disperso”. Añadiendo a la reflexión, podríamos preguntarnos si no es la sincronicidad justamente esa hebra que nos revela que la realidad material es un fenómeno interdependiente y como tal, relativo a una madeja de mente-tiempo-espacio.
Así nos acercamos a este fascinante concepto de la sincronicidad –una madriguera de conejo, un vínculo entre las tradiciones ocultas y las experiencias cotidianas en toda su perpleja crudeza. La sincronicidad no es sólo un concepto relativamente esotérico, es una forma de vida, una dimensión de experiencia. Ciertamente un tema tan vasto y fascinante no puede agotarse en un artículo como este, por lo cual celebramos que existan foros para realizar una discusión más extensa y amplia, desde multiples trincheras. Este es el caso del III Congreso ConSCiencia, que tendrá como tema la sincronicidad y la resonancia y se llevará a cabo el 23 y 24 de octubre en la ciudad de México y Puebla.
fuente/PIjamasurf