«Es inútil esperar grandes realizaciones espirituales hasta que no logréis interrumpir el curso ruidoso y desordenado de vuestros pensamientos y de vuestros sentimientos. Estos pensamientos y estos sentimientos que no domináis, son los que impiden que se establezca en vosotros el verdadero silencio, un silencio que repara, serena y armoniza…
El que ha llegado a realizar este silencio, comunica imperceptiblemente a todo lo que hace un ritmo, una gracia. Se desplaza, toca los objetos, trabaja y en vez de organizar un gran barullo, está más atento, es más delicado, como si todo en él solo fuese danza y música. Este movimiento armonioso que se transmite a todas las células de su organismo no sólo es benéfico para él, sino que también actúa favorablemente sobre todos los seres que le rodean. A su lado se sienten más ligeros, liberados, iluminados y después también sienten la necesidad de hacer esfuerzos para volver a experimentar las sensaciones que han vivido junto a él. »
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