La palabra felicidad siempre me ha dado mucha desconfianza… ¿Qué es la felicidad? ¿Cómo logramos la felicidad? ¿Somos felices?
Muchas veces, y muchas más de las que deberíamos, pensamos que otras personas, u otras cosas, nos “darán” la felicidad: una pareja a la que otorgamos el “poder” de hacernos felices o infelices, un objeto que pensamos que una vez lo tengamos nos hará felices, u objetivos que nos marcamos, etc.
Pero todos sabemos, en el fondo, que nada de esto nos hará felices. Podemos “organizar” nuestra vida en torno a estos objetivos que queremos que se cumplan, pero puede que nuestros sueños nunca se hagan realidad. O que se hagan realidad, pero no duren, o que sufran variaciones no deseadas; o que esos sueños materializados –aun durando- no nos hagan tan felices como pensábamos…
La felicidad aquí y ahora
Aunque es bueno, necesario y muy sano tener objetivos en la vida, no deberíamos condicionar toda nuestra felicidad a conseguir aquello que deseamos. Mientras trabajamos duro persiguiendo nuestros sueños, y cultivamos muchas de las emociones positivas necesarias -como el soñar “a lo grande”-, más relacionadas con el futuro… también tenemos que concentramos en el presente. Y cultivar aquellas emociones positivas del “aquí y ahora”, como la diversión, el asombro, la gratitud o la alegría.
Podríamos decir que para ser feliz podríamos seguir diferentes estrategias, unas con la vista en el futuro, en lograr nuestros “sueños” y cumplir nuestra misión y propósito en la vida (sin montarnos con ello una condición indispensable para ser felices). Y otras estrategias que nos hagan felices aquí y ahora. Que nos permitan experimentar emociones positivas en el momento presente.
Estrategias para cultivar la felicidad en el momento presente…
- Respirar
Puede parecer una tontería, pero respirar profundamente puede marcar la diferencia. Cuando notes que estás con el “piloto automático”, tu respiración también será superficial. Para un momento y respira tres veces muy lentamente. Conéctate otra vez con el momento presente.
- Ser conscientes
Este punto está muy ligado al anterior. Simplemente es tratar de liberarnos del “piloto automático”. Ser conscientes de nuestros movimientos, de nuestros pensamientos, de las emociones que sentimos. Cuando vivimos en el automatismo, nuestra mente no para de pensar, y eso genera un desgaste tremendo, un molesto y agobiante “run-run”, un diálogo interno que no se detiene nunca.
Volver al presente, al aquí y ahora, apacigua y detiene por unos momentos nuestra mente. Nos trae calma y serenidad, emociones positivas que mejoran mucho nuestra calidad de vida. Cuando dichas emociones están presentes no quieres que se vayan nunca, pero ese apego también hay que soltarle, pues volvería a provocar tensión (y más run-run).
- Ralentizarnos
Para conseguir el punto 1 y el punto 2, un ejercicio fácil y muy efectivo es moverse lentamente. Eso trae consciencia a nuestra mente y nuestro cuerpo y nos hace respirar más lento, además de que también puede suspender el flujo de pensamientos.
Pruébalo. Camina más despacio, siendo consciente de dónde pones cada pie, escuchando tus pisadas, sintiendo el peso del cuerpo en cada pierna.
- Gratitud
Esta es una muy buena costumbre. Está demostrado que las personas sentimos más emociones positivas que negativas a lo largo del día. El problema es que muchas de estas emociones positivas las vivimos como “neutras”. No nos “afectan” con la misma intensidad que las emociones negativas.
Si cada día dedicamos unos segundos a apreciar y a agradecer lo bueno del momento presente, cada día seremos más conscientes y tendremos más cosas por las que sentir gratitud, desde la salud, al clima, nuestro trabajo, o la compañía. Con el tiempo, la continuidad en esta actitud apreciativa propiciará que la gratitud aflorare espontáneamente.
- Sentir
Sé consciente de lo que sientes en cada momento, de las emociones que emergen. Si te sientes incómodo o inquieto, por ejemplo, es señal de que algo va mal. Para, respira, relájate y siente. Toma distancia, trata de averiguar qué está pasando.
Y cuando sea el momento, sonríe; volverás a sentirte mejor.
- Quererse y aceptarse
Conocerse, aceptarse y quererse a uno mismo es absolutamente esencial para poder ser feliz. Si tú no te quieres, si no te aceptas, difícilmente otra persona va a poder hacerlo y, por otro lado, tampoco podrás dar a los demás lo que no tienes para ti mismo.
Encuentra el tiempo para hacer las cosas que te gustan, para darte un capricho, para cuidarte. Siente gratitud por todo lo que eres, por lo que tienes y por lo que haces.
- Meditar
La meditación es la técnica por excelencia para conectar con el momento presente y ralentizar ese diálogo interior (el famoso run-run) que nos mantiene todo el día “trabajando”. El objetivo no es “detener” los pensamientos, sino dejarlos venir y marchar; aprender a que no te afecten, dejando de “engancharte” a ellos. Al fin y al cabo son como los anuncios de la tele, puedes ignorarlos; llegan y se van sin molestarte, sobre todo si no te identificas con ellos y sus contenidos.
- Dejar de preocuparse
“Preocuparse no se lleva los problemas de mañana, se lleva la paz de hoy”. Cada vez que me viene un problema a la cabeza repito esta frase cual mantra. Comprendiendo esto nos iremos deshabituando de esa manía depre-ocuparse, que nos inculcaron desde la infancia. “Pensar” una y otra vez en los problemas sólo consigue nublar nuestra mente (y así hacer las cosas otro poco más difíciles).
- Muévete
Practica cualquier deporte y, si no te gusta, al menos muévete.
Ejercitar tu cuerpo te ayuda a sentir, a conectar contigo mismo.
- Cuerpo y alma
Cualquier práctica que te haga más consciente de tu cuerpo te puede ayudar. El yoga es un buen punto de partida.
Muchas veces estamos sintiendo emociones y no somos conscientes de ellas. Estamos enfadados, o tristes, pero no nos “permitimos” sentirlo. Si empiezas a ser consciente de los cambios que se dan en nuestro cuerpo, como el corazón acelerado, los músculos tensos o una sudoración inusual, también empezarás a ser más consciente de las emociones que están detrás de esos cambios corporales.
Antes de terminar te doy otra clave. La felicidad es como la cola de un perro. Si la persigues ansiosamente, como si fuese algo huidizo y externo que tienes que alcanzar, la felicidad te eludirá continuamente y tú te sentirás frustrado y agotado. Pero si simplemente sigues tu camino con la vista al frente, tranquilo y centrado en el aquí-ahora, la felicidad te seguirá donde quiera vayas y estará contigo siempre, justo como la colita del perro.
Equipo Maché Blog