«¡Cuánta gente se pasa una parte de su vida en reuniones en dónde se debaten interminablemente los mismos proyectos sin llegar nunca a ponerse de acuerdo! Si fuesen capaces de dar pruebas de comprensión y de amor los unos con respecto a los otros, sería más fácil. Pero vienen sin amor, no hacen más que criticarse, contradecirse, oponerse y por eso no encuentran solución. Cuando nos sentamos en una misma mesa para discutir con el espíritu y el corazón abiertos, bastan a veces cinco minutos para resolver un problema; pero, sin esta apertura, no se consigue nada, ni siquiera después de años de discusiones.
Si encontráis tantas dificultades para poneros de acuerdo con los demás, no debéis sentiros tan orgullosos. Reflexionad sobre qué es lo que os lo impide: ¿no será precisamente porque estáis cerrados? Poned un poco más de amor en vuestro corazón, vuestra comprensión mejorará y los problemas encontrarán una solución. Os iréis felices, asombrados incluso de que las cosas se hayan resuelto de forma tan sencilla.»
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