«Estad atentos a la forma en que empezáis la jornada. ¡Cuántos se levantan gruñendo y quejándose! Que no se extrañen después si toda la jornada continúa desarrollándose en el mismo tono. Y por la noche, cuando se acuestan, no consiguen dormirse: dan vueltas a uno y otro lado, encienden y apagan la luz, y acaban tomando somníferos. No piensan que antes de meterse en la cama, hubieran debido prepararse para el sueño. El final de una jornada, igual que su comienzo, es un momento sagrado, porque precede a otra actividad muy importante para la vida psíquica: el sueño.
Aprended pues en que forma debéis empezar la jornada si queréis que ésta sea fructífera, llena de la gracia de Dios, de una gracia que podréis después derramar sobre todas las criaturas de vuestro entorno. Y preparaos también para el sueño pidiendo que podáis ir a instruiros y a trabajar en el mundo invisible.
En toda acción, en toda empresa, el comienzo es de la mayor importancia. »
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