Desde parvulitos, los niños ya saben que el pensamiento positivo les hace más felices. En ésta tarea, parece que el optimismo de los padres es decisivo para ayudarles a entender que una actitud positiva ayuda a sentirse mejor ante situaciones difíciles.
Los expertos en psicología infantil también confirman que, con tan sólo cinco años, se dan cuenta de que las personas con pensamiento positivo se sienten mejor que aquellas con ideas más negativas. En los colegios, por ejemplo, cuando éstos niños han tenido una profesora risueña y optimista, que no se deja llevar por el malhumor momentáneo ante las incidencias del día, tienden a preguntar por ella y querrían volver a verla. Según los niños van creciendo, aumenta su conciencia sobre cómo las reflexiones internas pueden modificar las emociones, incluso ante circunstancias negativas.
El optimismo y la esperanza de los padres proporcionarán también al niño más habilidades para entender el poder del pensamiento positivo. Por ejemplo, un padre positivo potencia lo mejor del niño y le enseñará a confiar en él mismo y en los demás. Le muestra que un hecho negativo es un problema, pero uno que él puede resolver con sus propias herramientas. Sin embargo, un padre negativo les enfatiza a sus hijos las desgracias de la vida y, con sus quejas o lamentos, les induce -sin querer- a desconfiar de todo el mundo y de sí mismos, reduciendo así su autoestima. Al fin y al cabo, aprendemos de lo que vemos y de lo que escuchamos.
Pero no todo depende de los padres; también existen factores que influyen en la capacidad del niño para ser más optimista: el contexto social, cultural, político, económico, sus propias experiencias, etc., conformarán el estado emocional del menor. Qué duda cabe de que una sociedad basada en el materialismo consumista y la competencia feroz no es el mejor caldo de cultivo para un estado saludable e íntegro, en cualquier aspecto, ya se trate de niños o de adultos.
En lo que respecta a las consultas de psicología, muchas terapias cognitivas-conductuales se centran en trabajar el pensamiento positivo, intentando cambiar los negativos por los más optimistas. La idea es habilitar al individuo para que maneje sus propios pensamientos del mejor modo que pueda.
No obstante, aunque cambiar los pensamientos negativos por los positivos produce mejoras a corto plazo, a la larga no funciona tanto, ya que obliga a la persona a luchar contra sus propias emociones y eso es muy difícil de cambiar. En cambio, parece que da mejores resultados aceptar los pensamientos de uno mismo, dejando que vengan y se vayan –tal como nubes en el cielo-, evitando solamente los más dañinos.
Equipo Mache Blog