Atacas el mundo real, cada dia, cada hora y cada minuto…
¿Crees realmente que puedes matar al Hijo de Dios? El Padre ha ocultado a Su Hijo dentro de sí mismo, manteniéndolo a salvo y alejado de tus pensamientos destructivos, por causa de los cuales no conoces ni al Padre ni al Hijo. Atacas el mundo real cada día, cada hora y cada minuto, y, sin embargo, te sorprende que no lo puedas Ver. Si buscas amor a fin de atacarlo, nunca lo hallarás, Pues si el amor es compartir, ¿cómo ibas a poder encontrarlo excepto a través de sí mismo? Ofrece amor, y el amor vendrá a ti porque se siente atraído por sí mismo. Mas ofrece ataque, y el amor permanecerá oculto, pues sólo puede vivir en paz.
El Hijo de Dios se encuentra tan a salvo como su Padre, pues el Hijo sabe que su Padre lo protege y, por lo tanto, no puede temer. El Amor de su Padre lo mantiene en perfecta paz y, al no necesitar nada, no pide nada. Aun así, él se encuentra muy lejos de ti cuyo Ser él es, pues elegiste atacarlo y él desapareció de tu vista y buscó refugio en su Padre. Él no cambió, pero tú si. Pues el Padre no creó una mente dividida ni tampoco las obras de ésta, y ni aquella ni éstas podrían vivir si tuviesen conocimiento de Él.
Cuando hiciste que lo que no es verdad fuese visible, lo que es verdad se volvió invisible para ti. No obstante, de por si no puede ser invisible, pues el Espíritu Santo lo ve con perfecta claridad. Es invisible para ti porque estás mirando a otra cosa. Mas no es a ti a quien le corresponde decidir lo que es visible y lo que es invisible, tal como tampoco te corresponde decidir lo que es la realidad. Lo que se puede ver es lo que el Espíritu Santo ve. La definición de la realidad es la que Dios provee, no la tuya. Él la creó, y, por lo tanto, sabe lo que es. Tú, que sabias lo que era, lo olvidaste, y si Él no te hubiese proporcionado la manera de recordar, te habrías condenado a ti mismo al olvido total.
Por razón del Amor que tu Padre te profesa, nunca podrás olvidarte de Él, pues nadie puede olvidar lo que Dios Mismo puso en su memoria. Puedes negarlo, pero no puedes perderlo. Una Voz responderá a cada pregunta que hagas, y una visión corregirá la percepción de todo lo que veas. Pues lo que hiciste invisible es lo único que es verdad, y lo que no has oído es la única Respuesta. Dios quiere que te reconcilies contigo mismo, y no te abandonó en tu desolación. Estás esperándolo a Él, mas no lo sabes. Su recuerdo, sin embargo, brilla en tu mente y no puede ser borrado. No es ni del pasado ni del futuro, al ser eterno para siempre.
No tienes sino que pedir este recuerdo, y te vendrá a la memoria. Mas el recuerdo de Dios no puede aflorar en una mente que lo ha borrado y que quiere que continúe así. Pues dicho recuerdo sólo puede alborear en una mente que haya elegido recordar y que haya renunciado al demente deseo de querer controlar la realidad. Tú, que ni siquiera puedes controlarte a ti mismo, no deberías aspirar a controlar el universo. Contempla mas bien lo que has hecho de él y regocíjate de que no sea verdad.
¡Hijo de Dios, no te conformes con lo que no es nada! Lo que no es real no es visible ni tiene valor. Dios no pudo haberle ofrecido a Su Hijo lo que no tiene valor, ni Su Hijo habría podido recibirlo. Fuiste redimido en el mismo instante en que pensaste que habías abandonado a tu Padre. Nada de lo que has forjado ha existido jamás, y es invisible porque el Espíritu Santo no lo ve. Pero lo que Él ve es tuyo para que lo contemples, y a través de Su visión tu percepción sanará. Has hecho invisible la única verdad que este mundo encierra. Al valorar lo que no es nada, has buscado lo que no es nada. Al conferirle realidad a lo que no es nada, lo has visto. Pero no está ahí. Y Cristo es invisible a causa de lo que has hecho que sea visible para ti.
No importa cuánta distancia hayas tratado de interponer entre tu conciencia y la verdad al Hijo de Dios se le puede ver porque su visión es algo que se comparte. El Espíritu Santo contempla al Hijo de Dios en ti y no ve nada más. Lo que es invisible para ti, es perfecto en Su visión y lo abarca todo. Él se ha acordado de ti porque no se ha olvidado del Padre. Tú contemplaste lo que no era real y hallaste desesperación. Mas ¿qué otra cosa podías haber encontrado al ir en pos de lo irreal? El mundo irreal es desesperante, pues nunca podrá ser real. Y tú que compartes el Ser de Dios con Él, nunca podrás sentirte satisfecho sin la realidad. Lo que Dios no te dio no tiene poder sobre ti, y la atracción del amor por el amor sigue siendo irresistible. La función del amor es unir todas las cosas en sí mismo, y mantenerlas unidas extendiendo su plenitud.
Dios te dio el mundo real en amoroso intercambio por el mundo que tú construiste y que ves. Recíbelo simplemente de la mano de Cristo y contémplalo. Su realidad hará que todo lo demás sea invisible, pues contemplarlo es una percepción total. Y al contemplarlo recordarás que siempre fue así. Lo que no es nada se hará invisible, pues por fin habrás visto verdaderamente. Una percepción redimida se convierte fácilmente en conocimiento, pues sólo la percepción puede equivocarse y la percepción nunca existió. Al ser corregida da paso al conocimiento, que es la única realidad eternamente. La Expiación no es sino el camino de regreso a lo que nunca se había perdido. El Padre nunca pudo haber dejado de amar a Su Hijo.
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