«¿Qué es una semilla? Un ser vivo que no cesa de recurrir a las fuerzas y a los materiales del cosmos para desarrollarse y cumplir su tarea. Y su tarea, es la de parecerse a su padre, el árbol que la ha producido. Por eso, una vez puesta en tierra, la semilla trabajará en el sentido de esta vocación: de entre todos los elementos que la rodean sólo cogerá aquellos que necesite y desechará los demás. Así es como llegará a expresar todas las características y propiedades indicadas en el esquema que lleva dentro de sí misma. Lo mismo sucede con el ser humano. Puesto que Dios lo ha creado a su imagen, está predestinado a desarrollarse hasta llegar a ser como Él.
Jesús decía: «Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto». ¿Cómo habría podido pronunciar estas increíbles palabras si no hubiese sabido que, igual que una semilla, el ser humano lleva dentro de sí la imagen de la perfección de su Padre celestial? Alimentando esta semilla, regándola, vivificándola, nos acercamos a la perfección. ¿Cuándo llegaremos a realizarla?… Quizá nunca y quizá nunca nadie lo haya logrado todavía, porque la perfección divina es algo impensable. Pero hay que desearla, porque esta aspiración despierta las cualidades y las virtudes que existen en potencia en cada uno de nosotros.»
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