[José Luis Pérez Herrero, Piños, murió el pasado mes de agosto. El próximo domingo 18 de octubre sus camaradas de la LCR vamos a rendirle un homenaje a quien desde el primer momento fue clave en la lucha contra las bases americanas y la entrada del Estado español en la OTAN. Fue tan buen militante antifranquista como buena persona.
Y entre bromas siempre se tomó en serio su compromiso político que le comportó tortura y cárcel. Su comportamiento frente a la Brigada Político Social fue ejemplar.
Poco antes del referéndum de marzo de 1986 sobre la pertenencia del país a la Alianza Atlántica, hicimos a cuatro manos el siguiente artículo que se publicó en El País.
En su redacción contamos con las opiniones de Enric Prat, Fina Rubio, Marti Caussa, Jaime Pastor y otros compañeros, pues pretendía mostrar las opiniones colectivas que mantenía la LCR ante la deriva de Felipe González.
El tiempo dio la razón a quienes opinábamos como Piños: ¡OTAN NO! ¡BASES FUERA!
El trasfondo del artículo sigue vigente. Por eso consideramos que su publicación en Viento Sur casi 30 años después no sólo rinde homenaje al amigo y compañero, sino que puede ser útil para luchar en el presente y construir el futuro sin perder el hilo del pasado. Manuel Garí]
La campaña del referéndum
Las mentiras del `sí´
Manuel Garí y José Luis Pérez Herrero
El País, 18 Febrero 1986
Desde el carácter de la propia pregunta del referéndum sobre la permanencia de España en la OTAN hasta los distintos argumentos utilizados por el Gobierno son desmenuzados por los autores del artículo, partidarios de nuestra salida de la Alianza Atlántica. Sin embargo, la convocatoria del referéndum es para ellos una primera victoria del movimiento por la paz, que en caso de victoria del no puede tener importantes repercusiones favorables para la soberanía de los pueblos.
El Gobierno nos presenta a referéndum una pregunta falseada, en la que no se menciona la palabra OTAN, sustituyéndola por el eufemismo Alianza Atlántica, que no figura en ningún documento de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), y nos propone que permanezcamos en la misma sin incorporarnos a la estructura militar integrada, manteniendo la prohibición de instalar armas nucleares y procediendo a la reducción progresiva de la presencia militar de EE UU. Son las mentiras del sí, los trucos electoralistas para conseguir una victoria tramposa. Pero la mayoría social y el movimiento por la paz no nos dejamos engañar. Sabemos que decir sí a la pregunta del Gobierno equivale a decir sí a la OTAN, con todas sus consecuencias.
De ahí nuestro rechazo, de ahí nuestro no, porque lo que los pueblos del Estado español desean es salir de la OTAN. El mero hecho de pertenecer a la OTAN comporta participar en la estructura militar, y nuestra permanencia presionaría en el sentido de una total integración.
La estructura civil y la militar son inseparables, ya que la Alianza Atlántica (llamada OTAN) es un pacto militar y político, que se materializa en decisiones y acciones militares y no militares al servicio de una política determinada desde la Casa Blanca. El artículo 5 del tratado obliga a los países miembros a acudir en defensa de cualquier aliado que sea atacado, lo que presupone una coordinación militar previa.
La presencia del Estado español en el Comité Militar de la OTAN es muestra de una participación decisiva en la estructura militar, ya que es en dicho organismo, en el que ya se está participando, en el que se adoptan las decisiones claves sobre la estrategia y la actividad militar que deberán ejecutar los mandos integrados.
Por otro lado, la futura dependencia del Saceur es cuestión de tiempo; a los señores González y Serra lo que ahora les preocupa es ganar el referéndum. Para el último, la integración es simplemente «no necesaria en este momento». Las presiones desde la OTAN se redoblarán, y de ello es buen anuncio la posición de Tugay Ozceri, secretario ejecutivo del Consejo Atlántico, que recientemente afirmaba: «No podemos tolerar que España tenga un estado especial…
No aceptaremos después del referéndum la postura actual de España de no integración en el mando militar… Daremos seis meses para que clarifique la situación después del referéndum». Seis meses, punto.
Mientras tanto ya participamos en casi 30 comités de la llamada estructura civil, que tienen nombres tan civiles como Comité de Planes de Defensa, Grupo de Planes Nucleares, etcétera, la mayoría de los cuales tiene competencias y responsabilidades que afectan directamente a los mandos de la estructura militar integrada, ello con independencia de que los asistentes sean militares o civiles.
En los últimos años se ha producido una serie de hechos significativos: modernización, equipamiento y adaptación de las Fuerzas Armadas según el modelo del resto de países aliados, preparación de la conexión de los sistemas de alerta y control aéreos con los de la OTAN, participación en los programas de fabricación de armamento… que han comportado la potenciación de la industria y el comercio bélicos y un aumento constante de los gastos militares.
Todo ello confirma nuestra integración en la estructura militar de la OTAN y, más en general, en el orden militarista internacional.
El actual grado de integración, pese a las promesas de prohibición, conlleva el riesgo del armamento nuclear porque OTAN y armas nucleares son sinónimos. Las bases e instalaciones norteamericanas forman parte de la estrategia nuclear de EE UU. Mientras existan aviones estadounidenses despegando de territorio peninsular o submarinos repostando, no hay garantías de que no transporten armamento atómico, pudiendo repetirse casos como el de Palomares.
Como país anfitrión, los acuerdos con EE UU -único propietario de armamento nuclear en la OTAN, excluidas las pequeñas fuerzas francesas y británicas- no permiten ningún control sobre el transporte y uso que pueda hacer la potencia titular, es decir, EE UU.
La nuclearización
El Gobierno, que impugnó todas las declaraciones de municipios desnuclearizados, qué comprendió y apoyó la instalación de los misiles en Europa, que no ha puesto en cuestión al demandar la devolución de Gibraltar que en la base militar de la OTAN hay armas nucleares, no está en la mejor posición para prometer la desnuclearización del territorio del Estado español.
La tendencia actual en la OTAN es un recrudecimiento de la presión para la nuclearizacíón, como lo demuestran los planes de contingencia norteamericanos, firmados y autorizados por Reagan, en los que se contemplan el estacionamiento en caso de guerra de 32 bombas nucleares en la base de Rota para el uso de los aviones estadounidenses.
El Gobierno cambió de postura y cedió en lo fundamental al chantaje atlantista, ¿por qué no va a ceder a lo que son meras consecuencias de la decisión de permanecer en la OTAN? El norteamericano M. B. Walters, presidente del Grupo de Planes Nucleares, es categórico: «En la estrategia nuclear España no puede ser ajena a los planes de la OTAN».
Se nos asegura una reducción de tropas norteamericanas, pero se nos oculta que con la OTAN y la permanencia de las bases se amplía y refuerza la presencia efectiva militar de Estados Unidos. De momento, el resultado de la apertura de negociaciones, anunciada a bombo y platillo, es absolutamente negativo y no sirve de base ni para una vaga promesa.
El presidente Reagan se niega a un compromiso antes de conocer los resultados del referéndum. El tema será tratado en la renovación del convenio bilateral de 1988, y en el mejor de los casos se retirarán algunos soldados de algunas de las bases (Torrejón y Zaragoza) y en la misma proporción se traspasarán a las Fuerzas Armadas las misiones que hoy tienen las tropas militares extranjeras, lo que irá vinculado a la asunción de mayores cuotas de integración en la estructura militar de la OTAN.
El Gobierno no cuestiona la existencia de las bases y su utilización por parte de una potencia extranjera, que es lo más importante.
El valor de las bases no radica en el número de soldados existentes, pues no están estacionadas fuerzas de infantería, por tratarse de tres instalaciones aéreas y una naval. Mientras se mantenga el convenio bilateral con EE UU, ratificado en febrero de 1983 por el actual Gobierno, la reducción de tropas no afecta en nada la situación actual, ya que el convenio, en su artículo 2.2, señala: «España concede a EE UU el uso de instalaciones de apoyo y les otorga autorizaciones de uso en el territorio, mar territorial y espacio aéreo españoles para objetivos dentro del ámbito bilateral o multilateral de este convenio».
Las razones de nuestro ’no’
Además de criticar las falsas promesas del preámbulo de la pregunta gubernamental, el movimiento por la paz tiene serios argumentos para rechazar cualquier forma de adhesión a la OTAN. Los pacifistas, con nuestro no, optamos por la salida de Alianza Atlántica y apostamos por un futuro de paz, democracia y neutralidad.
La OTAN potencia la dinámica de bloques y el peligro de guerra nuclear. Nuestro ingreso en la Alianza aumentó los riesgos y la inseguridad de la humanidad, amenazada por una loca carrera de armamentos que conduce directamente a la guerra y al holocausto y alimenta un crecimiento constante de los gastos militares y sus secuelas, el paro y la miseria, la dominación y el expolio de los países pobres. Nuestra salida de la OTAN puede ser el comienzo de una tendencia inversa, puede ser el principio del fin de los bloques.
Los defensores de las tesis gubernamentales insisten en que la OTAN garantiza mejor la paz por la vía de la disuasión. Es difícil entender que prepararse para la guerra pueda traernos la paz.
Pero más difícil es creer que la OTAN sea defensora de la paz cuando se prepara para guerras nucleareslimitadas y ganables y hace suya, en diciembre de 1982, la doctrina del Ejército estadounidense Airland Battle, según la cual las fuerzas del Pacto Atlántico deben estar preparadas para destruir las tropas del Pacto de Varsovia antes incluso de que comiéncen las hostilidades y cuando todavía se encuentren en su propio territorio.
Esta estrategia militar es esencialmente ofensiva y está basada en la combinación del empleo de armas químicas y nucleares, exigiendo que estas últimas sean capaces de dar el primer golpe contra el enemigo. Todo ello no nos es ajeno; muy al contrario, nuestra permanencia en la OTAN, con o sin armas nucleares, nos convierte sin ninguna necesidad en blanco nuclear de los adversarios de la OTAN en caso de conflicto.
Identificar OTAN con democracia no pasa de ser una broma de mal gusto. La Alianza, como brazo armado de un sistema económico y social concreto, el capitalismo, tiene como misión mantenerlo a ultranza, y a ello subordina cualquier otra cuestión. Fue la OTAN la que alentó a los coroneles griegos en 1967, no tuvo ningún escrúpulo para que el Portugal salazarista fuera miembro fundador en 1949, ni tampoco lo tiene ahora con la dictadura militar turca, aliada que niega las libertades, asesina y practica la tortura.
Ninguna voz sé alzó en la OTAN para reprochar el aval que EE UU dio a la dictadura franquista mediante la firma de los acuerdos de 1953, o para protestar ante el monumento al cinismo que representaron las declaraciones de la Administración de EE UU al calificar domo «asunto interno español» el intento de golpe de Estado del 23 de febrero.
Por el contrario, en la OTAN se recortan las libertades públicas cuando los distintos servicios de información, de forma coordinada con la CIA, controlan y vigilan como elementos asociales y peligrosos a los pacifistas y sindicalistas, y pasan a la acción, si es preciso, para evitar que los países miembros avancen en la dirección neutralista o antiimperialista.
Cuatro años de permanencia en la Alianza son suficientes para hacer balance económico y constatar que no es el sistema de defensa barato que nos indican desde el poder. Los gastos militares se han quintuplicado, y en 1986 ascenderán a 966.583 millones de pesetas, lo que significa 2,730 millones de pesetas diarios en un país como el nuestro con tres millones de parados, ocho millones de personas que viven en la pobreza o 25.000 sin vivienda, cuando el coste de una es equivalente al de dos horas de vuelo de un F- 18.
El ministro de Defensa y múltiples voceros atlantistas identifican la permanencia en la OTAN con la europeización o al menos la presentan como el coste obligado de la misma. En el Decálogo de la paz, la CEOP afirmó: «Ni la OTAN es Europa, ni la Comunidad Económica Europea lo es tampoco, ni la CEE es la Alianza Atlántica.
Debemos rechazar el chantaje que pretende vincular una alianza militar con lo que se presenta como un tratado comercial, que, además, ni siquiera coincide territorialmente». La OTAN no es Europa, sino una alianza militar dominada por un país situado a miles de kilómetros del viejo continente, EE UU, y en la que los países miembros ven seriamente comprometida su soberanía.
Para EE UU, la integración del Estado español en la OTAN fue un eslabón más de una cadena de medidas dirigidas a un mayor control sobre Europa occidental para garantizar su hegemonía creciente en el mundo capitalista.
La decisión de instalar los euromisiles, la intención de que los aliados aprueben una ampliación del área de actuación de la OTAN en Oriente Próximo, norte de África, Centroamérica, y las presiones para que los países miembros aumenten sus gastos militares y asuman programas de rearme frente al Pacto de Varsovia son las imposiciones de una potencia hegemónica que decide la estrategia y la política de alianzas.
Por tanto, continuar en la OTAN nos hace cómplices de la política belicista y agresiva de Reagan en todo el planeta. En la OTAN mandan la Casa Blanca y el Pentágono; Bruselas sólo es la fachada, y EE UU la utiliza para mantener dividida y dominada a Europa.
Cuando salgamos de la OTAN podremos inaugurar un nuevo camino, el de la neutralidad activa, desplegando iniciativas en favor de la paz en el mundo y extendiendo nuestras relaciones de solidaridad e intercambios económicos, sociales y culturales con el mayor número de países sin chantajes ni vetos por parte de nadie.
El referéndum se va a celebrar. No es el prometido para salir de la OTAN; al contrario, se nos plantea permanecer, pero nos permite decir no. Su celebración es la primera victoria del movimiento pacifista, porque el Gobierno pronto olvidó las promesas electorales que le dieron el triunfo y ha estado dudando si convocarlo.
La tenacidad, la firmeza y la unidad en la movilización de millones de ciudadanos han impuesto la convocatoria. Es el primer triunfo de la paz.
Y ello abre un camino de esperanza e ilusión a los pueblos del Este y el Oeste que siguen con interés nuestros pasos.
El temor de lord Carrington es que el ejemplo cunda, y es lógico que Mr. Enders se muestre preocupado por una posible victoria del no. Se abren nuevas vías a la soberanía de los pueblos. Los poderosos se inquietan; es buena señal: el referéndum lo vamos a ganar.
Manolo Garí y José Luis Pérez Herrero son militantes de la Comisión Anti-OTAN de Madrid y miembros de la CEOP.
http://carlosagaton.blogspot.com.es/2015/10/las-mentiras-del-si-en-el-referendum.html
Referéndum sólo por la paz, no a las decisiones de las mentes insanas que proponen guerras guerras, muertes muertes.